La puerta la mantenía cerrada, ya iban a ser las cuatro de la tarde y ella permanecía sin comer. Xavier se había dado cuenta de que era una chica alegre, o podía ser que fingiera para evitar el dolor, estaba sola como dijo Abel en su carta. Se dedicó el resto del día a las tareas de la casa, se preocupó por las palabras de aquel hombre: nadie podía saber que Mar estaba allí, lo cual no suponía un problema considerando que el resto de las casas estaban lejos, lo único preocupante era que la policía llegara allí.
Regresó a la casa y continuó con las tareas domésticas, barrió y recogió la cocina, recogió la basura, la sacó y miró hacia lugar donde debería estar el perro, recordó que el animal tampoco había comido. Entró a la casa a pasos rápidos y tocó la puerta.
—Mar, el perro no ha comido.
Espero paciente, la puerta se abrió, ella se veía apagada, a pesar de eso, le sonrió débilmente.
—Tienes razón, tú eres el que lo odia y yo lo dejo sin comer.
Xavier bufó.
—No lo odio.
—No lo quieres.
—No quiere decir que lo odie.
Ella se encogió de hombros. Se abrazó y llamó al perro que estaba sobre la cama.
—Noche, a comer —susurró.
El perro saltó de la cama y salió desbocado de la habitación.
—Voy a ponerle la comida, deberías aprovechar tú de comer también.
—No te preocupes, así te rinde más la comida.
—Enferma no me sirves —espetó.
La chica se mordió el labio, negó.
—Lo dejaré para mañana.
—Como quieras —comentó moviéndose hacia la cocina.
Siguió con su lectura, decidió no pensar más en Mar, si quería morir de hambre, que lo hiciera, solo lamentaba no tener un testigo que presenciara que fue voluntad de ella. Escuchó un trueno, miró por instinto hacia el techo, «las goteras», miró luego hacía la habitación de Mar, se levantó de su sofá y comenzó a preparar un té.
Tocó a su puerta.
—Parece que lloverá, haré un té, mejor que lo tomes.
—Gracias —respondió sin abrir la puerta.
—Aún no está listo.
—Por cuidarme, por estar pendiente de mí.
—Es mi deber. Se lo prometí a mi hermano, me lo ha pedido.
—Igual gracias.
Abrió la puerta, caminó a tientas hasta el comedor.
—Comeré la comida que has preparado.
Xavier sonrió satisfecho.
—Es mucho mejor así. Estarás más fuerte.
Le sirvió la comida. La oyó suspirar nostálgica. Cuando le colocó el plato enfrente, ella hizo lo de siempre, tantear con las manos todo, se llevó un bocado a la boca. Sonrió y saboreo la comida.
—Gracias, es jamón.
—Sí. Estaba por ponerse malo, por eso, preferí sacarlo y comerlo.
Ella sonrió apenas. Afirmó.
—Quiero que me dejes servir la comida, limpiar la casa, ayudarte con las tareas.
—No, ya lo hablamos.
—Seré cuidadosa.
—No, ya te lo dije, mejor…
—Ser una carga que estorbo, sí, lo has dicho varias veces. Abel hizo mucho por mi familia, sigue haciéndolo, ahora tú. Quiero ayudar.
Pensó en no responder más. Ella insistía en ayudar, él solo quería saber, quería respuestas que no estaban llegando. Sonó la tetera. Se levantó a terminar de preparar el té. Le sirvió una taza a ella.
—Estás siendo muy bueno conmigo.
—No quiero que mueras, no antes de que mi hermano regrese. Él está luchando en una guerra y yo cuidando a una mujer y una casa, no puedo fallar.
—Mi padre cuidaba una casa y a dos mujeres… —soltó sin terminar la frase, dejándola en el aire.
Xavier alzó las cejas y se pasó la mano por la cabeza.
—Toma el té, descansa, no vigilaré tu sueño hoy, espero que estés bien, si no es así, me llamas.
—¿Puedo tener a Noche? Quiero a Noche en mi habitación.
—Solo por seguridad. Sí. Lo dejaré volver a entrar a la casa.
—Gracias, y siento lo de ser una traidora, no era mi intención. No quisiera que les pasara algo malo a ustedes por mí.
—No te preocupes. Según ese hombre los han acusado de traición para poder quedarse con sus cosas. Quizás te den por muerta y no te busquen.
—¿Aquí es seguro? No estamos bajo tierra.
—Abel y tú se casaron, aunque imagino que no les dio tiempo de preparar papeles, quizás intenten buscar aquí, no lo sé, hay una gran posibilidad de que ni te estén buscando.
—Ojalá —susurró con expresión de miedo, bajó la cabeza —, temo que este durmiendo y se metan un día a la fuerza.
—No pasará. Quédate tranquila, no pienses en eso.