El callejón estaba en silencio, aún impregnado del humo oscuro que había dejado la presencia demoníaca. Céline clavó sus ojos en Mi-yeong, como si fueran cuchillas que querían atravesar cualquier mentira. Soo-min permanecía a un costado, en tensión, observando la escena.
—Empieza a hablar —exigió Céline, su voz firme, cortante—. ¿Por qué atacaste a una persona inocente?
Mi-yeong tragó saliva. Mantuvo la guadaña baja y bajó la mirada.
—Pensé que era un demonio. Se movía de manera extraña, y nunca podemos confiar en lo que parece humano. Siempre hay que estar prevenidas.
Céline entrecerró los ojos, evaluando la respuesta.
—¿Y por qué estás fallando tanto en los entrenamientos? No eres la misma.
Mi-yeong respiró hondo, intentando sonar tranquila.
—El cansancio. Las misiones, los conciertos, los ensayos… No lo uso como excusa, pero sé que no estoy al cien por ciento. Estoy trabajando para recuperar mi precisión.
—¿Y entonces por qué seguiste a una persona que no conocías hasta un callejón oscuro? —insistió Céline, dando un paso más cerca.
—Porque si alguien se esconde en un lugar así, hay una razón. Y si fuera un demonio, era mi deber confirmarlo y acabarlo. No podía ignorarlo —dijo Mi-yeong, aún sin mirarla, pero con un destello de firmeza en los ojos que rápidamente desvió hacia el suelo.
Céline apretó los labios.
—¿Y por qué hablaste con él? Era un desconocido.
—Lo enfrenté. Le hablé para obtener respuestas. Nunca se sabe qué puede revelar un demonio con sus palabras. Y si no lo hacía, nunca hubiera sabido que conocía mi nombre.
Soo-min abrió ligeramente los ojos, sorprendida, pero se mantuvo en silencio.
—Entonces si era un demonio… ¿por qué no lo atacaste de inmediato en lugar de hablar con él? —continuó Céline, sin ceder.
—Porque los demonios no son tontos. Si me hubiera lanzado sin pensar, habría caído en su trampa. Necesitaba medirlo primero. Ganar tiempo. Analizarlo.
El aire se espesó. Céline inclinó la cabeza, observándola.
—¿Qué tienes en la cabeza últimamente, Mi-yeong? Estás distraída, errática. ¿Ese comportamiento tan inisual esta relacionado con este tal Dae-Hyun?
El nombre golpeó como un trueno. Mi-yeong levantó la mirada apenas un segundo, luego la bajó, mordiéndose el labio.
—No sé quién es. No entiendo por qué me llama así. Pero no dejaré que me afecte. Estoy aquí para cumplir mi deber, no para seguir voces que quieren confundirme.
El silencio duró varios segundos. Soo-min miró de una a la otra, inquieta.
Al final, Céline suspiró, aunque su mirada seguía dura.
—No estoy totalmente convencida de lo que dices . Te vigilaré de cerca, Mi-yeong. Si vuelvo a ver algo extraño, no lo dejaré pasar.
Soo-min, en cambio, dio un paso hacia adelante con suavidad.
—Yo sí te creo —dijo, sonriendo levemente.
Mi-yeong respiró aliviada, y, aprovechando el momento, cambió de tema con una falsa energía:
—Dejemos esto atrás. Tenemos que enfocarnos en el próximo concierto. ¿Qué tal si componemos una nueva canción?
De regreso a la casa-templo, las tres se reunieron en la sala de ensayo. Las paredes estaban cubiertas de espejos, con instrumentos preparados y hojas en blanco para escribir letras.
Mi-yeong tomó un cuaderno y comenzó a tararear una melodía suave, que poco a poco se convirtió en un coro vibrante. Céline añadió versos con un toque más fuerte, y Soo-min completó con armonías que hacían brillar la canción.
La canción nacida esa noche hablaba de no rendirse ante la oscuridad, de escuchar la voz interior que guía incluso cuando todo parece perdido y tenia como titulo: Voces que no se apagan
El estribillo decía:
"Aunque la sombra me llame por mi nombre,
seguiré cantando, seguiré brillando.
No temeré al fuego, no temeré a la duda,
mi corazón arderá más fuerte que la luna."
Luego compusieron más versos:
"Si caigo, me alzaré del silencio,
si tiemblo, la música me sostendrá.
No importa cuán fría sea la noche,
mi voz encenderá un nuevo amanecer."
"Y aunque el destino quiera quebrarme,
no dejaré que apague mi verdad.
Soy cazadora, soy llama viva,
y en cada nota volveré a luchar."
Mientras cantaba estas líneas, Mi-yeong sentía un nudo en el pecho. Cada palabra que hablaba de “la sombra que la llama por su nombre” parecía escrita para Dae-Hyun, aunque ninguna de sus compañeras lo notaba. El ritmo la obligaba a moverse, a liberar tensión, pero dentro de ella crecía esa sensación extraña, mezcla de miedo y atracción, como si la canción se hubiera convertido en un espejo de lo que no podía admitir.
Cuando pasaron a la coreografía, Soo-min propuso movimientos rápidos inspirados en su látigo: giros que azotaban el aire, simulando romper cadenas. Céline sugirió saltos con precisión, como flechas que cortaban la oscuridad. Mi-yeong añadió giros amplios, casi como si blandiera su guadaña en un baile, con pasos que parecían luchar contra enemigos invisibles.
El resultado fue una coreografía dramática: empezaba con pasos pesados, como si estuvieran arrastradas por la sombra, pero poco a poco se transformaba en movimientos ascendentes, cargados de fuerza, hasta culminar en un salto sincronizado que imitaba a tres cazadoras alzándose victoriosas sobre la oscuridad.
Durante el ensayo, Mi-yeong sintió que cada giro de su cuerpo la liberaba… y a la vez la encadenaba más a lo que quería negar. Mientras sus amigas sonreían con orgullo por la canción y la coreografía, ella se preguntaba:
"¿Por qué siento que no canto contra la sombra… sino hacia ella?"
Esa noche, en su cuarto, Mi-yeong se dejó caer en la cama, agotada. Sus músculos pedían descanso, pero sus pensamientos no la dejaban dormir.
"Dae-Hyun…"
Ese nombre resonaba en su mente como un eco imposible de apagar. Y ahora, además de odio y furia , le provocaba un sentimiento extraño, cálido, confuso. Algo que nunca había experimentado.
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Editado: 16.09.2025