Mientras, en el reino marchito donde los demonios aún reinaban, la tensión se palpaba como brasas encendidas. Los muros oscuros retumbaban con voces ásperas.
—La barrera sigue en pie —gruñó Rok-gan, un demonio de piel ceniza y cuernos retorcidos.
—Cada intento ha sido en vano —replicó Seori, con sus alas negras plegadas contra el cuerpo.
—Esa maldita muralla de canto... —espetó Jwa-rin, con sus ojos como carbones encendidos—. Las cazadoras de antaño nos condenaron a vivir como sombras exiliadas.
El salón se llenaba de gruñidos y reproches. Pero entre todos los nombres, uno brillaba con un aura distinta: Dae-hyun, mano derecha de Gwi-nam, el rey de los demonios.
A diferencia de los demás, él siempre encontraba grietas en la barrera para cruzar y arrastrar almas al abismo. Esa osadía lo había convertido en el favorito de su señor.
Cuando la reunión terminó, una voz grave retumbó desde lo alto del trono.
—Dae-hyun.
El joven demonio avanzó con paso tranquilo, seguro de sí mismo.
—Mi señor.
Los ojos llameantes de Gwi-nam lo observaron con detenimiento.
—Las cazadoras siguen costándonos demasiado. Cada intento de emboscada termina en derrota. ¿Qué propones?
Dae-hyun sonrió, ladeando apenas la cabeza.
—Ganar más almas es simple. Engaños, susurros, deseos rotos… Pero mientras ellas sigan alzando sus cantos, no podremos avanzar.
—Entonces no hay nada que hacer —gruñó Gwi-nam, apretando el brazo del trono.
—Por ahora… —corrigió Dae-hyun, con una reverencia burlona—. Siempre hay un resquicio. Y yo sé cómo encontrarlos.
El rey lo despidió con un ademán cansado. Dae-hyun salió del salón, y cuando estuvo solo, dejó escapar una carcajada suave.
Giró lentamente, y sus ojos se clavaron en un punto invisible. No miraba a nadie de ese mundo. Te miraba a ti.
—Oh… —dijo con voz sedosa—. No esperaba compañía por aquí.
Se inclinó en un saludo exagerado, sus labios dibujando una sonrisa insolente.
—Bienvenido, lector. Sí, hablo contigo. Ya que estás aquí, quizás quieras escuchar mi historia desde mis propios labios, no desde las voces de esas cazadoras que tanto presumen de pureza.
Avanzó unos pasos, como si se acercara.
—¿Saben cómo empezó todo? Mi origen no es distinto al de otros de mi especie… pero supongo que a ti te gusta el detalle. Yo fui forjado en las ruinas de la guerra, un hijo del rencor y del exilio. Crecí alimentándome de lo prohibido, de todo aquello que los humanos deseaban en secreto. Y así fue como me gané un nombre… y un lugar al lado de Gwi-nam.
Alzó la mano y dejó ver un anillo oscuro que parecía pulsar como un corazón.
—Este fue mi primer trofeo. No un arma, no un alma robada… sino la prueba de que podía engañar incluso a los más “puros”. Es curioso, ¿no? Los humanos suelen gritar que odian a los demonios, pero se entregan a nosotros con una facilidad insultante cuando les ofrecemos lo que su corazón ansía en la penumbra.
Hizo una pausa, la sonrisa intacta.
—Pero seguro no es eso lo que quieres oír, ¿verdad? Lo que te interesa es ella. Mi-yeong.
Su tono se volvió más juguetón.
—¿Quieres que te cuente cómo fue la primera vez que la vi? … No, espera, quizá debería guardarme ese secreto para después. —Guiñó un ojo, como si disfrutara del suspenso—. Aunque está bien, seré generoso.
Su mirada brilló con un destello extraño.
—La primera vez que la enfrenté, lo confieso, no esperaba nada. Otra cazadora más, pensé. Pero cuando alzó esa guadaña, cuando vi la precisión en cada movimiento… había algo distinto. Ella no era como las demás. Y sí, la derroté ya que podia leer todos sus movimientos me parecia tierno que se exigiera tanto en acabar conmigo. Pude acabar con ella allí mismo. ¿Y te preguntaras porque no lo hice? Porque en sus ojos había un fuego que no quise extinguir tan pronto. Había algo… interesante. Como si, por primera vez, me encontrara con una cazadora que no solo luchaba… sino que vivía en cada golpe.
Dae-hyun rió suavemente, como recordando un juego privado.
—El segundo encuentro fue aún mejor. ¿Se acuerdan de escena no? Yo, en las sombras, ella buscando con desesperación. Podía sentir cómo me ansiaba encontrar, aunque lo disfrazara de odio. Y claro, me escondí. Jugué con ella. Quería verla reaccionar, quería escuchar su voz llamándome.
Se inclinó hacia adelante, sus ojos brillando de arrogancia.
—Por eso le dije mi nombre. Dae-hyun. No todos los cazadores merecen ese privilegio. Pero ella sí. Porque me divierte. Porque, aunque no lo admita, yo ya me metí en su cabeza.
Se rio más fuerte, esta vez con un dejo altanero.
—¿Lo notaron, verdad? Sí, ustedes también lo ven. Esa cazadora empieza a sentir algo más que odio. La forma en que me busca, la forma en que tiembla cuando me nombra… eso no es solo rencor. Y no se preocupen, yo no lo juzgo. Después de todo, ¿cómo resistirse a mí?
Dio un par de pasos, como si caminara por un escenario invisible, y extendió los brazos como si esperara un aplauso.
—El destino a veces tiene un sentido del humor retorcido. ¿Un demonio y una cazadora? Qué deliciosa contradicción. Y lo mejor de todo… es que ustedes serán los testigos privilegiados de cómo evoluciona este juego.
El demonio dio media vuelta, como si alguien lo hubiera llamado desde la distancia.
—Ah, parece que me requieren otra vez. Qué fastidio.
Se detuvo, girando la cabeza apenas, y volvió a mirarte.
—Nuestra charla… queda entre tú y yo. No le diremos nada a Mi-yeong, ¿cierto? —su sonrisa se ensanchó—. Después de todo, algunos secretos saben mejor cuando se guardan.
Se desvaneció como humo, dejando atrás un eco que parecía más íntimo que cualquier confesión.
#372 en Fanfic
#134 en Ciencia ficción
drama, romance enemiestolove rivalesamantes, cazadoras y demonios
Editado: 27.09.2025