El Cuidador

C A P Í T U L O 5

Xavier procedió como cada día a almacenar la leche después de ordeñar la vaca, Mar lo seguía de cerca preguntando que hacía, él entre dientes y de mala gana respondía. Quedó congelado cuando vio pasar al perro con la chica, ella reía y el perro brincaba a su alrededor.

—Nunca dejo pasar el perro a la casa.

—Noche no puede estar solito afuera, se lo pueden robar.

—¿Quién se va a llevar a ese mugriento animal?

—¿Está mugriento? ¿No lo bañas?

Xavier bufó. Aspiro aire soltándolo con frustración, adoraba su soledad y de repente fue interrumpida por una mujer parlanchina e impertinente que no era más que un estorbo, pero era la esposa de su hermano, recordaba.

—El perro no puede pasar a la casa ¡Vamos! —Tomo al perro y lo sacó a empujones de la casa. El perro ladró y se quejó llorando como un niño. Mar se quedó estática.

—No es tan grande, parece pequeño —susurró.

—Es un perro y no puede estar en la casa —sentenció. Cerró la puerta.

—Al menos no lo dejarás amarrado de forma cruel.

—Me juzgas mucho, soy solo yo, hay libertades que no me puedo tomar.

—Ahora estoy acá.

Bufó de nuevo.

—Para lo que sirve eso. —La tomó por el brazo y la hizo sentarse en la pequeña mesa del comedor —. Cuéntame cómo conociste a mi hermano.

La chica sonrió y se acomodó en la silla.

—Mi padre pagaba por vigilancia a veces, teníamos un hato. Algunos guardias rondaban para evitar que se robaran los animales, eso me decía mi padre. A mí no me dejaban salir de mi bunker.

—¿Estabas en un bunker?

—Sí. Porque era más seguro para mí. Mi hermana me ayudaba, aunque ayudaba más a papá con la casa y los empleados.

—¿Tenían empleados?

—Los del hato y una que otra persona más.

—Un día, uno de esos guardias quiso robar a papá, entró con otros hombres, se querían llevar los animales, mi hermana, otras empleadas y yo nos quedamos en el bunker. Teníamos miedo. Mucho miedo. Se oyeron disparos, lloramos pensando que habían matado a papá.

Xavier tragó grueso y por un segundo se arrepintió de preguntar.

—¿Y qué pasó?

—La puerta del bunker se abrió, era mi padre. Se escuchó aliviado. Preguntamos qué pasó y dijo que por casualidad algunos de los hombres que a veces le daban rondas estaban pasando cuando los otros se metieron; evitaron una desgracia, se enfrentaron a los maleantes que habían desertado del ejército, pero los hombres lo sometieron, uno de esos era tu hermano.

Xavier sonrió. Cerró los ojos por un momento y se sintió orgulloso, su hermano siempre estaba en el bando de los buenos, por eso no entendía porque había aceptado ir a la guerra «Es un militar. Cumple órdenes», se repitió.

—Ya veo, así se conocieron.

—Sí, los demás se fueron, mi padre confiaba en tu hermano, a él los dejó ir a chequearnos, revisó todo y le dijo que el lugar era seguro, recomendó no dejara que más extraños se acercaran tanto a la casa.

—¿Y cómo fue que se casaron?

—Tu hermano nos visitaba con frecuencia, era el único hombre con el que nos dejaba hablar, me leía, contaba historias, hablaba de la ciudad, reíamos mucho, mi hermana hacia pasteles y los comíamos los tres sentados en el jardín, eran las únicas veces que me dejaban salir.

—¿Y tu hermana? ¿Qué pasó con tu padre?

La chica se encogió de hombros, su expresión se entristeció.

—La última vez que vimos a Abel, partía hacia la guerra, solo se detuvo a despedirse y advertir que tuviéramos cuidado, se iría a la mañana siguiente, pero ese día llegó gente del gobierno, le quito el hato a mi papá, se enfrentaron, mi padre resultó muerto. —Bajo la cabeza, su voz se quebró ligeramente, sacudió su cabeza y se encogió de hombros, intentó sonreír con tristeza. Xavier la observó impasible

—Lo siento —dijo.

 —Huimos. Abel prometió casarse con una de nosotras para conseguir un indulto o algo así y la otra con un general amigo de él, el hombre era viudo, no estaba de acuerdo, pero prometió ayudar. En medio de la confusión nada salió como lo planeamos, Abel y el general debieron esconderse de la guardia, Abel decidió cumplir e irse a la milicia, su amigo el general desertó. Nos perdimos, en algún punto nos separamos de Abel, las dos nos quedamos con el general.

—¿Y en qué momento se casaron?

—En la huida —dijo y bajó la cabeza.

Era una situación caótica y triste.

—Abel busca a tu hermana.

La mujer afirmó.

—Pero… ¿Se aman?

La chica sonrió. Afirmó sin decir palabra.

—Supongo que quería que mi hermana se quedara aquí también. Yo sé que ella está bien, Abel no debería preocuparse por ella.

—Bien, Mar. Lamento oír lo de tu padre y tu hermana, espero que ella esté bien y que ese hombre pueda dar con ella.



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En el texto hay: romance, drama, guerra

Editado: 10.02.2022

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