Abro levemente mis ojos ante el sol latente que aparece en el extremo del cuarto. Entre cerrando mis parpados irritada por su luminicidad, apartando mis cabellos castaños de mi rostro con brusquedad, girando mi atención hacia la puerta que sigue cerrada, descendiendo mi vista hacia una bendeja que contiene pan y apenas un poco de agua.
Aprieto mi mandíbula y pateo de esta con brusquedad al ponerme sobre mis pies.
-¡Me alimentan peor que un maldito delincuente!
Las únicas ganas que me quedan son dormir, dormir y necesitar respuetas, que por alguna razón ese sueño no me causo miedo, sino espanto tras regresar al pasado el cual se había borrado de mí y esta conexión inusual que tengo con este sitio, el cual tenía prohibido pasar por aquí antes.
El temor que me consumía con el pasar de los días, ha sido más sencillo soportarlo, sin embargo cada noche bajo la inmensa oscuridad es una tortura total, no siempre teniendo esos sueños extraños, pero la desesperación carcomiendo hasta la puntas de mis dedos por salir de aquí.
Los días han pasado y a pesar de gritar, pedir ayuda, no he vuelto a ver a Hades, sintiendo esta soledad más arrazadora que cualquiera otra, porque cuando no tenía a nadie, era más sencillo sobrepasarlo, pero ahora que mi mente crea espectativas, cuando no se cumplen, son nefastas.
Lo que no puedo aceptar que los primeros sueños que tuve, estén relacionados con estos, no, no puedo creer algo tan descabellado cómo eso.
Me tiro en el suelo, a pesar que apenas este amaneciendo cierro mis parpados, obligando a este pobre cuerpo volver a relajarse tras la dura noche que gracias al suelo duro y frío, es imposible reconciliarlo, tampoco me agrada la idea de usar la cubeta para hacer mis necesidades, no le daré el gusto a mi padre, ahora más que nunca deseo jamás volverle a ver.
Suspiro.
1, 2, quizás dos horas después de tanto moverme, logro fundirme en el sueño profundo.
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...
Abro mis parpados jadeante, de nuevo paralizada y mi cabeza baja sin mi voluntad, hacia mis ropas destrozadas, el mismo vestido blanco hecho añicos, apenas logra tapar mis piernas y grandes moretones morados se encuentran en todo mi cuerpo, temblando mis manos que han crecido más.
¿Qué, quién, quién me ha golpeado?
-¿Por, por qué?-Mi tono más maduro sale de mis labios, quebrada, temblando y sollozando.
-Eres igual a ella.-Arremata un tono masculino, elevando el puño hacia mí y cierro mis ojos en reflejo, rendida, al no sentir el dolor e impactada, vuelvo a abrir mis parpados levemente, casi sacando un grito del susto cuando vuelvo a ver la celda, encerrada y sola, notando cómo resbalan mis lágrimas por mis mejillas y caen a mi vestido sucio, ya no tan blanco cómo antes.
-¿Qué he hecho mal,-Se pregunta a sí misma, palpando su mismo dolor ahora mismo, nublandose mis ojos de lágrimas extrañamente.-nacer estuvo mal, la mate, mate a mamá?
¿Yo, yo mate a mi madre?
Mis manos reposan en mis piernas y comienzo a raspar, a raspar y seguidamente, con más furor y fuerza, mientras el dolor suplanta la tristeza y las lágrimas paran de salir cuando la sangre mancha mis manos con el pasar del tiempo y los gritos de dolor sobresalen de su garganta, soportando todo aquello sólo por la desdicha de nacer y robarle la vida a su madre.
-¿Qué haces?-La voz resuena en la soledad y la pequeña ventana es abierta, notando sus fríos iris detallando sin preocupación toda la sangre derramada.
-Los odio.-Mi tono se torna oscuro y con furor.-no soporto más este dolor.
Desde mi niñez he sido tachada por mi padre, apuntada de asesina y su desprecio hacia mí no es ninguna mentira desde que nací, desde que aprendí a caminar he sido golpeada sin razón y asumía que eran por rabietas pequeñas de niña que no comprendía nada, pero ahora que tengo nueve años, no, sé que me detesta y que jamás me vio como su hija.
Una voz interna, dentro de su cabeza hace resonar esos pensamientos, siendo míos realmente, jadeando impactada ante el relato, sin poder creerlo, no, todavía no.
No soporto más este infierno.
-Entonces hazlo, acaba de una vez y danos paz.-Abro mis labios impactada y las emociones se mezclan entre ambas, sintiendose una sola, derramando lágrimas mientras el dolor perfora nuestras entrañas y la amargura carcome nuestro corazones.
-Déjame libre, vivir en las calles debe ser más satisfactorio que aquí mismo.-Remato.-Una vez que crezca, todo el mundo se enterará del tipo de padre que eres y no lo que aparentas ser.
-Eres, eres tan parecida a ella...-Murmura, achinando sus parpados y fijando su mirada desde mis pies hasta mi cabeza, sintiendo un escalofrio terrorífico recorrer toda mi columna, retrocediedo con temor ante su mirada latente, lamiendo su labio inferior y elevar una sonrisa con malicia.-tan...hermosa.
Escucho el crujir de las cerraduras y cómo cruje la puerta al abrirse delante mío, temblando del frío y cómo el metal transpasa todo lo helado hasta mis huesos, pero ahora lo que cala mi ser no es frío, sino temor, horror y espanto ante su mirada desafiante, sin piedad al atrapar mi cuerpo entre la oscuridad y la soledad que sucumba este lugar.
-¡No, por favor, déjame ir!-Suplico, golpeando de su pecho cómo puedo y que me suelte, desconociendo lo que puede llegar a hacerme, pero el temor de que pueda ser algo peor que ser golpeada y encerrada, sin comida, me hace pensar que será algo horrible, quizás jamás debí decir lo que dije.
Tira de mi cuerpo contra el suelo, golpeando mi frente con el suelo con tal furor que otro dolor aturde mis sentidos, sintiendo un líquido caliente pasar por mi frente al pegarse al metal frío y tomar de mi cintura, jalándola a su persona sin la fuerza suficiente de luchar, ya que me consume el cansancio hasta la mente y mis extremidades pierden fuerzas, cerrando mis parpados hasta la oscuridad absoluta.