El cumpleaños de Robert Colan

Capítulo 4

El cumpleaños de Robert Colan capítulo 4

Díez postales

Díez ciudades

Jennins

Salamero

Boyd

Perkis

Quilon

Zed

Gibbons

Jova

Dillon

Ellis

Becky se encontraba dentro de un compartimiento en un bosque pesquero, viajando de polizona. Las enormes redes le servían de escondite. La niña miraba las postales. Edificios brillantes y personas sonrientes. La única sonrisa que realmente le interesaba era de su padre. Se arrepintió de no haber traído un libro de geografía. Así tendría una idea clara de hacia donde tenía que ir.

Ya será un problema del que se preocupara luego, se frotó los ojos, lista para tomar una siesta. Unos segundos después abrió los ojos.

—No puede ser — dijo Becky con una sonrisa de oreja a oreja.

Su búsqueda se había facilitado considerablemente.

—Lomas — dijo la niña muy feliz.

Todas las ciudades se encontraban en el mismo país. Lomas. Lomas. Lomas. Becky repetía esa palabra como si se hubiera convertido de golpe en su palabra favorita de toda la vida.

—Espero que tengas suficiente dinero para todos los regalos de cumpleaños y navidad que me debes porque ahí voy.

En Jennins, Becky consiguió un trabajo como limpiadora de un hotel muy exitoso. Buscó en todos los hoteles, posadas, albergues y hospedajes sin ningún éxito.

Salamero se caracterizaba por su clima cálido. Becky lo encontró repugnante. La ropa se le pegaba al cuerpo por el sudor. Sin rastros de su padre.

En Boyd, Becky encontró a un hombre parecido a su padre. Lo descartó de inmediato al descubrir que solo fue hombre desde hace un año.

En Perkis, Becky fue arrestada por robarse unas frutas y enviada a un orfanato. Pasó ahí cuatro meses hasta que fue adoptada por una familia amorosa. Escapó en una semana. No eran mala gente, pero no era su familia.

En Quilon, Becky tuvo un romance con un joven llamado Efraín. Ambos tenían la misma edad. El problema era que se trataba de un romance unilateral. Efraín no la amaba; amaba sus riñones que no era lo mismo.

Becky se enteró y lo mató. Le quitó los dos riñones y se los dio a un perro hambriento. No era tan difícil. Ella ya había practicado, con pollos. El perro se convirtió en su mejor amigo hasta que se tuvo que subir al tren para irse de la ciudad.

Becky lloró durante al despedirse.

Zed era una ciudad que pasaba por un mal momento. Una plaga de moscas de fruta se apoderó de la ciudad y se comió todos los cultivos. Becky se fue llevándose un par de nuevos amigos.

En Gibbons, Becky se unió a una banda de delincuentes juveniles llamada “Los halcones”. Su líder Randy era un ser déspota y autoritario. Todos le temían. Esto a Becky no le importaba, ella estaba ocupada comiéndole la boca a Gerardo, su novio. Randy estaba enamorado de ella y asesinó a Gerardo descuartizándolo como a un pescado.

Después de llorar durante horas, Becky se vengó inyectándole un veneno que ella misma fabricó hecha con flores e insectos. Randy murió al instante. Se nombró a un nuevo líder Charlie.

Charlie resultó ser un incompetente e hizo que los arrestaran a todos en su primer golpe. Becky se había salido un día antes. Sin Gerardo nada de esto le importaba.

En Jova, Becky fue a trabajar a una oficina. Nuevamente tuvo que mentir sobre su edad. Su jefe tenía un parecido a su padre. Una noche, luego de que todos se hayan ido a casa, Becky decidió confrontarlo.

Le dijo que era su hija.

La reacción de su “padre” no fue la esperada. Corrió hasta la ventana y saltó. Se encontraban en un edificio de sesenta pisos. Su cadáver quedó irreconocible.

—Con un “no” bastaba — dijo Becky.

Resulta que para que el señor Moore fundara la empresa de seguros más grande de Jova necesitaba capital así que mató a su esposa e hija. Quemó su casa con ellas adentro y cobró el dinero del seguro.

Que Becky le haya dicho eso hizo que varios recuerdos culpables que no ha podido superar salieran a la luz. No pudo soportarlo más y vio la muerte como la última salida.

En Dillon, Becky consiguió un trabajo como niñera. Tenía que cuidar a los hijos de Christopher Landon. Becky amaba ese trabajo y los niños la trataban como si fuera una nueva mamá. Ella se pudo haber quedado si quisiera, pero prefirió irse. Quería respuestas. Quería encontrar a su padre.

Se fue sin dejar una nota. Solo desapareció.

Y así se fueron cuatro años de su vida.

Ellis, la última ciudad. Becky se mostraba desanimada cuando el barco encalló. ¿Y si no lo encontraba? ¿Qué haría? Obviamente tendría que seguir buscando. Ella había desechado varias posibilidades de ser feliz por este proyecto. No podía abandonarlo así como así.

—Solo el tiempo lo dirá.

Becky bajó del barco encalló y caminó por las calles. Se desanimó aún más. Sacó la postal y la comparó con las calles. Día y noche. La postal mostraba unas calles limpias y unos edificios coloridos recién modernizados.




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