El Deceso de Nuestro Arranque

*33*

-¿Qué sucede contigo, crees que puede irte y no terminar la conversación?-El tono no es nada agradable en su voz y su mirada hace que retroceda, temerosa.-Ambos sabemos muy bien porque no te estabas en casa.

 

Esquivo sus ojos acusadora ante lo mencionado, trago duro y sostengo mis manos vacilantes, nerviosa, debo defenderme como dé lugar, por nada en el mundo puede saber la verdad o tener una mínima verdad de ella, me controlaría todos los días para que no vuelva a escapar y mi plan es irme.

 

-¿Me crees capaz de faltarte sobre algo tan serio padre?-Apenas las palabras son capaces de salir de mis labios.

 

-Si, si es por él si.

 

Abro mis parpados sorprendida, cerrando mis labios sin aliento elevando mi vista y retrocedezco cuando sus pasos resuenan cerca de mí, esta más que furioso, hasta puedo verle unas cuantas venas resaltando sus puños. No he dicho nada, pero mis reacciones son más que suficientes para decir a gritos la verdad.

 

-No padre, no es cierto.-Insisto porque de decir, no he mencionado que tiene la razón.

 

-No me digas,-Suelta con sarcasmo.-no sé cómo te tomaste la molestia en regresar Dasha, ¿La consciencia será?

 

No tengo razón para quedarme un segundo más aquí, ya no soporto verle.

 

-Yo...no...

 

-Estoy decepcionado.-Toma de mi brazo con furor, jalando de mí a dirección a las gradas, descendiendo. Forcejeo, chillando y notando que que ni siquiera le importa cuando tropieso entre mis pies por sus pasos apresurados, sin medir su fuerza.

 

-¡No, basta!

 

No hoy, no cuando tengo planeado irme.

 

-Me obligas a actuar de esta manera, porque ya no puedo confiar en ti.-¿Qué, de qué manera?

 

-No comprendo padre.

 

-Te permití ir a la universidad y me fallaste,-Aprieta su mano alrededor de mi muñeca y chillo.-ahora que te tengo aquí, también me fallas. No creas que esto no tiene consecuencias Dasha.

 

Jala aún más mis brazos gimiendo del dolor por cómo interna sus dedos en mi piel.

 

De pronto paramos abruptamente sin conocer el paradero del lugar de tanto bajar. Una picazón inevitable se instala en mi garganta tosiendo por el olor que se infiltra en mis fosas, putefracto, asqueroso, imposible de respirar sin tapar mi nariz, admirando el pequeño pasillo que va directo a una puerta de metal grande, con una pequeña ventana cerrada.

 

Al principio me pareció extraño, cómo si el lugar fuera hecho especialmente para eso, pero las memorias impactan en mi mente de repente al repasar mi pasado.

 

Gritos, sangre y sudor son los primero que pasan por mis ojos.

 

Un escalofrio recorre toda mi columna y retrodezco, sin embargo él se empeña a jalarme con más furor y un sentimiento inexplicable, al igual que familiar surge en mí, sé, sé muy bien porque este terror, solía encerrarme durante semanas en esa oscuridad y soledad, comiendo tan poco y sufriendo en silencio por pequeños caprichos, han pasado tantos años que he olvidado la existencia de este lugar.

 

Empujo de él, lucho con todas mis fuerzas que me suelte, consumiendo mi cuerpo la desesperación palpable de la cual padezco por culpa de los recuerdos intachables que me ha marcado este lugar. 

 

Mi fuerza comparada a la suya, es nada, por más que intente y chille en súplica, jamás triunfaré.

 

Abre la puerta de metal gruesa-que cruje al moverse-y logro admirar la pequeña ventana que da aire al extremo de la calle, el espacio cerrado y reducido con una gran oscuridad, paredes, piso totalmente de metal, ni una cama, ni una mesa, sino los recuerdos sumidos de la soledad y la desesperación que reinan aquí, una cárcel total.

 

La desesperación carcome mis extremidades por querer salir de ahí, como dé lugar, forcejeando contra sus brazos, la respiración me culmina y se torna irregular, empujando y hasta golpeando, ¡No basta, no más! Moviendo todo mi cuerpo cómo un pez que busca el mar, en vez de la superficie.

 

¡No, no, no, no puedo estar aquí, no, aquí no!

 

-¡Detente, por favor, por dios, no me metas ahí, cástigame, pero no me metas ahí!

 

Empuja de mí, cayendo de lleno contra el metal duro del suelo, jadeo, sintiendo el frío filtrarse hasta lo más profundo de mis huesos, transpirando la ansiedad hasta mi garganta y las lágrimas estallar de mis ojos, arrastrando mi andar que se torna pesado con cada pisada, cayendo de rodillas contra el suelo de seco.

 

-Con esto estaré seguro que no huirás.-El aire sale de mis pulmones de golpe y corro hacia la puerta, que al instante se cierra en mi cara, escuchando como pone las cerraduras y golpeo con furor la puerta, sintiendo la desperación consumirme poco a poco, oyendo cómo se alejan sus pasos con su andar.

 

-¡No, no, no!-Golpeo con más fuerza la puerta, sin oír respuesta.-¡No basta...NO!-Miedo, terror de no ver el día, es justamente lo que siento. Él no es mi padre, un padre jamás haría algo así por su hija, ese no es amor, ese no es el trato que quise de él, jamás le pedí algo así, no, nunca.

 

Sollozo con más furor y arremato con la puerta con ambas manos, sin importar el ardor de mis nudillos al impactar contra el metal o mis raspaduras de mis piernas al golpear mi única salida. La peor pesadilla se ha cumplido, gritando sin parar y el crujir de la puerta contra mis huesos, acelerando mi respiración irregular.

 

Grito, pido ayuda a gritos, arremato contra todo y tiro las cosas que me rodean-cómo comida-al suelo con violencia, admirando cómo estás se depedazan y se riegan, sintiendo odio, traición, resentimiento y tristeza, sobre todo tristeza acumulada del arrepentimiento, de haberme quedado en vez de ir con Hades.




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