"El cuervo y el dragón"

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Un humano se acercó al pequeño cuervo y se agachó para recogerlo, ofreciéndole su pésame y consuelo, el pequeño cuervo estaba llorando así todos los animales guardaron el luto. El cuervo aún triste voló hacia la mazmorra donde solía vivir con su amado dragón y encontró lo que buscaba, las flores que le había regalado a su dragón. Estas seguían frescas como el primer día que se las dio. De regreso trajo todas las flores y las depositó al rededor de su amado dragón viendo que los humanos en señal de respeto iban a enterrar al dragón, el cuervo consiguió semillas y las plantó para que el brote floreciera en la sepultura y uno por uno los seres del bosque se fueron excepto un humano y el cuervo, ya que la lluvia había comenzado hace unos momentos.

– Ven pequeño es hora de irnos – Dijo el humano mientras tomaba al cuervo entre sus manos con delicadeza y se lo llevaba para resguardarlo de la lluvia, sin ver que las flores comenzaron a brillar después de un rato. Como si la vida se les fuera lentamente.

El tiempo paso y el viento se llevó las hojas naranjas y cafés de otoño, el pequeño cuervo fue adoptado amablemente por el humano, no quería dejar al animalito solo, lo alimentaba y cuidaba mientras este intentaba superar la pérdida de su amado dragón, un asunto que no se quedó así ya que aunque pasarán los días su amor seguía tan fuerte y latente como si tuviera frente a frente todavía a su amado.
 

El cuervo constantemente viajaba a las colinas para mirar la aureola boreal, recordando la noche que ambos quedaron profundamente enamorados, para el pequeño cuervo las estrellas comienzan a tener la apariencia de aquel que tanto amo. Una de las tantas noches mirando con nostalgia las estrellas de la noche en que nuevamente se presentó tan melancólica y hermosa escena del cielo.

Una silueta surco los cielos oscuros, el cuervo alzó mejor su vista poniendo atención a las nubes del cielo. Una silueta larga e imponente resplandecía en el cielo, una silueta negra resaltaba por la luz de la luna llena de esa noche, ¿Era él? ¿Verdaderamente era él? ¿Era su amado dragón? En ese momento la silueta descendió del cielo y el pequeño cuervo se puso en pie con alegría de felicidad creyendo que se trataba de su amado dragón y esta se transformó en terror al no ver el brillo de las escamas de diamante y ver las escamas doradas y aquella mirada que había visto en sus pesadillas.

Era el dragón rojo.
 




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