El cumpleaños de Robert Colan

Capítulo 10

Seis meses después.

Durante un mes los hombres de Robert Colan buscaron al encapuchado que irrumpió en su fiesta de cumpleaños y mató a su perro. Todo el conflicto con el alcalde fue secundario (su hijo va a tener que aprender a mover la silla de ruedas sin los brazos). A Robert Colan no le importaba que un bicho se haya comido su cabeza.

—Buen provecho — dijo sin mirar a nadie a los ojos.

Solo le importaba que encontrarán al encapuchado.

La búsqueda se alargó sin ningún resultado satisfactorio. Buscaron en todas las casas, los bares, los albergues, los orfanatos y nada. Ni una pista. El encapuchado se hizo humo. Entre los guardias hay un rumor que dice que se fue del país al saber que la había cagado.

A mitad del mes fueron a visitar a Becky. Les abrió la puerta un anciano calvo, jorobado e insignificante. Solo necesitaban verlo por unos segundos para descartarlo como el encapuchado. El bastón no paraba de temblar en sus manos huesudas.

—¿Puedo ayudarles en algo?

—Si — respondió uno de los tres hombres —. Estamos buscando a esta persona — le mostró un dibujo del encapuchado —. ¿Podemos pasar?

El anciano se hizo a un lado. Le tomó más tiempo que a una persona promedio.

—Adelante. Busquen lo que quieran. No estoy ocultando nada.

Dos de los tres hombres pasaron a investigar. El anciano le preguntó al tercer hombre, que miraba a cualquier dirección menos a la cara arrugada del anciano. El viejo sonrió. Uno de sus dientes era dorado, y era el más firme de todos.

—¿Y por qué lo están buscando?

El hombre respondió la pregunta del anciano. La sorpresa del anciano fue muy convincente.

—Ojalá atrapen a ese monstruo. Una persona que lastima a un perro no es una persona en mi opinión — escupió en el suelo.

—No sé preocupe. Lo haremos. Ese hombre recibirá lo que merece.

Los hombres no encontraron nada y se despidieron del anciano. Becky esperó a que desaparecieran de su vista para quitarse la maya de la cabeza y patear el bastón. Se quitó la dentadura postiza y dijo:

—Pueden salir chicos. Los hemos engañado.

De los techos y paredes salieron una infinidad de insectos. Tantos que, su mera presencia, cambió el color de las paredes.

Becky comenzó a bailar encima de la mesa con las ropas del anciano mientras que los insectos de al lado volaban a su alrededor.

Cinco meses después llegó La noche de los pájaros verdes. Un festival muy importante en Ellis. Las Gazaleas verdes eran unos pájaros enormes de color verde claro y brillante que emigran cada año de las montañas heladas a un lugar de clima cálido. En medio del viaje pasan por encima de la ciudad de Ellis, cubriendo totalmente el cielo de verde. Si uno mira hacia arriba y el cielo verde tendrá un año de buena suerte.

Nadie se cree en las supersticiones.

En estos días, los habitantes de Ellis solo celebran La Noche de los pájaros verdes como una excusa para emborracharse. Era lo único que podían hacer. La ciudad no ha tenido buena suerte en muchos años.

Todos salían a beber y a disfrutar del desfile, la comida y los fuegos artificiales. Eso incluía a Robert Colan y a sus hombres, dejando La Torre del Terror casi vacía.

Becky también quería emborracharse, pero primero tenía algo que hacer. Primero rodeó La Torre del Terror hasta llegar a la parte trasera de la misma.

Consiguió evadir a los guardias con suma facilidad. Ellos estaban haciendo su trabajo en piloto automático. Bebían y vigilaban a medias.

Becky sacó una navaja de un compartimiento de su cinturón e hizo un agujero a la pared de piedra. De otro compartimiento sacó una probeta llena de gusanos verdes, para hacer honor a la celebración.

Becky estaba vestida enteramente de verde, al igual que los demás. Tomó una piedra y la puso dentro de la probeta. Los gusanos se devoraron la piedra como si fuera carne.

Puso a los gusanos dentro del agujero. Ellos se introdujeron más profundo en la pared a base de mordidas. Selló el agujero con masilla.

—Disfruten su nuevo hogar, amiguitos. Nos vemos en medio año.

Becky se fue riéndose como una posesa. Bebió mucho y vio el desfile. La noche era maravillosa. Estaba feliz por su venganza y porque no se había perdido los fuegos artificiales.

Vaya espectáculo.

Cinco meses y veintitrés días después.

Faltaba una semana para el cumpleaños de Robert Colan y casi todos los preparativos estaban listos. Salvo por una cosa.

Becky golpeaba una foto con un lápiz mientras miraba la enorme crisálida.

Esta comenzó a zumbar. Una rajadura vino acompañada de otra.

—No puede ser — dijo una asombrada Becky. Soltó la foto y la pisó sin querer. Fue a ver a la crisálida.

Un trozo se cayó y una mano de tres dedos salió. La misma mano rompió más trozos hasta que la criatura salió por completo. Los enormes ojos miraron a Becky y a los demás que se acercaron a ella.




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