El Deceso de Nuestro Arranque

*8*

Una risa maliciosa perfora mi oír, girando abruptamente mi cuerpo donde el sonido se formo eco al alejarse, pero una penumbra de oscuridad aturde mi visión, retrocediendo con temor al repentino frío y al tocar la pared, un metal inusual y helado, sacude mi cuerpo por completo.

 

Abriendo mis parpados por completo.

 

La luz filtra las ventanas junto a las cortinas rebeldes, las cuales se colan hasta mis pies. Ocasionando enredos descuidados y comodos, con un resplandor, indicándome que ya amaneció. Estiro mis extremidades todavía en mi cama y luego hago el típico recorrido para prepararme, apresurándome y dejando de lado mis pensamientos, con la diferencia que ahora iré a la universidad.

 

Frunciendo el ceño ante la extraña pesadilla, que todavía cala en mi piel, pero fue solamente eso, una pesadilla.

 

¿Pero por qué mi corazón no para de doler? Niego con mi cabeza, sacudiendo ese mal sueño.

 

Devoró mi desayuno, no puedo negar la felicidad que recorre mi cuerpo al recordar lo que sucedio ayer. Porque ahora resulta, que aparte de poder ir a la universidad, soy amiga de Hades.

 

¿Quién imaginaría que al fin nos llevaríamos bien? O al menos eso pienso yo.

 

Suspiro y me levanto para ir a cepillar mis dientes. Al terminar, agarro mis cosas y corro al auto que me llevará a la universidad. De repente recuerdo que deje a mi padre atrás, sin siquiera despedirme de él. Sin embargo, un rencor y decepción ataca mi cuerpo.

 

De algún modo, no quiero hablar o siquiera verlo, no ahora.

 

Ninguna culpa siento por mi decisión.

 

Subo y cierro la puerta, saludo al señor Connor; Arranca el auto y empieza el recorrido, bajo el vidrio y dejo que el viento desordene mi rostro. Suspiro profundamente y maravillo cada árbol, alrededor de ellos hay más vegetación, cómo flores y más arbustos. Es difícil creer que alguien cómo yo, ya siendo mayor, nunca ha experimentado cosas tan simples cómo estas.

 

Y disfruto verlo.

 

-Señorita, ya hemos llegado.-Me comenta el señor Connor y me sobresalto al darme cuenta de sus palabras. Asiento y bajo del auto, le agradezco y me despido.

 

Corro a la primera clase, emocionada, aparte de tener dos amistades. Siento la pequeña ansiedad de ver a Hades, ya que esta mañana no lo pude ver cómo ayer. Su auto lujoso no se estacionó al lado mío-lo cual me extraño-y por eso tuve que irme sin verle.

 

¿Sería llamada acosadora, por saber qué horarios de él coinciden con los míos? De todos modos, ahora somos amigos. En los libros es normal hacer eso.

 

Me encamino a la primera clase, la cual ya esta llena. Sin embargo, buscando con mi mirada, no lo encuentro. Bufo rendida y frunzo el ceño, ¿Qué le habrá pasado en el camino? ¿Por qué no se presenta?

 

Yo suelo venir casi tarde. Por eso me extraña su retraso, pueden dejarlo afuera si no viene a tiempo.

 

¿Y si le ocurrió algo grave? Como la situación de ayer, al parecer esta acostumbrado a ese tipo de problemas. Un mal presentimiento se instala en mi pecho de la sola idea. Me levanto de golpe y salgo cómo la luz hacia el corredor. ¿Y si es verdadera mi sospecha? Hades me dijo que sería mejor si me mantuviera alejada de él, los ancianos parecen conocer muy bien quién es y yo no lo sé.

 

Lo que sea que Hades este metido, no quiero que le afecte.

 

Sin embargo mi paso se congela, al ver a Gavrel frente a mí. A pesar de verle, eso no me detiene, sino sus heridas. Su labio esta levemente roto y tiene algunos moretones por el rostro, contando una leve cortada fresca en su mejilla.

 

-Dios...-Susurro.

 

Su vista se ve apaga, pero luego de identificarme sonríe. Por su pequeño esfuerzo de levantar las comisuras de sus labios, sólo causa que su pequeña herida se extendía y haga una mueca de dolor.

 

-Ven.-Lo tomo y salimos del pasillo, Gavrel no parece poner resistencia y acepta sin siquiera decirlo.

 

Luego de unos minutos eternos, ya en la sala de emergencia. Busco al personal, sin embargo no encuentro a nadie y mejor busco yo misma las medicinas. Sé con cuidado cada nombre y la función de cada una; Y cual es mejor que la otra.

 

-Gavrel, necesito que seas sincero. ¿Hay más heridas?-De algún modo siento que soy mi padre interrogándome. Nunca pensé que sería yo quien terminaría ayudando a otros con mi experiencia.

 

Gavrel no suelta ni una sola palabra y se quita su camiseta sin previo aviso. Mi piel se eriza y mis mejillas se calientan, pero no me sorprende su cuerpo tonificado, sino los grandes moretones y cortadas en su abdomen y pecho.

 

-No te preocupes, estoy acostumbrado a esto. Sanarán pronto.-Suelta al fin, escuchando su voz rasposa y profunda. Aunque a la vez un poco divertido.

 

Mi padre me ha dicho, que personas cómo yo. No pueden darse el lujo de tener golpes o cortadas. Ya que las heridas no sanan rápidamente o puedo morir por infecciones graves, ya que las medicinas no hacen efecto en mí.

 

Vuelvo de nuevo a la realidad y tomo las medicinas, comienzo a depositar el producto en él, intentando ser delicada y así no causar dolor al hacerlo. Destapo otro y con algodón lo humedezco levemente para depositar gotas en las heridas abiertas.

 

Gavrel no aparta la mirada de mí al hacer todo el proceso, aunque parece más interesado en mí que en sus propias heridas.

 

-Puedo apostar que te gusta la medicina, ¿Para qué elegir Derecho cuándo conoces más la otra carrera?-Me congelo y mis manos tiemblan. No puedo verme ahora en un espejo, sin embargo puedo asegurar que mi expresión en este instante no es para nada agradable.

 

Puedo decir que simplemente no me gusta, pero me preguntaría cómo lo ayude en curarlo. En cómo pude saber que medicina usar, a pesar de mentirle. No podría engañarme a mi misma.




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