El Deceso de Nuestro Arranque

*22*

Mis parpados se abren de golpe y el tímpano se hace más agudo al reconocer el sonido típico de la máquina al informarme al tanto de mis latidos. ¿He dicho latidos? Me levanto de un movimiento brusco al no recordar cómo he llegado aquí y otro zumbido doloroso ataca mi cuerpo.

 

De pronto recuerdo la herida y reviso la zona de inmediato, me sorprendo de  verla vendada por completo y la bala cubierta de mi sangre a un lado mío, reposando en un recipiente. Puedo asegurar que este no es un hospital-al admirar mi alrededor-y lo último que mi mente tira, es el rostro aterrorizado de Dasha al verme perder el control de mi cuerpo.

 

Dasha...

 

Mi celular vibra a metros míos y lo tomo, pasando mi dedo velozmente al reconocer al desgraciado que se ha atrevido a hablarme luego del suceso.

 

Número Desconocido: 

 

Más te vale estar ahí.

 

Mi ceño se frunce al perderme en la conversación.

 

¿Estar dónde?

 

Paso mi dedo al notar que alguien más ha estado hablando con él y la condición de supuestamente reunirme con él. Mis manos se forman en puños y tiro el celular de la furia, al reventarlo en contra de la pared, partiendose en dos al momento de caer al suelo.

 

Mi respiración se torna pesada y las venas de mis brazos se saltan por la furia.

 

-Declarate muerto Grigor Snivor.-Pronuncio su nombre con repudio y me desconecto de la máquina, sin importarme el dolor de las agujas, jalando de mis ropas negras nuevamente en mí, en cuestión la sudadera y la camisa.

 

No soy idiota para saber que Dasha ha cometido la peor estupidez por mí. Ni siquiera sabe quien soy realmente y por parte es mi culpa, pero eso no le da derecho a interferir arriesgando su vida, nada vale que ella se meta en mi podrida vida, considerando que al hacer esto por mí, nadie cambiará el hecho de lo que estoy metido.

 

Nadie mejor que yo, sabe eso.

 

Tomo el teléfono de la casa, al asegurarme que este lugar se trata del hogar de Dasha, por fotografías de ella con su padre, entre diversas decoraciones hogareñas, no es de extrañar que esta casa si da un cierto aire familiar, nada parecido a la mía, sino, más soportable.

 

Marco unos cuantos números y el pitido suena, luego contestan.

 

-Tucker, nos vemos en el club central ahora mismo.-Cuelgo y salgo de aquí, cerrando la puerta detrás mío abruptamente.

 

Presiono un botón escondido entre mi ropa-Lo cual llevo escondido en casos de emergencia-y en cuestión de segundos, un auto negro último modelo se aparece en frente mío, al venir automáticamente. Me subo a él y enciendo el motor con mi huella, arranco a toda velocidad, sintiendo el viento pasar por mi rostro, mientras esquivo unos cuantos autos lentos en el camino con la presión acumulada, temiendo lo peor.

 

Una llamada se aparece en la pantalla del auto y autoriza la llamada.

 

Se trata de Tucker.

 

-Mars, ya me encuentro aquí, dime qué te sucedio, no te has aparecido en meses.-Me riñe.

 

-Los negocios no me importan ahora Tucker,-Justamente de eso no quiero hablar ahora, de sólo recordarlo me pone de peor humor.-sólo consígueme al maldito de Snivor.

 

-Escuche que te ha herido, pero eso se debe a tu falta de ética.-Suena confundido y lo comprendo, no ha tenido noticias de mí en meses y lo único que tiene de mí, son rumores.

 

-Prepárate Tucker, hoy será otra cómo esas noches.-Cuelgo.

 

Estaciono el auto de una frenada, provocando humo y mayor viento por el impacto, sin importar lo mal que lo he dejado parqueado y abro debajo del suelo, donde escondo mis armas; Tomo de unas armas y las acomodo en mi cintura, junto a un puño de dinero que pongo dentro mi zapatos.

 

Camino con seguridad y furor hacia la entrada, los guardias sólo me ven y saben quien soy,-no sólo por mi apellido, sino porque me muevo facilmente por el negocio-entonces me dejan entrar sin revisarme. Noto la presencia de Tucker al lado mío y sonrío con sarcasmo, al notar la mirada de Gavrel al estar a unos metros míos en una mesa repleta de licor y droga esparcida.

 

Me pongo en frente sin poner atención a sus prostitutas y él ríe sin gracia al mirarme aquí, reposando sus brazos en los hombros desnudos de ellas.

 

-Es una gran dicha tenerte aquí Mars, ¿Se te ofrece algo?-Sus amigos ríen junto a él y suspiro sin paciencia a sus chistes malintencionados, ladeando mi lengua a un lado.

 

Saco el arma de mi escondite y apunto a su rostro.

 

Se estremece del impacto y al ya esperarlo, las miles de armas apuntando a mí, al atreverme visitar la cantina de su padre, no soy estúpido para entregarme en bandeja de plata, sin embargo, me subestiman.

 

-Los problemas con mi viejo, no son míos.-Me aclara y sin bajar mi mirada, tiro de sus botellas en el suelo de una patada frustrado.

 

-Resulta que si Petrov, las mierdas te las enseña para que sepas llevar su negocio en el futuro.-Siseo ladeando una sonrisa sombría, al enterarme que intento engañarme con esa descuidada excusa, provocando más mi paciencia. Mira a todos lados nervioso tras caer en su propia mentira.-Dime que has hecho con la chica.

 

-¿Qué chica?-Finge confusión y tomo de la pistola, jalando la corredera, sólo para disparar al tronar. Sólo así comprende mi seriedad del asunto.-Ahh...¿Así que te importa ella?-Bufa.-Los sospechaba de un principio al internarte a ese maldito lugar, pues déjame informarte querido amigo, que lo más seguro es que este en un prostíbulo. 

 

Miro hacia Tucker y asiento a su dirección.

 

-¿Dónde se la llevaron?

 

-A la mierda Mars, donde perteneces.-Jalo del gatillo hacia arriba y los gritos suenan con el susto, todos corren desesperados por salir y los amigos de Petrov no dudan en disparar a mi lugar y me tiro al suelo de un reflejo al esquivar diversas balas, mientras todos huyen a la salida aterrados.




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