El Cuidador

E P Í L O G O

Un mes después.

El sonido de las aves sobre el puerto distrajeron a Xavier por un momento, Susana sostenía su panza con sus manos temblorosas, Analía mantenía a doña Lucia abrazada. Solo tres de sus cinco hijos sobrevivieron, Manuel se quedó junto con otro, Moisés la acompañaría en Buenos aires. El barco llegó y todos rieron de emoción.

El sonido del barco al llegar al puerto sería uno que no olvidaría jamás, lo asociaría siempre al momento feliz en el que volvió a ver a su hermano, en el que su vida se completó al descubrir la suerte que tenía.

Moisés empujaba la silla de ruedas sobre la que venía Abel. Susana corrió hacia él con lágrimas en los ojos, abrazó y besó a su hermano y se echó sobre los brazos de Abel que quedó sorprendido al ver el tamaño de su panza. Moisés corrió abrazar a su madre y Analía se apartó entonces, Xavier la tomó de la mano. Ledezma y su esposa los acompañaban, Así como el diputado Acosta.

—Es una imagen hermosa —dijo Ledezma.

—Se siente bien. Ya me imaginaba en su funeral —confesó Xavier.

—Tu hermano es un hombre valiente, tú también lo eres.

Xavier miró al hombro y le sonrió con amabilidad.

Abel se levantó de la silla de ruedas, se mantuvo sobre un bastón y avanzó hacia ellos tomado de la mano de su mujer, Xavier se adelantó, soltó la mano de Analía y se abrazó a su hermano.

—Estás vivo.

—Sí, lo logramos, Xavier —dijo emocionado.

—Lo sé, lo sé hermano, pero no hemos tenido paz pensándolos.

—Estaban lejos del peligro y eso nos dio fuerza para luchar con todo. Ya pasó, todo pasó ya —dijo palmeando su pecho.

Ya en la casa, doña Lucia sirvió la comida, estaban reunidos, celebrando y en libertad.  Xavier miraba a su mujer y sabía que algo la perturbaba, no había rastros de su acostumbrada sonrisa y buen humor, acarició sus mejillas con sus nudillos, ella se sobresaltó y sonrió.

—¿Qué tienes?

—Todo es muy emotivo. Solo eso.

—Sé que piensas en tu hermana, pero sé de buena fuente que está bien.

—No ha sido muy buena, ¿no?

—Parece una mujer interesante, muy singular.

—Siempre se quejó de que había menos oportunidades para las mujeres.

Todos a su alrededor festejaba, él lo hacía a lo interno, nada superaría la felicidad que sentía, su hermano estaba vivo, sano y con su familia, esperaba un hijo y había logrado un imposible, era un héroe, los momentos de angustia quedaron atrás, ahora solo debía preocuparse por esa boda eclesiástica en la que tanto insistió la madre de Susana para él y Analía, no quería hacerlo porque Susana podía sentirse, ella tampoco tuvo una boda eclesiástica con Abel, ahora las dos parejas podían tener una boda.

—Un brindis, por la libertad, por las acciones heroicas de los hombres, y el amor —dijo Ledezma alzando la copa.

Xavier miró como su hermano sostenía con fuerza la mano de su mujer. No dejaban de darse besos y abrazos. Ella volvió a brillar. Cuando todos se iban, Abel se acercó a él, que se mantenía mirando todo con un gesto incrédulo.

—Creí que no volvería a verla nunca más.

—Ella estaba segura de que volverías.

—Me mantuve vivo por ustedes, creerás que no, pero no me expuse como pude hacerlo, fui cauteloso, no iba al frente, quería ver nacer a mi hijo, quería volver a ver la cara de Susana, y abrazarte.

—Lo sé, esto es increíble, pasamos por mucho, pero finalmente estamos juntos y bien.

—Tendré que volver, lo haré con Susana y mi hijo, y si ustedes quieren acompañarme, estaré feliz.

—Abel, ahora la política —soltó con reproche fingido.

—Sí, lo siento, siempre me meto en líos. —Rio.

Xavier, lo abrazó pensando que podía meterse en más líos si quería, solo deseaba verlo feliz.

—¿Qué sabes de Mar Jiménez? —preguntó Xavier, pensaba en Analía.

Abel alzó los hombros.

—Es una mujer hábil, se salió con la suya, pronto encontrará a quien usar para conseguir lo siguiente que quiera.

—Analía está sentida porque no la ha buscado.

—Es lo mejor.

—Ella no lo sabe, es su hermana.

—Entiendo, pero es mejor así.

Ya en su habitación, Analía se sinceró con Xavier sobre el futuro de los dos.

—He sido egoísta —dijo ella con dramatismo.

—¿Por qué lo dices?

—Prácticamente te obligué a casarte conmigo. Soy una pobre ciega. No querrás hijos conmigo.

Xavier la abrazó a él.

—Muero por tener hijos contigo.

—¿En serio? ¿Por qué no me lo has pedido?

—Porque mi cabeza y mi corazón estaban en parte con Abel, no podía dejar de pensar en él, en su destino, tú eras la única que sabía de mis esfuerzos por encontrarlo.



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En el texto hay: romance, drama, guerra

Editado: 10.02.2022

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