El cumpleaños de Robert Colan

Capítulo 9

Becky se movía arrastrando una pierna y dejando un rastro de sangre. Caminaba entre callejones, tomando el camino más largo a casa, para que no la vieran. De su pierna derecha bajó un escarabajo gordo que se dedicaba a cubrir el rastro de sangre, ya sea comiéndosela o cubriéndola con tierra.

Ella seguía sin creerse el haber podido sobrevivir a semejante caída. Cinco pisos. Debió haber muerto o haber quedado en estado vegetativo por el resto de su vida.

—El perro — dijo Becky —. Todo fue gracias al perro.

Becky escupió un poco de sangre. Le dolía hablar. Era bien sabido entre los habitantes de Ellis que Robert Colan amaba mucho a sus perros. Ambos eran gordos y de pelaje brillante, evidencia de buena salud. Esos animales eran el sueño de todo veterinario.

También se cuenta el rumor de que Robert Colan alimentaba a esos perros con carne humana. O carne de calidad de dudosa procedencia. Era muy difícil.

El obeso animal sirvió para amortiguar su caída.

Becky sonrió levemente. También le dolía sonreír. Ella sabía que Robert Colan estaba herido por la muerte del perro.

—Tal vez para navidad mate al otro — Becky se rio solo para terminar escupiendo más sangre. El escarabajo tenía mucho trabajo y no le importaba. Su ama tenía una sangre muy sabrosa.

En el camino, Becky dejó muchas cosas en los distintos basureros de la ciudad. Una capucha; una peluca roja; unos dientes falsos; una nariz falsa; unas uñas postizas y unos lentes de contacto azules.

Lo que quedó fue una persona totalmente diferente a la que entró al castillo de Robert Colan. Becky era una joven de cabello corto negro, ojos color nuez y piel clara. Su nariz era pequeña y roja, parecía un punto infeccioso visto desde lejos, y le faltaban dos dientes de la parte superior de su boca. Consecuencias de las constantes peleas en los bares.

Becky bestia una blusa rosada y una falda azul que le llegaba a las rodillas. La pierna roja era más notoria. No le importó. Becky se sentía más libre sin toda esa ropa. Caminó un par de cuadras más hasta llegar a su casa.

Sentía que la cabeza le iba a estallar por la fiebre.

—Mi pierna, mis brazos, mi todo — consiguió mascullar la muchacha.

Becky vivía a solo tres cuadras de La Torre del terror, a unos cinco minutos caminando, pero se demoró cinco veces más en llegar. Ese era el sitio más estratégico que pudo encontrar.

Cuando llegó hace un par de años, la casa estaba ocupada. Becky resto de negociar con los dueños. Se había gastado casi todo su dinero en los viajes. Les dijo que les iba a pagar dentro de cinco años.

Por alguna razón, los dueños rechazaron la oferta.

Becky los mató de una puñalada en el corazón y se apoderó de la propiedad. Sus amigos de múltiples patas le ayudaron a deshacerse de los cuerpos. Se comieron su carne y convirtieron el resto en un hogar temporal.

Becky sintió remordimiento. Se prometió a si misma lo siguiente:

—Esta es la última vez que mato a alguien que no sea Robert Colan. Recuérdalo Becky — se golpeó la cabeza con su puño —. Robert Colan es tu víctima principal. Los demás son solo personas inocentes.

No tardó tres días en romper esa promesa. Robert Colan y Becky tenían tanto en común. De tal palo tal astilla.

Becky abrió la puerta de la casa con su mano izquierda. Su mano derecha tenía los dedos apuntando a diferentes direcciones. La sala era la definición de acogedora. Las paredes estaban pintadas de color melocotón y tenían cuadros llenos de mensajes motivaciones (eran propiedad de sus antiguos dueños, Becky los conservó porque era adorables); los muebles eran usados y tenían marcas de trasero en todos los cojines y el televisor era gordo y solo tenía los canales básicos. Al lado del televisor había un librero repleto de novelas, principalmente de “Las aventuras de Adam Keaton”.

Las partes menos convencionales de la casa se encontraban más allá. Fuera de la sala había un pasillo con tres habitaciones.

Los tres son dormitorios y están reservados para los amigos de Becky.

El primero está cubierto de pies a cabeza de telarañas; con algunos animales cubiertos por completo de telaraña formando una cúpula. El suelo está repleto de huesos de distintas especies; y el techo y las paredes, de arañas.

El segundo es una selva en miniatura, totalmente repleto de plantas y varias lámparas que sirven de sol. Varias especies de insectos viven muy felices ahí.

El tercero es un desierto. El suelo está cubierto de arena caliente. Varias colonias de hormigas, termitas y gusanos azules, de la misma especie que Bernie, viven ahí.

Becky abrió la puerta del sótano. Ella amaba a todos sus amigos de múltiples patas, pero sus favoritos vivían en el sótano. Encendió la luz y soltó un silbido acompañado en sangre.

—Oigan, amigos — dijo ella.

Su cuerpo se apagó, cayó por las escaleras y se desmayó al chocar contra el suelo. Una sombra cubrió por completo su cabeza. Unas enormes tenazas agarraron el cuello de su blusa y la arrastraron dejando un rastro de sangre. Más sombras rodearon a Becky…

Becky despertó después de una larga siesta. Se sentía mucho mejor. El dolor se había reducido considerablemente. Estaba echada en una cama y la sábana parecía bailar, retiró la sábana y se vio cubierta en una capa de insectos.




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