El débil que desafió un mundo gobernado por la fuerza

Chispa

El motín.
Suena grandioso, ¿no?
Como si un grupo de esclavos famélicos pudiera desafiar al sistema y ganar.
Lo gracioso es que sí pueden.
Solo necesitan creer que la idea fue suya.

Y ahí es donde entro yo.

Últimamente los capataces están más nerviosos.
El incidente del robo los hizo desconfiar entre ellos.
Los esclavos lo notaron.
Y el miedo… es contagioso.

Lo único que falta para que todo explote es una chispa.
Y a mí me encantan las chispas.

Eren sigue actuando como mi sombra.
Siempre preguntando, siempre creyendo.
Es molesto.
Pero útil.

Hoy, mientras reparábamos herramientas, le dije:

—Eren, ¿alguna vez te has preguntado cuántos capataces hay realmente?

Él me miró confundido.

—Cinco… ¿no?

—Cinco que vemos. Pero ¿y los que no vemos?

—¿Cómo que los que no vemos?

—Exacto. —le sonrío—. No sabes si existen o no. Y eso da miedo, ¿verdad?

Su rostro lo dice todo.
Regla nº6: Crea una amenaza invisible para unir a los demás contra algo difuso.

El cerebro humano necesita enemigos. Si no los tiene, los inventa.

Durante el almuerzo, dejo caer la idea como quien no quiere la cosa:

—Dicen que hay capataces escondidos entre nosotros.

—¿Qué? —pregunta uno.

—Tiene sentido. ¿Cómo creen que siempre saben si alguien se escapa o roba comida?

Y silencio.
Dejo que la paranoia haga su trabajo.
Nada destruye la lealtad como la sospecha.

Por la tarde, un chico golpea a otro porque “creyó” que lo estaba vigilando.
Perfecto.
Un conflicto interno hace que busquen un líder que los guíe.

Y claro, ¿a quién buscarán cuando todo se derrumbe?
Exacto.
Al único que siempre parece calmado.
A mí.

Esa noche, mientras Eren me observa preocupado, finjo estar pensativo.

—Ren… todo se está volviendo raro. Todos se miran mal.

—Eso es bueno. —respondo.

—¿Cómo va a ser bueno?

—Porque el caos es el primer paso hacia la libertad.

—No entiendo.

—No hace falta que entiendas. Solo escucha.

Regla nº7: Haz que la gente crea que obedece por elección, no por orden.

—Eren —le digo en voz baja—, si algo pasa, corre hacia la puerta norte. Es la más débil.

—¿Por qué?

—Porque ahí empezará todo.

Mentira.
Pero lo creerá, y eso basta.
Necesito que actúe sin pensar.

A la mañana siguiente, uno de los capataces golpea a un esclavo sin motivo.
Mal movimiento.
El resto observa, con rabia contenida.
Yo también lo observo, pero sonrío.
Sí, sonrío.

Porque acabo de encontrar la chispa.

Durante la noche, dejo que las palabras fluyan en voz baja entre los grupos.

—Ya no aguantamos más.

—No somos bestias.

—Si lo hacemos todos juntos, no podrán con nosotros.

No digo que fui yo quien lo empezó.
De hecho, ni siquiera hablo directamente.
Solo me aseguro de que las frases correctas lleguen a las personas adecuadas.

Regla nº8: El mejor manipulador es aquel que ni siquiera parece estar presente.

A medianoche, escucho gritos.
Una piedra lanzada.
Una antorcha encendida.
Y de pronto, caos.

Los esclavos corren, los capataces reaccionan, el fuego se propaga.
Y en medio de todo, Eren me busca con desesperación.

—¡Ren! ¡Está pasando lo que dijiste! ¡Vamos, corre!
Yo lo observo.
El rostro cubierto de ceniza, los ojos llenos de esperanza.
Pobre chico.
Realmente creyó que estábamos juntos en esto.

—Ve tú primero. —le digo—. Te alcanzaré.

Él asiente y corre hacia la puerta norte.
Justo hacia el lugar más vigilado.

Mientras todos huyen hacia su muerte o su libertad, yo tomo el camino contrario.
Los túneles de suministro, bajo el almacén.
Sabía que existían desde el primer día.
Nadie más lo notó.
Porque nadie observa los cimientos mientras sueña con el cielo.

Al salir al otro lado, el aire fresco me golpea el rostro.
La noche está en calma.
Atrás se escuchan gritos, fuego, metal.
Y yo… sonrío.

No porque esté libre.
Sino porque todo salió exactamente como debía salir.

Camino por el bosque, con la ropa rasgada y las manos cubiertas de polvo.
Miro al cielo y pienso:

> Si la libertad de uno requiere la muerte de cien, entonces esos cien jamás fueron libres.

Sí, lo sé.
Suena poético, ¿verdad?
Debería grabarlo en una placa de oro algún día.

Y antes de perderme entre los árboles, miro atrás por última vez.
El fuego se eleva.
La jaula arde.
Y con ella, mi primera máscara.

Ren, el esclavo.
Muerto.
Quemado junto con todos los demás.

El mundo no lo sabrá, pero acaba de nacer alguien mucho más peligroso.

(¿Qué? ¿Esperabas remordimiento?
Por favor…
Esto es solo el primer movimiento del tablero.)



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En el texto hay: manipulacion, isekai, #fantasía

Editado: 24.10.2025

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