Los nervios consumían al rey aquella noche, estaba en serios problemas. Muy serios problemas, había encontrado lo que tanto había estado buscando durante muchos años, había encontrado al cuervo que le pertenecía al dragón rojo. Un enorme y colosal monstruo que fácilmente puede provocar el final de los tiempos con su arranque de ira. Ahí en una jaula estaba un pequeño cuervo de dócil apariencia, estaba casi dormido y se encontraba quieto.
– ¿Puedo comer más migas? – Pregunto el pequeño cuervo, había sido engañado por el rey que le entregó migas de pan dulce que le encantaron al cuervo, el rey quería atrapar al pequeño animal para ser bendecido con su presencia. Con su inmortalidad el animalito se expuso a un gran peligro y fue atrapado por el avaricioso rey que quería mantener el cuervo a su lado para volverse inmortal.
El rey tomó un trozo de pan enorme y se lo dejo en el interior de la jaula y el pequeño continuó comiendo con tranquilidad, aunque no lo pareciera no quería hacerle daño al pequeño animal, era más tierno y amigable de lo que el pequeño parecía.
Un fuerte rugido se oyó por todo el castillo, probablemente también se escuchó por todo el reino. El rey tembló ante tal furia que se escuchaba en el rugido, la monstruosa voz que exige se le devuelva aquello que mas ama. Las puertas del castillo se abrieron por un fuerte golpe que una zarpa bestial había lanzado, los guardias recibieron órdenes de no atacar a la enorme bestia.
El rey saco al cuervo de la jaula y lo llevo entre sus brazos hacia la entrada del castillo, ahí estaba sumido en la oscuridad y mezclado con una tormenta eléctrica el inmenso dragón rojo. Cuyos ojos intensamente amarillos y llenos de furia exigían se le entregue a su cuervo.
El rey se puso delante del dragón y sacando de su manto le tendió al pequeño cuervo, este seguía masticando un poco de pan dulce. El dragón tendió su zarpa abierta y el cuervo se poso en esta para después ser abrazado protectoramente por el dragón.
– Esta bien, no le hice ningún daño – Dijo el rey temblando de miedo y mostrándose arrepentido por su tonta conducta avariciosa.
– Cállate pedazo de porquería humana, tienes suerte de que él este tranquilo. Si vuelve a suceder por parte de cualquier ser vivo, lo mataré – Dijo el dragón para después darse la vuelta furioso y voló lejos del lugar.
El pequeño cuervo seguía en su zarpa cerrada mientras el dragón volaba lejos para perderse nuevamente en el tiempo.
– ¿Me iban a lastimar? – Preguntó el cuervo.
– Si, no todos los humanos son como el que te cuido y alimento. Pero ninguno sería tan tonto para enfrentarse a mi verdadera furia – Dijo la bestia.
– No te enojes – Le dijo el cuervo con ganas de dormir.
– Me enojare cuanto quiera, nadie tiene permitido aprisionar a un espíritu y menos a ti, no debo dejarte solo. Eres demasiado confiado – Le dijo el dragón exhalando fuego de sus fosas nasales, seguía notoriamente molesto.
– Sabes, conocí una parte amable y linda de ti, pero también me gusta verte enojado – Le dijo el pequeño cuervo.
– Espera, ¿Te dejaste atrapar sólo para verme enojado? – Preguntó molesto.
– Oh claro que no, no sabía que me querían lastimar, pensé que podía conseguir pan – Y el pequeño se quedaba dormido.
– Te daré todo el pan que quiera pero no vuelvas a preocuparme así – Una lamida cariñosa del dragón fue a las pequeñas plumas del cuervo.
La noche siguió su curso y las estrellas se volvieron lentamente más oscuras, y nuevamente los espíritus de la naturaleza se fueron de la vista de todo.