El Deceso de Nuestro Arranque

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Sabes padre, las cosas pueden darse muy bien cuando te empeñas a hacerlas, pero hay otras que simplemente no se pueden solucionar, porque el que recibe no quiere aceptarlo, simplemente no le importa. Resulta que cometí el peor error de todos, uno que nunca podría perdonarme. 

 

Aceptar tus reglas.

 

Porque me perdí tanto, estuve muerta todo este tiempo en ese lugar que llamas hogar, estuve convencida que sólo tu llorarías mi muerte, pero sabes qué, ahora me pregunto si realmente llorarías por mí.

 

Porque al romper algunas de tu reglas para poder comer con la personas que más les importe por primera vez en mi vida, pude sentir la sinceridad de su preocupación y cariño, uno que me conocía de toda la vida y unos dos más que hace meses los conozco; Y ya siento que son mi familia.

 

Más de lo pudiste hacerme sentir toda mi vida.

 

Resulta que Hades organizo mi cumpleaños y recibí muchos regalos de ellos, abrazos, besos y un "espero que mejores". No pude evitar sollozar por las emociones contraídas, porque esas palabras hace mucho que no las escuchaba, viniendo de ellos, significo mucho para mí.

 

No tienes idea de cuanto.

 

Por primera vez pude usar un vestido corto, sin temer a lo qué dirán de mis cicatrices, aunque ese tema no debe ser sorpresa para ti, ya que desde un principio lo sabías. Lo permitiste por el temor que un día desquitará mi dolor quitándome la vida, entonces lo aceptabas cómo mi medio de liberación ante la presión. Pero lo que no sabías, es que en cada cortada me prometía hacer la próxima más profunda.

 

Ocultaron mis cicatrices, me arreglaron y nunca había sentido tan bien el viento pasar por mi piel; Pude sentirme igual que esas adolescentes, que les gusta maquillarse y verse como modelos sin temer lo qué dirán lo demás de ellas, así mismo pude sentirlo.

 

Nunca pensé que romper reglas me produciría tanta felicidad y cumplirlas, infelicidad.

 

Doblo la carta y la depósito en el recipiente donde guardo todas las cartas para mi padre, con seguridad claro. Y me desplomo en la cama agitada por la felicidad, ahora resulta que cuento las horas, los minutos y los segundos para irme de aquí lo más pronto posible.

 

Adiós padre.

 

Días antes...

 

-Hades...-Susurro su nombre y él aprisiona más mi cuerpo junto al suyo, sintiendo nuestra unidad y nuestros latidos pocos disimulados, aspirando ese olor tan característico de él que se prende a mis ropas.

 

Desliza sus manos a los costados de mis caderas y siento cómo las yemas de sus dedos acarician con frenesí mi delgada figura, sintiendo el calor colarse por mi rostro y el nerviosismo que sólo él produce en mí, sin piedad. Me remuevo un poco de su cuerpo un tanto incómoda por su repentino toqueteo y cuando logro ver con cercanía su rostro, me alejo aún más cuando su rostro esta muy cerca del mío.

 

¿Qué sucede conmigo justamente hoy?

 

Su sola presencia me aturde por completo.

 

Abre sus labios un poco extrañado por mi acción y muerdo mi labio inferior con fuerza, reprimiendo mi estúpida timidez, quiero decir, no lo he visto en semanas y ha pasado mucho tiempo para mí desde que nos besamos.

 

Estoy comportándome como una niña ahora.

 

Sin embargo su rostro esta igual a cómo lo recuerdo, con la diferencia que siempre ha sido apuesto, con sus facciones perfiladas, su mandíbula marcada, su cabello desordenado bien acomodado a su frente, las cejas negras gruesas y pobladas, sus labios gruesos y su vestimenta que es uniformada con el color negro, pantalones y suéter flojo.

 

Simplemente perfecto.

 

No obstante, sus notorias bolsas negras bajo sus hermosos ojos cafés resaltan, esta más delgado que antes, aunque sigue teniendo buenas proporciones, ha adelgazado tanto en tan poco tiempo.

 

¿Se ha cuidado bien sin mí?

 

Él no se queda atrás, sin disimulo y escrúpulos también chequea mi cuerpo, mi estilo y cambio.

 

Admirando mis piernas pálidas, mis caderas y cómo se aprieta el escote a mis pechos, achinando su mirada entornada en deseo. Cómo sus ojos se oscurecen más y el brillo en su mirar se ilumina al terminar en mi rostro, lamiendo su labio inferior, cómo todo un león contento con su presa, levantando poco a poco las comisuras de sus labios dibujando una sonrisa ladina.

 

Me estremezco más por su mirar, que el mismo viento frío impactar contra mi cuerpo descubierto.

 

¿Pero qué estoy haciendo? 

 

Ignoro por completo esos nervios que evitan mi cercanía hacia él, porque he esperado tanto por tan sólo ver su rostro, luchando para darme esperanza que estaré con Hades, para tenerlo al fin enfrente mío y ahora tengo la oportunidad.

 

Porque no sé cuándo será la próxima vez que le veré, si en meses o semanas; O quizás nunca.

 

Respiro profundo y trago.

 

Recorro mis pasos y a pesar que tenga el rostro muy caliente, dejaré de lado que tengo a la mejor pareja y que es tan apuesto que me pone de los nervios, con las terribles ganas de querer huir pero a la vez no, cómo si la mejor opción fuese esconderme para verle sin que sepa que este aquí.

 

Queriendo hacer lo que quise desde hace tiempo, reuniendo el valor e ignorando mi alrededor.

 

Cuando nuestra cercanía es suficiente y el espacio entre nosotros esta lo suficientemente reducido, con la vista baja y mis mejillas calientes. Muerdo mi labio inferior para hacer la acción, sin embargo su profunda voz suena de pronto.

 

-¿Estás bien?-Pregunta, sosteniendo levemente mis hombros con cariño.




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