Capítulo 5
El pueblo del comienzo
No puede ser, Merks, este es mi pueblo natal, yo nací y crecí aquí, mis ojos no creían lo que veían el cartel que daba la bienvenida me lo confirmaba, Adolf había hablado de este lugar; Dither de alguna forma se enteró que yo era de aquí, algo más nos conecta eso es obvio y la respuesta; quizás aquí se encuentre la respuesta de quien es él y porque esta tan interesado en mi
Aunque aún incrédulo me adentre en el pueblo, no había cambiado demasiado, era un pueblo como todos los pueblos de Europa, con carreteras empedradas, edificios viejos, no muy altos con grandes ventanas, calles sumamente estrechas. Pero algo había cambiado el sitio estaba deteriorado, muchas ventanas rotas, grafitis, gente cabizbaja seguramente el pueblo no tenía la mejor economía por el momento; ver algunas calles me llenan de nostalgia, es como si me viese como un niño jugando en ellas con mi grupo de amigos
Pase por mi escuela, habían solo dos en todo el pueblo, la mía era una serie de edificios blancos con toques azules, aun funcionaba oía murmullos desde afuera, ahí estaban las nuevas generaciones, jugando futbol , algunos hablaban entre sí, de lo que estaba seguro habían chicos (como yo lo había hecho) detrás de la biblioteca bebiendo alcohol a escondidas o en los baños de la cancha fumando, gratos días de rebeldía sin causa, días que quizás al momento o no sabemos aprovechar o simplemente damos por sentado que era solo el comienzo y que lo mejor estaba por venir
A veces esto último era cierto y a veces no, yo tuve la oportunidad de vivir ambas cosas, de pasar de lo peor a lo mejor y nuevamente a lo peor; pasando por mi antigua casa recordé a mi viejo. Mi padre no era precisamente amoroso era un viejo pedante que me dio varias palizas, se la pasaba hablando maravillas de ser soldado, que era el trabajo más honrado del mundo y que todos debíamos devolverle algo al país, no odiaba a mi padre pero tampoco lo soportaba, la situación entre ambos se hizo tan tensa
Anna nunca le cayó bien, teníamos constantes peleas por ellas, la conocí cuando tenía 14 años ella llegaba nueva y al verla me cautivo, ver esos risos negros, esos entonces senos levantados, sus labios rojos y esos cautivadores ojos verdes. Anna era y es preciosa, era sumamente tímida y yo trate de hacer que se sintiera integrada al grupo, poco a poco hablábamos por teléfono todas las noches por horas ella como dice The doors encendió mi fuego y cuando teníamos 15 los dos pues nos hicimos formalmente novios
Cuando ambos nos graduamos de la escuela, ella quería estudiar psicología pero nunca tuvo dinero como para poder costear sus estudios, en ese momento era muy costos y casi imposible adquirir educación; yo por mi parte no tenía ni la menor idea de qué demonios iba a hacer con mi vida, no tenía dinero para estudiar y no soportaba a mi padre, así que conseguí un trabajo en un supermercado, pagaban muy mal pero de a poco fui reuniendo y tras vender algunas cosas tuve suficiente dinero como para tener mi propia vamos a decirle casa
Era un apartamento muy pequeño tenía una sola habitación de cama individual y por más estúpido que suene le dije a Anna que se fuese a vivir conmigo, yo me negaba a recibir dinero de ella porque aunque su familia no pudiese costear su educación vivían muy cómodos, mi estúpido orgullo de varón no me permitía aceptar ese dinero, groso error porque me despidieron del supermercado y estaba yo con Anna, con 18 años sin empleo, sin dinero y a mi suerte
Luego de eso vi en el periódico que el ejército necesitaba reclutas, no me gustaba la idea pero si completaba el entrenamiento me pagarían y no sería como mi padre, solo estaría ahí por el dinero el concepto de usar un arma aun hoy me aterra. Caminando por las calles me topo con una reja la reconozco de inmediato era de alambre que terminaba en púa, era el campo de entrenamiento de los militares, puse mis manos en ellas y podía ver como corría un grupo, recuerdo esos días yo casi siempre iba de primero y aun recordaba las canciones
-El coronel esta aturdido- decía uno
-seguro busca medicina para el oído- respondía el resto
Era una estupidez pero me hizo reír, de pronto pasando la mano por el alambrado encontré una hendidura, como si alguien se hubiese caído y yo sabía porque estaba así, era de las pocas cosas que realmente recordaba, esa noche había empezado a caer a la nieve, hacía mucho frio yo junto con un compañero habíamos escuchado que alguien había estado en la cocina y nuestro deber era detenerlo, todos los soldados tienen un mosquete para que lo cuidemos con nuestra vida, así que en medio del frio fuimos a buscar al intruso, no podía recordar a mi compañero, ni su voz tampoco era como si lo tuviese bloqueado, solo recordaba una mancha que tenía en los dientes inferiores
Encontramos al intruso trepando la reja