El Cuidador

C A P I T U L O 3 6

Tres meses después.

Llegó la anulación del matrimonio de Analía, la envió su propia hermana a la casa de Xavier en Alcázar, con una invitación a la boda de ellos, que por supuesto no aceptarían. Iban perdiendo la guerra, no las esperanzas, habían tenido que mudarse varias veces ante la posibilidad de que descubrieran donde se encontraban.

—No te dejaré.

—Es a mí a quien buscan, ustedes pueden salir librados de esto —dijo Abel en su uniforme de pie junto a la mesa donde planeaban sus estrategias. Xavier miró todo con desdén.

—Estás loco si piensas que volveré a separarme de ti.

—Tienes buenas noticias, puedes casarte con Analía, está ilusionada, cásate y llévatela lejos, por favor, deberás llevar contigo a Susana también. Sé que ya se me ha hecho costumbre pedirte que cuides a mi esposa, pero espero que comprendas.

—La cuidarás tú, serás padre Abel, es diferente ahora.

—Nada es diferente, hay una posibilidad de que puedan zarpar en el barco hacia Buenos aires o Caracas, en una semana. Me quedaría tranquilo si Susana sube a alguno de esos dos barcos, con ustedes.

—No, claro que no.

—Ya lo he hablado con Manuel y su madre, están de acuerdo.

—¿Y ella? ¿Es que acaso no toman en cuenta su opinión?

—No, cuando su opinión es suicida y lleva a mi hijo en su vientre, se quiere quedar, no lo permitiré.

—¿Por qué crees que yo no me quiero quedar? Quiero luchar también.

—No, eres de los que construyen Xavier, en una guerra solo hay destrucción, no hay nada que puedas hacer aquí. Te entiendo, lo último que quiero es separarme de ustedes, Susana ha sido la razón por la que me pude levantar de la cama, pero los quiero vivos y lejos del horror.

Xavier negó frustrado, salió de la habitación, regresó con Analía, aun no compartían habitación a pesar de sus suplica, quería hacer las cosas bien con ella. Trató de sacudir el mal cuerpo que le dejó la discusión con su hermano y la buscó.

—Noche duerme tranquilo. Lo he oído roncar raro, creo que es un perro viejo —dijo acariciando al perro sobre el piso.

—Fue un milagro que lo rescataran de esa casa.

—Esa malvada mujer al menos lo cuidó.

—Sí, hasta el día que se fueron del país.

—Mucha gente está huyendo. Susana dice que Abel quiere que nosotros nos vayamos también. Me parece buena idea, me quiero ir.

Xavier la miro sintiéndose a salvo por la ceguera de ella, su cara debía reflejar la preocupación por esa situación, no quería dejar a su hermano solo, tampoco quería exponer a Analía sin necesidad.

—Ya hablaremos de eso. Te tengo una buena noticia.

—¿Qué? —preguntó ella sonriendo, con su típica inocencia.

Levántate, ven.

Ella se echó a reír con picardía y caminó hacia él siguiendo su voz. La sostuvo por ambas manos.

—Analía Jiménez, ¿Quieres ser mi esposa?

—¿Qué? Sí, sí, sí quiero, siempre he querido, sí —gritó emocionada.

Se lanzó sobre él a abrazarlo. La besó en los labios. Comenzó a llorar sobre su hombro, él le colocó el anillo que había comprado desde hacía tiempo.

—¿Qué es?

—Un anillo, de compromiso, cuando nos casemos, usaremos otros, de casados.

—Casémonos pronto, ya, no quiero seguir esperando —dijo abrazándose a él de nuevo.

Besó sus cabellos.

—Como entenderás, ya tenemos la anulación, ahora podemos casarnos.

—¿Puedes quedarte en la misma habitación que yo?

—No, aún no, tendremos que casarnos primero, Analía.

—Ya no quiero esperar más —susurró ella sobre su oído.

Cenaron en medio de la algarabía por la celebración del compromiso de Analía y Xavier, su hermano le sonrió y asintió. Susana se recostó de Abel, este beso su cabeza con cariño. Su rostro reflejaba preocupación.

—Tenemos más de una razón para celebrar —dijo el general —, no solo la boda de esta parejita. Hemos conquistado Mirabal.

El lugar estalló en aplausos.

—El fin de esta guerra está cerca —sentenció Manuel, quien había perdido a uno de sus hermanos y un ojo. Seguía siendo un hombre duro, no se dejaba abatir por nada. Xavier lo admiraba.

—Aún así, les recuerdo que las personas que han sido invitadas a dejar el país, deben considerar hacerlo —recordó Abel mirando a su hermano. Susana se separó de Abel, incomoda, Xavier bajó la mirada.

Terminaron la cena, Abel evitó a su mujer y a su hermano, se encerró con los militares y combatientes a discutir los próximos pasos. Abel y Manuel hablaban bajo con cara de preocupación, Abel palmeó su espalda y entraron. Analía tomó del brazo a Xavier sacándolo de admirar la escena.

—Vamos a nuestra habitación —dijo sobre su oído. Él sonrió.

—¿Nuestra?



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En el texto hay: romance, drama, guerra

Editado: 10.02.2022

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