El Cuidador

C A P Í T U L O 1 4

Faltaba poco para llegar a San Diego, Mar durmió todo el camino, abrazada a ella y contenta, por el viaje, por buscar a su hermana, Xavier sonreía contento ante la idea de darle un poco de felicidad, se sentía como un héroe, otra clase de héroe. La ventaja de ese camino era que no encontraría alcabalas, debía evitarlas en la medida de lo posible porque a Mar la buscaban por traición.

Al recordarlo dejó de sonreír, no era un buen pronóstico el que les esperaba a quienes caían en las listas desafortunadas del estado. Se mantuvo siempre al margen para evitar esas situaciones, vivía con moderación para evitar la llamar la atención, agradeció que la guerra civil lo atrapara en su ciudad natal, pues tenía más libertad para operar que en la ciudad, donde se habría tenido que regir por una tarjeta de racionamiento como los demás.

Sonrió de nuevo pensando que Mar no resistiría vivir con una tarjeta de racionamiento, estaba acostumbrada a comer bien, se detuvo en la residencia que ya conocía. Despertó con delicadeza a Mar, quien parecía no recordar donde estaba, sonrió y lo apretó fuerte a ella, quedó inmóvil, aguantó la respiración por un segundo.

—¿Ya llegamos?

—Al primer destino, aquí pasaremos la noche —respondió él.

Habría sido mejor salir desde la madrugada y darle corrido, pero Xavier quería evitar los puestos policiales, Mar se mantuvo agarrada de su brazo, mientras él sacaba los bolsos pequeños.

—No me sueltes, no conozco, me da miedo —pidió.

Él sonrió negando.

—Descuida, no te soltaré.

Abrió la puerta del lugar que parecía desierto, una pequeña campana reposaba sobre un fino mostrador de caoba, el ambiente era oscuro, sin embargo, elegante, costaba más que uno que habría pagado para él solo, aunque no estaba solo. Miró a Mar y se sintió conmovido por la forma en la que lo hacía sentir, sí era hermosa, divertida y alegre, pero también discapacitada, no le tenía lástima, más bien admiración, y sentirse como se sentía cerca de ella le recordó que era un ser humano con sentimientos, no uno frio y desinteresado por la vida, como se llegó a sentir más de una vez.

Tocó la campanilla, debió hacerlo al menos dos veces antes de que un muchacho delgado y somnoliento le saludara con desidia desde la puerta detrás del mostrador, acomodó su ropa y su cabello, frotó sus ojos y los miró tratando de despertarse.

—Buenas tardes. ¿En qué puedo ayudarlos? —tartamudeó.

—Buenas tardes, una habitación, por favor.

—Claro, ¿recién casados?

—No —respondió Xavier incómodo. Mar soltaba risitas tontas que lo pusieron más incómodo.

—Igual, tenemos la habitación matrimonial estándar, una habitación matrimonial luna de miel, la diferencia no es mucha, por eso decía, y tiene mejor vista —ofreció tartamudeando.

Xavier le dedicó una mirada de odio al recepcionista, Mar se echó a reír.

—Elige la que tiene mejor vista esposo —Rio Mar.

—Lo siento, lo siento mucho —dijo el chico al notar la ceguera de Mar quien no dejaba de reír.

—Yo no veo, pero él sí, no te disculpes —lo tranquilizó Mar.

El chico sonrió asintiendo con un gesto nervioso.

—Necesitaré sus nombres.

—Antonio Casas y Elena de Casas —respondió Xavier sin pestañear.

—Necesitaré una identificación.

—¿La necesitas? —le increpó Xavier con mirada retadora.

 El chico tragó grueso y negó. Tomo el dinero y estiró la llave.

—Que descansen. Su habitación es la 108.

—Buenas noches, gracias —respondió Xavier sonriente.

Mar se aferró a él cuando comenzaron a subir las escaleras, con paciencia la condujo hacia arriba, una vez dentro, soltó un suspiro, colocó los bolsos junto a la puerta.

—Que chico tan pesado —se quejó.

—A mí me pareció tierno.

—Me daré una ducha rápida. Recuéstate si quieres.

Ella afirmó. En la habitación solo había una cama, que era grande, pero una sola. Xavier decidió que dormiría en el piso, no sentía que estuviera bien compartir la cama con la esposa de su hermano. Se puso su ropa para dormir, pensó en ir a buscar algo de comida en el restaurante del lugar, para Mar, al abrir la puerta del baño la vio enrollada en la cama durmiendo cómoda.

Tocó su frente y se aseguró de que no estuviera con calentura, la arropó mejor y se echó él sobre unas cobijas sobre el suelo, apagó la luz dejando encendida solo la lámpara junto a la cama, que emitía una tenue luz, se acostó de medio lado mirando el perfil de Mar iluminado apenas por la lámpara.

No ignoró como su corazón se aceleró y su cuerpo se relajó en su presencia, era como la cosa más bonita y preciada que había tenido entre sus manos para cuidar, negó y se dio la vuelta, no podía permitirse sentir nada por Mar, se regañó; una cosa era reconocer que la había admirado de más aún sabiendo que era la esposa de su hermano, y que se alegró cuando supo que no la amaba porque no se sintió un traidor hacia Abel, pero otra cosa muy diferente era aceptar que le gustaba.



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En el texto hay: romance, drama, guerra

Editado: 10.02.2022

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