El Cuidador

C A P Í T U L O 3 0

Tres semanas después

Los guardias mantenían la rutina, hacían lo mismo a diario, llevaban nuevos reclusos cada día, la presión por la cantidad de presos estaba haciendo estrago, debían hacer que los hombres compartieran celdas, algo que Xavier, Echenique y Moisés esperaban con ansias.

—Necesitaremos un auto —dijo Moisés.

—Yo tengo un auto —respondió Xavier.

Se escuchó una carcajada sonora por todo el calabozo.

—Tenías, esos maleantes debieron habérselo quedado ya, junto con todo lo de tu casa —explicó Echenique en medio de la risa de los demás hombres.

—Entonces, tomaremos uno de ellos.

—Así se habla —replicó otro.

—No nos han hecho compartir celda aún, la fuerza de dos contra un guardia por muy armado que esté los ponen en desventaja, a pesar de que no nos alimentan y nos golpean. Tenemos una oportunidad —expresó Xavier con emoción.

—Lo saben, pero no dejan de apresar gente. No hay lugar a dónde llevarlos —inquirió Echenique —. Los guardias también se ven cansados, creo que quien sea que esté en  control, debe estar mal de la cabeza, estos hombres no descansan, están ojerosos e irritables.

—Se irán en contra de ellos cuando sus vidas estén en peligro, mis hermanos no me dejarán aquí, vendrán por mí, lo sé.

—Dices eso todos los días, Moisés, es un riesgo para ellos. Tendremos que salir de aquí por nuestros propios medios.

—Sé de qué hablo, conozco a mis hermanos. Usted mismo sabe de lo que son capaces de hacer por mí, usted debió defenderme porque de lo contrario iban a incendiar su despacho, así que créame abogado, sé que vendrán.

Como cada día desde el cautiverio, se dormían tarde hablando de planes que para la mayoría de los hombres eran solo fascinantes historias de sueños de escape, para Xavier era una cuestión de vida o muerte, necesitaba recuperarla a ella. Supo que Moisés y Echenique se quedaron dormidos, no le respondieron más. Él solo lograba dormir un poco por  las tardes, en la madrugada se les ocurrían las más alocadas ideas para huir, que sonaban posibles, y necesitaba eso: esperanza, ese día fue diferente, mientras contemplaba la oscuridad con sus ojos cerrados imaginando el mundo de Analía, escuchó un alboroto. Se puso alerta.

—Canalla, golpeas duro, no comerás mientras estés aquí —espetó uno de los guardias.

—Ya no hay más celdas, son muchos —dijo otro de los soldados.

—Pues, llegó la hora de compartir, menos mal están dormidos, mañana debemos ver como haremos para distribuir a estos animales.

Escuchó el sonido de unas rejas abriéndose, y las preguntas nerviosas de quienes las ocupaban, se limitaron a empujar e insultar a los nuevos reos, calculó que abrieron tres celdas. Los guardias se fueron con la rapidez que entraron, eso era algo que había salido de la rutina, fue algo diferente. Se puso de pie aferrado a los barrotes, tratando de oír algo.

—¡Moisés!, soy yo, Manuel, ¡Ey! —susurraba uno de los hombres.

Los sentidos de Xavier se activaron, eran sus hermanos, los hermanos de Moisés habían ingresado allí para sacarlo, debían tener un plan.

—Quizás no está aquí —dijo el otro.

—Aquí exactamente me dijeron que estaba y pagué mucho para que me trajeran aquí, debe estar, pero durmiendo como el perezoso que es. ¡Moisés! —espetó.

—Sí está —dijo Xavier.

—¿Quién es?

—Abogado Xavier Irazábal. Creo que nos conocimos.

Los hombres se rieron.

—Y yo buscándolo para que nos ayudara a encontrar a Moisés, y estaba usted tan encerrado y perdido como él.

—Tenemos un plan —dijo Xavier.

—Basta Xavier, a dormir, tú no duermes y no dejas a los demás —se quejó Echenique.

—Despierta a Moisés, aquí están sus hermanos —gritó, la celda de Echenique estaba junto a la de Moisés del lado frente a donde él estaba.

—¿Qué?

—Llámalo.

—¡Moisés! ¡Moisés! —susurró Echenique.

—¿Qué?, habla y habla todo el día, hay que dormir… —se quejó Moisés.

—Hermano, soy yo, Manuel —gritó su vecino de celda.

—¿Manuel?, ¿y los muchachos? —preguntó emocionado.

—Afuera, entré con dos amigos nuevos, saldremos de aquí, tenemos un plan y armas —dijo, soltó una risa histérica.

—¿Cómo?

—Dinero, con dinero. Todos atentos cuando traigan la primera comida del día —dijo el hombre.

—¿Qué harán? —inquirió Xavier.

—Deje de hablar. Para mañana a esta hora serán libres, solo manténganse atentos.

—¿Y cómo haremos con los guardias? —preguntó Moisés.

—Uno de ellos me está ayudando —respondió su hermano.

—Descansen, cuando amanezca, esto no será fácil —intervino otro de los hombres.

Explicaron de forma breve como escaparían del lugar, dependían de que todo se diera dentro del plazo estimado, el hermano de Moisés pudo pasar un reloj, eran las 2:24 am, antes de las 6:00 am, el guardia sobornado le abriría la puerta, cuando los otros llevaran la comida, saldrían y los atacarían, dejándolos en su lugar, los que le daría tiempo de escapar en silencio, si algo salía mal, se verían forzados a usar la fuerza y todos sería un caos.



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En el texto hay: romance, drama, guerra

Editado: 10.02.2022

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