El Deceso de Nuestro Arranque

*44*

-Lo mejor será que no salga de aquí.-Logro oír a lo lejos unas voces y gimo del dolor al luchar con abrir mis parpados, demasiado cansada, cómo si hubiera corrido una maratón, así se siente mi cuerpo de pesado y débil.-Con la información, me temo que puede cometer el mismo hecho otra vez y lo mejor será vigilarla. 

 

Esa voz la conozco, es de mi médico y lo confirmo cuando escucho el sollozo de mi padre en respuesta.

 

-¿Cómo pudo pasar esto? Yo en ningún momento quería que eso...-Gime llorando.-oh dios mío.

 

Los pasos del doctor se acercan a mi padre y palmea su espalda. Gracias a las cortinas no estoy a su vista, sólo parando bien mi oído para escuchar todo lo necesario, cualquier cosa que ellos no quieren que sepa despierta.

 

Es mi oportunidad.

 

-Suele suceder acontecimientos inusuales, muchas veces una sonrisa no garantiza la felicidad genuina.-Suspiro resignada, porque los términos del médico me parecen injustos, es más, las inyecciones que están en mis venas me alertan que estoy siendo salvada de una temprana muerte.

 

Vivir es una decisión mía, no suya.

 

-Sé que he cometido graves errores, pero verla perderse ante mis ojos...-Jadea pasando sus manos por sus mejillas.-no me perdonará, me odia lo pude ver en sus propios ojos.

 

Tenso mi mandíbula.

 

Saco las agujas de mi brazo de un sólo jalón y muerdo mi labio inferior suprimiendo el grito por el jodido ardor que surge ahí, respirando agitadamente. Sin darle tiempo a mi otro brazo hago la misma acción y tapo mi boca con mi mano, mordiendo mi lengua por las punzadas terribles de las heridas abiertas. Notando vendas rodeando mis muñecas, sin darle vueltas intento ponerme de pie, sin embargo un fuerte mareo me detiene de pronto, sintiendo débil mi cuerpo nuevamente.

 

-Una hija no puede odiar a su único familiar, su padre.-Responde muy seguro.

 

Formo mis manos en puños, deseando golpear a ese médico en su rostro. 

 

-No comprende doctor, yo, hice algo que nunca debí hacer.-Sisea sin explicar nada, no esta dispuesto a decir la verdad, porque nadie estaría de su lado si tan sólo la dijera, aún peor yo, que no tengo el valor de expresar mis pesadillas y mi pasado tan sucio.

 

La vergüenza inunda mi cuerpo ante la idea que Hades sabía todo desde un principio, que esos recuerdos que quise olvidar, ese pasado tan marcado nuevamente y disfrazar mi vida cómo un cuento de hadas, sonrisas y felicidad, no duro tanto, recobrando el sentido de todas esas noches e infelicidad abrumadoras.

 

Me siento derrumbada, sin propósito, sucia y con la maldición de seguir encerrada. No hay solución, no después de ser expuesta ante la única persona que me miraba diferente de todos. ¿Qué habrá sentido al tocarme, qué habrá pensado cada vez que me besaba? Un sabor amargo recorre mi garganta de la sola idea ¿Lo asquerosa que soy, lo patética que soy?

 

Tiemblo de la impotencia y tristeza que me inunda nuevamente, cómo en esas noches oscuras de suma soledad, donde prometía hacer la cortada cada vez más profunda.

 

-Lo siento tanto Hades,-Susurro bajando mi mirada ida ante el punto vació del cuarto.-lo lamento Tucker.

 

 Sin embargo jamás podré salir salir de aquí, porque no me conceden la libertad que quiero, aunque eso no me promete ser feliz afuera, no después de recordar el pasado.

 

-Tarde o temprano lo hará, no puede salir en su condición actual, es más, necesitará un psicólogo.

 

No necesitaré nada de eso al salir de aquí.

 

Observo a mi alrededor y muevo los medicamentos en busca de una solución, lo que sea para salir de aquí sin que puedan alertar a más personas, no me importa lo que sea, simplemente lo quiero porque no puedo soportar más segundos encerrada en este cuarto, produciendo ansiedad en mi cuerpo y que mis manos tiemblen al momento de mover todo.

 

Controláte.

 

Sonrío al momento de ver un frasco con líquido adentro, con el nombre de "relajante muscular". Abriendo de este tan rápido como pueda y buscar dos jeringas, viendo en las instrucciones la cantidad correcta que se debe poner, no obstante, me sobrepaso un poco para que los resultados que quiero sean efectivos al instante.

 

Sin causarles un daño letal.

 

Aunque uno de ellos lo merezca, la idea con que viva con esos recuerdos toda su vida, resulta ser mejor.

 

-Tiene razón, no la dejaré salir, aunque se lo prometí, yo cause esto.

 

Pongo mis pies sobre el suelo y cierro mis ojos con fuerza al sentir otro dolor agudo en mi cerebro, respirando levemente soportando las punzadas, no sé cuanto podré aguantar al salir huyendo, sin embargo, algo me alerta que si no salgo hoy, nunca lo podré hacer, sin importar la ayuda de Hades.

 

Me vigilarán más, me encerrarán y mirarán cada paso mío, no tengo alternativa.

 

Hasta me privarán de la muerte.

 

La desesperación se apodera de mi cuerpo, no planeo dejarme vencer por el miedo cuando el odio es mayor.

 

Corro la cortina con mi mano libre y muevo mis piernas tan rápido cómo puedo, sin darle tiempo al doctor de voltearse, le implanto la jeringa en su cuello, insertando todo el líquido adentro suyo. Produciendo que se sacuda ante la primera dosis del medicamento en su cuerpo, cayendo sobre sus piernas y repose en el suelo desmayado abruptamente.

 

Ignorando el hecho que sale espuma por su boca, poniendo sus ojos en blanco con el pasar de los segundos.

 

¿Quizás me pase con él? ¿Quizás y sólo quizás se siente un poco bien desquitar mi furor acumulado con él? Sintiendo el frío calar mis pies al caminar, elevando la comisura de mis labios con diversión hacia mi padre quién me ve estupefacto y pálido ante la escena que admira, fijando su vista en la otra jeringa entre mis dedos.




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