El Cuidador

C A P Í T U L O 3 2

Admiraba a su hermano que se veía agotado, se acercó a su cama y le sonrió. Ya habían dispuesto para él un colchón en el piso

—¿Sí me vas dejar dormir verdad?

—Claro, lo siento, no puedo creer que estés aquí, te extrañé mucho. No sabes la veces que deseé que la guerra acabara para verte de nuevo, para que regresaras.

—Incompleto —dijo con tono nostálgico.

—Vivo.

Sonrió.

—El general Arreaza, es un hombre desequilibrado en lo emocional y mental, lo que lo hace presa fácil de manipulaciones, no es un hombre cruel, pero si inestable, y por lo tanto impredecible.

—Creí que eran muy amigos.

—Lo éramos, no apoyé el golpe de estado y por eso se me declaró enemigo, gente más poderosa y malintencionada lo manipula.

—¿Dónde está Mar?, es decir, la verdadera Mar, te he fallado, aún no la hallo.

Sonrió y alzó las cejas.

—Es una de esas personas malintencionadas que lo manipulan.

Xavier abrió los ojos asombrado, se sentó en la cama junto a su hermano.

—¿Cómo?, no comprendo.

—Mar y yo nos casamos por las prisas, como te dije en mi carta, no era un asunto del corazón, era una acción para ayudarlas; se suponía que Arreaza se llevaría a Analía y a Mar,  ya que él no iría al frente. Cuando llevaba medio camino, me alcanzó uno de los hombres que trabajaba en la caballeriza de la hacienda, me dijo que Arreaza solo se había llevado a Analía, que debía recoger a Mar, fue cuando te escribí.

—Pero no era Mar, era Analía. ¿No entiendo la confusión?

—Yo no tenía por qué dudar de la palabra de aquel hombre. Analía me contó que su hermana le pidió hacerse pasar por ella para que tu pudieras recibirla, porque Mar era mi esposa, no ella. Analía no sabía que Arreaza debía llevarlas a las dos.

—¿Por qué?

—Parece que lo de ellos si era un asunto del corazón, o eran aliados, no sé qué planeaba ella. Mientras yo creyera que Mar estaba contigo, su plan permanecía oculto.

—¿Y Analía se casó con Arreaza?

—Sí, por eso corre peligro, él puede querer llevarse, a mí me obligaron a firmar una anulación de matrimonio, pero no consiguen a Analía para que haga lo mismo. Su hermana la busca.

—Menos mal que no dimos con ella —comentó Xavier con la mirada perdida.

—Sí, fue una sorpresa nada agradable. Yo creía que Mar estaba en peligro, quería que la ayudaras.

—Pobre chica —dijo pensando en Analía —. Quiero verla, necesito verla. Yo no me porté bien con ella, pensaba que había mentido por otras razones. Yo…

—Descuida hermano. Sé quién eres, no tienes que justificar nada.

—Sé que la amas y…

—No digas nada. Nada de eso importa ya. Soy un lisiado, nada podría ofrecerle.

—¡Abel!

Sonrió de medio lado.

—La amas. Lo sé y ella te ama. Yo nunca me atreví siquiera a decirle como me sentía, la veía tan frágil.

Xavier sonrió.

—Nada frágil, y ha sido un dolor de cabeza desde el primer día.

Los dos rieron.

—Yo estoy feliz de que abrieras tu corazón a alguien, de que ella haya lograda entrar en tu cabeza y pensamientos. Yo soy feliz con eso.

—Abel.

—Debemos protegerla de su hermana y de Miguel ángel.

—¿Dónde estaba? ¿Lo sabes?

—La dejaron en la estación de policía, con su nombre y sus papeles en la mano en una silla de ruedas. Creyeron que era una indigente y la entregaron al hospicio que cuidan las monjas, allí ha estado desde entonces. La habían cuidado bien, pero cuando enfermó, desconocían su padecimiento.

—¿Cómo dio Manuel con ella?

—La vio y la descripción le calzó.

—¿Qué hacía Manuel ahí?

Lo miró de forma misteriosa, miró hacia la puerta.

—Ahí esconde armas —susurró.

—¿Allí?, ¿con las monjas?

Abel afirmó.

—Xavier, sé lo que piensas de la violencia, pero hacen lo correcto, yo los apoyo, y vamos a necesitar tu ayuda.

—Hoy golpeé muchos guardias, estuve dispuesto a matar a un hombre, dirigí una fabrica de armas y municiones, ya no sé quién soy hermano.

Abel sonrió satisfecho, afirmó.

—Podemos ser nuevas personas, la guerra nos obliga. No podemos dejar que se queden con el poder, no lo permitiremos.

—No, no lo haremos —respondió sintiéndose valiente, su hermano estaba sin una pierna, convaleciente en una cama y aún así sentía ganas de luchar, él no podía ser menos.

—Ahora duerme, necesito descansar, y tú también, mañana verás a Analía —dijo y cerró los ojos.



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En el texto hay: romance, drama, guerra

Editado: 10.02.2022

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