El Cuidador

C A P Í T U L O 1 9

No podía llegar a Mar con esa noticia a medias; sí, sabia de boca de una desconocida que el hombre que buscaba estaba muerto, pero eso no era toda la historia. No dejaba de pensar en el perro, y el resto de los animales, estaba tan lejos, negó incómodo y caminó hacia la oficina pública, ahora que sabía que había sido de aquel hombre, solo debía confirmarlo, lo hallaría entre los papeles de la oficina del gobierno.

—Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarle? —preguntó un hombre en la entrada de la oficina.

—Buenas tardes, necesito saber de alguien, es el esposo de mi cuñada.

—¿Qué busca exactamente?

—Me han dicho que ha muerto. Miguel Ángel Arreaza…

—¿El general? —inquirió el hombre al tiempo que alzaba la cejas en señal de asombro, miró a los lados antes de regresar la vista a Xavier.

—Sí…

—¿Es usted familia?

—No, es decir, mi esposa busca a su hermana, que está casada con…

—Señor, debe acompañarme —dijo el hombre con severidad —, sígame.

Xavier tuvo un mal presentimiento, no debió ir a una oficina del gobierno, su desespero por buscar información lo expuso. Mar estaba sola, adolorida en una cuarto de hotel, si la buscaban, él estaba allí dejando un camino claro abierto para que la encontraran. Afirmó tenso, pero sin mostrar dudas, caminó detrás del hombre que lo conducía por innumerables pasillos, su mal presentimiento solo crecía.

No podía dejar sola a Mar por mucho tiempo, desde hacía unos días había comenzado a presentar un dolor en el hombro izquierdo que pronto se le fue extendiendo por todo el cuerpo, permanecía inmóvil y adolorida sobre la cama. Lo necesitaba.

—¿Puede decirme a donde nos dirigimos?

—¿Usted cree que está en derecho de exigir eso? —replicó el hombre.

—Escuche, solo quiero saber si mi cuñada está viva, es todo.

El hombre se giró a verlo, le dedicó una media sonrisa.

—Nosotros también.

Abrió una puerta, era un pequeño cuarto gris con una mesa de madera en medio, sin ventanas ni puertas adicionales. Xavier examinó el lugar con recelo.

—No pueden detenerme…

El hombre soltó una sonrisa cínica.

—¿Esto acaso es una estación de policía?, espere aquí.

Empujó a Xavier dentro del cuarto. Cerró la puerta. Maldijo su torpeza, su imprudencia, Mar era buscada por traición, así como su hermana, no sabía bien el estatus del general, pero la expresión de la gente al nombrarlo no era positiva, algo turbio había alrededor de él. Su pulso se aceleró, comenzó a sudar, pensaba en Mar y lo osado que fue al salir de San Isidro para comenzar esa aventura sin sentido de buscar a Analía. Espero por quince minutos que le parecieron eternos, era más tiempo lejos de Mar, quien lo necesitaba hasta para ir al baño.

Se abrió la puerta, un hombre ataviado en traje militar entró con violencia, con una sonrisa en su cara, la cual se perdió al ver a Xavier, lo miró extrañado de pie a cabeza.

—Tú no eres Abel —espetó.

—No, soy su hermano, Xavier Irazábal.

—No comprendo, ¿por qué te haces pasar por él?, ¿le pasó algo?

—No, no he sabido de él,  no me estoy haciendo pasar por él —respondió Xavier atropellando las palabras.

El hombre cerró la puerta, se sentó frente a él en la pequeña mesa. Era un hombre corpulento que se veía ridículo en la pequeña silla frente a él, su cabello cano estaba cortado bastante bajo, su mirada era fría, debió ser un hombre muy apuesto en su juventud, su mirada color dorado era intensa, libre de malicia. Mantenía una mueca torcida en la boca, y escepticismo en sus ojos.

—Se me dijo que un hombre buscaba al general Arreaza, quien era el esposo de su cuñada, la esposa del general Arreaza solo tenía o tiene una hermana: Mar; Abel está casado con Mar, pero tú no eres Abel.

Xavier afirmó comprendiendo la confusión.

—Lo siento, digo que es mi esposa para evitar dar esas explicaciones; es cierto, Mar es mi cuñada, la esposa de mi hermano Abel.

El hombre sonrió con amabilidad y asintió.

—Te pareces a él, más delicado y menos curtido, pero te pareces a él —dijo y soltó una risa. Xavier se mantenía tenso.

—Tanto Abel como su esposa desean saber el paradero de Analía Jiménez, solo intento ayudarlos a hallarla.

—Pues eres muy valiente, y tonto. ¿No sabes el peligro que corres al andar diciendo que estás emparentado con un hombre que fue declarado enemigo del estado, traidor?, o de gente que es perseguida, la primera Jiménez que aparezca con vida, será muy útil para el estado, la encerraran en una celda y le harán firmar lo que les dé la gana. Terminarán de quitarle sus posesiones.

Xavier bufó y se llevó ambas manos a la cara, se cubrió el rostro por unos instantes, temblaba, su pulso se aceleró.

—Ella no tiene nada…

—No sé, lo que sé es que has tenido suerte de que el chico en la puerta sea de los míos. Soy el general Armando Loreto. No te daré explicaciones de mis afiliaciones políticas, entenderás que no quiero comprometer a nadie. Tú hermano es alguien a quien aprecio.



#3091 en Novela romántica
#1107 en Otros
#222 en Novela histórica

En el texto hay: romance, drama, guerra

Editado: 10.02.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.