Su humor había cambiado, algo que solo Analía entendía. Había gente poderosa que trataba de llegar a dónde él no podía, habían pasado varias días desde su conversación con el diputado, aún no tenía información pero lo mantenían informado de todos los avances.
Ese día ayudaba a limpiar la casa cuando tocaron a la puerta. Xavier abrió, para su sorpresa, frente a él estaba el señor Ledezma, este abrió los brazos con una amplia sonrisa.
—Estaba de vacaciones en Buenos Aires, debía venir a verle mi entrañable amigo. ¿Cómo está?
—Yo…pensé que estaba, no sé. ¿Cómo sabe dónde vivo?
—¿Cómo cree que sé? ¿Me dejará pasar o qué?
—Claro.
Xavier lo presentó, las mujeres se miraron contrariadas, el hombre no dejaba de sonreír, Susana le sirvió té, Xavier se sentó frente a él expectante.
—Mi mujer está arreglándose, iremos a una boda, sabes cómo son las mujeres —dijo Ledezma.
—Lo qué pasó con la fábrica…
—Un héroe, Xavier, un héroe. Los hombres del general me mantuvieron informado luego de que los atacaran.
—¿Cómo?
—El que lucha necesita dinero, y yo tengo mucho, como estoy muy lejos de donde el peligro ocurre, les he ayudado. Así es fácil ser valiente, en cambio usted, lo supe, que se metió allí y todo con arma en mano. Como cambia un hombre.
Xavier se levantó del sofá, sus manos temblaban, agradeció que pidiera a doña Lucia llevar a Susana a la habitación. Vio de soslayo a Analía correr hacia las habitaciones. Ledezma se le quedó mirando con extrañeza, sin dejar de sonreír.
—¿Sabe de mi hermano? ¿Sabe qué ocurrió con ellos? ¿Está vivo? Dígame, por favor.
—Está vivo.
Xavier cerró los ojos y jadeó asombrado. Se llevó las manos a la cabeza y le sonrió al hombre.
—¿Cómo está?
—Preso, pero me he comprometido a traerlo, habrá una operación especial para liberar a los presos políticos, yo financié eso, me voy a ir al infierno. —Negó soltando un suspiro.
—¿Por qué lo hace?
Suspiró y miró hacia la ventana.
—Lo lograron Xavier, el gobierno caerá. Se está negociando su rendición. Su cuñada, resultó una joyita, supe que se casó con la no esposa de su hermano.
—Puedes tutearme.
El hombre sonrió.
—Traicionó una vez, y lo hizo otra vez, recibirá indulto a cambio de haber colaborado en la entrega de su marido. Para ella «hasta que la muerte los separe», era un «hasta que me convenga».
—Necesito ver a mi hermano, ¿sabes si alguno de los Moncada sobrevivió?
—Uno de ellos estará en el gobierno de transición, uno al que le falta un ojo.
Xavier sonrió. Manuel, era Manuel.
—No puedo creer nada de esto.
—Lo sé Xavier, que visitabas con frecuencia la embajada, te reuniste con gente del gobierno argentino. No te diste por vencido. Unos parlamentarios intervinieron, gracias a ellos te ubiqué acá, gracias a ellos, tu hermano y algunos de sus hombres están protegidos.
—No podía decirle a nadie, no quería sembrar falsas esperanzas, solo mi esposa lo sabía.
—Pueden regresar a casa, o traerlos acá.
—Susana está embarazada, pero sí es seguro volver a casa, sé que todos preferiremos eso.
—Les recomendaré quedarse aquí, hay aún confusión, pequeños conflictos que pueden escalar, una paz débil que puede quebrarse. Abel estará aquí con ustedes para navidad.
—Gracias, no sé cómo agradecerte esta noticia.
—Nada que agradecer, tu hermano es un héroe. Lo que haga por él, por los suyos, es un placer que no necesita recompensa. Me doy más crédito del que merezco, he trabajado con Acosta, el diputado, fue quien movió todo, solo pedí ser yo quien te diera la noticia.
Xavier asintió. Despidió al señor Ledezma en la puerta con la promesa de verse más seguido, se abrazaron. Al cerrar la puerta, todas salieron con los ojos llorosos, se abrazaron a él. Susana lloraba emocionada.
—Lo sabía, sabía que estaba vivo.
—Manuel, mi Manuel está vivo. Necesito saber sobre el resto de mis hijos.
—El señor Ledezma les escribirá para que den parte de todos. Abel está esperando para venir para acá. Vendrá —explicó Xavier emocionado.
—Por fin terminó la guerra —dijo Analía con tono nostálgico.
—Tú hermana está viva.
—Lo oí.
Xavier la abrazó, la besó en los labios con intensidad. Ella se abrazó a él.
—Te amo, soy tu familia, ahora somos una familia.
—También lo sé.
—Ahora tendrán esas bodas que se merecen —dijo la madre de Susana.
Todos sonrieron felices, aliviados de permitirse pensar esas cosas ahora. Los suyos estaban bien.