Los días pasaron y a medida que estos pasaban la compañía del cuervo hacia el viejo dragón lo estaba poniendo triste, recordando que el pequeño cuervo vivirá a su lado muy poco tiempo y el cuervo ya ha vivido siete años y a lo mucho vivirá quince. Pobres cuervos tan marginados a la mala suerte cuando por propia vista del dragón de diamante está conociendo a un cuervo juguetón y agradecido, el cuervo en cambio notaba la tristeza del dragón, pero ¿Qué le puede dar un cuervo a un dragón que posee fortunas por montones y brilla cual hermosos diamantes y metales preciosos? No se le ocurría nada. Paso una tarde pensando en que darle en agradecimiento al dragón, para despejar su mente el cuervo voló sobre un hermoso y extenso prado de intenso color trigo alejado de la mazmorra. Chocando con el crepúsculo que tiñe el paisaje lentamente de naranja y encontró el regalo que había estado buscando para su amado y bondadoso dragón.