El aroma del café inunda mis fosas nasales provocando cosquilleos en mi estomago, teniendo el increíble deseo de probarlo. Mi vista recorre la cafetería, sin embargo mi búsqueda no tiene éxito alguno.
Juego con las plantas de la mesa mientras reposo mis brazos en ella.
¿En dónde puede estar si es la hora de almuerzo?
Muerdo mi labio inferior y cierro mis ojos.
Estaba apunto de ser atrapada por mi padre.
Basto con una simple excusa cómo "voy a echarlo a la basura después de todo sólo son desperdicios de comida" y así lograr mi libertad sin ser interrogada. Tener un padre sobre protector por las circunstancias de la vida, -que injustamente a uno le toca vivir- Sólo vuelven las situaciones más complicadas...más de lo normal.
Bueno, sólo por esta vez romperé la tercera regla.
Presiono el bulto blanco entre mis dedos al escuchar una silla rechinar a mi lado y me sobresalto despertando de mi disparate de pensamientos. Mi corazón bombea rápidamente al ver sus peculiares ojos castaños oscuros ignorarme por completo y sus manos aferrándose a su emparedado mientras lo come ferozmente.
Mi estomago gruñe involuntariamente y mi rubor sube hasta mi cerebro.
¿Cómo puede reflejar tanto desinterés al estar unos metros de mí?
Me estiro un poco hasta tirar tenuemente la caja envuelta de papel y topa en su palma al llegar a él. Frunce su ceño en un segundo y luego desaparece, tal cómo vino desaparece su ceño fruncido. Vuelve a su emparedado hambriento pero ahora la que une sus cejas soy yo.
-No necesito los cigarrillos, Hades no fumo.-Lo nombro para que conecte su vista a la mía pero no la hace, sin importar el hecho que este hablando con él.
Un gruñido se escapa de sus labios y sus ojos se conectan a los míos sutilmente hasta llegar a sentir su frialdad transmitido en ellos.
-Yo tampoco,-Agarra la caja y la tira hasta llegar a un basurero-tengo de sobra y me importa una mierda si fumas o no.
Mi pecho se agita con disgusto, sintiendo el dolor consumirme. ¿Qué le ocurre? Muchos necesitarían el dinero que fue invertido en ellos, un completo desperdicio. Me levanto y empujo el agua y él empuña sus manos al verse mojado por ella pero a mí me importa menos.
Quizás muy dentro de mí, no fue esa la causa de mi enojo, pero por nada en el mundo le di motivos para hablarme de ese modo. No sé que le ocurre pero su actitud engreída, sólo muestra su poco interés cuando se trata de dinero.
Ahora no me importa el hecho que esos cigarrillos hayan sido comprados con mucho dinero o que nuestro primer encuentro me haya dejado ansiosa, porque el odio que hay en mí, hace que todo eso se vea nublado en este momento.
-¡¿Qué diablos te pasa?!-Espeta furioso y se eleva hasta estar al frente de mí. Su pecho sube y baja por la adrenalina y mi respiración se vuelve confusa al sentir la suya muy cerca de la mía, posando todo mi peso sobre mis pies.
Sé que trata de intimidarme pero no le cederé el poder.
Uno mis fuerzas y mis nervios a flote mordiendo levemente mi mejilla.
-Me importa una mierda.-Igualo su frase haciéndome sentir satisfecha pero una chispa rebelde se escapa de mí.
¿Desde cuando las palabras ofensivas son parte de mi vocabulario?
-Dime más...-Ronronea en mi oído encendiendo mis nervios y lo aparto de mi con un empujón fuerte y a pesar de mi movimiento brusco, él se ve divertido, para nada afectado-Sé que tienes más que...-Barre su vista por mi cuerpo hasta llegar a mi pies.-ofrecer.
Mis pensamientos se detienen en la palabra que le dio énfasis "ofrecer"; y mis manos forman puños, mi rostro se encuentra hirviendo, aunque más del enojo que de la vergüenza. Mi mano impacta hasta su mejilla, sintiendo el ardor recorrer mi palma y ahora somos el centro de atención.
Algunos murmuran entre ellos y otros se largan pero nosotros seguimos aquí, con una ridícula guerra de miradas. Aunque nuestros ojos veraces pueden decir más que mil palabras.
Llego a concluir, incluso, que su mejilla roja hace un buen contraste con su piel pálida.
¿Qué diablos pienso en estos momentos?
Giro sobre mi eje y me encamino para alejarme todo lo posible de él, no lo quiero volver a ver, ni siquiera quiero dirigirle la palabra. Sin embargo un gruñido ronco y familiar se funde en mi oídos deteniendo mi paso.
Giro mi rostro pero antes que pueda dirigirle la mirada, él sin esperar más lo dice.
-No te involucres en lo que no te importa...-Torna su voz frívola.-puedes salir lastimada.-Mi piel palidece y lo observo perpleja.
Recuerdo mi búsqueda sobre los cigarrillos sin embargo, lo vine a buscar para dárselos pero no tiene ni el menor sentido que se haya enterado de eso.
-¿Es una amenaza?
-Es un consejo.
Y se va, dejándome con la palabra en los labios.
-Maldito mocoso.-Mascullo para mí misma y me encamino a mi cuarto.
¿Qué quiso decir con eso? No le tengo ni el más mínimo miedo a él, ¿Su consejo? Bastardo loco, ¿Cómo creerle después de faltarme el respeto?
Al fin llegando abro la puerta y me introduzco al cuarto. Un suspiro pesado se escapa de mis pulmones y abro mi mochila con todas las cosas preparada para mañana; Los nervios se vuelven parte de mi vida, de sólo recordar que al fin podré ir a la universidad.
Elevo la comisura de mis labios al recordar su camisa mojada por el agua, ¡Bien merecido lo tuvo! Aunque sus músculos...se pegaron a la tela fina húmeda.