El demonio que Amé

Capitulo 9: Entre silencios y secretos

Céline se apoyó en el marco de la ventana de su cuarto. Desde allí tenía vista directa a la entrada de la casa que compartían las tres. Alcanzó a ver cómo Soo-min y Mi-yeong llegaban juntas… pero algo estaba raro.
Normalmente, cuando caminaban una al lado de la otra, Mi-yeong siempre decía algo, aunque fuera una tontería para romper el silencio. Esta vez no. Soo-min intentó hacer un comentario, pero Mi-yeong apenas respondió con un gesto seco.

Apenas cruzaron la puerta, Mi-yeong subió corriendo las escaleras sin siquiera saludarla. Céline frunció el ceño.
—Ni una sola palabra… —murmuró, con un tono que mezclaba sospecha y confirmación—. Definitivamente, oculta algo.

Soo-min se quedó un instante en la sala, dudando, hasta que Céline la llamó desde arriba.
—Ven. Tenemos que hablar.

Cuando se encontraron en el pasillo, Céline cruzó los brazos.
—¿Viste cómo se fue directo a su cuarto? Ni un “hola”. Eso no es normal en ella.

Soo-min bajó la mirada, recordando lo que había pasado antes.
—No solo eso… cuando veníamos, la encontré rara, como… roja. Como si hubiera pasado algo fuerte y no quisiera que se notara.

Céline la miró con atención.
—¿Roja? ¿De vergüenza?

—Eso creo —respondió Soo-min, inquieta—. Y no es solo hoy. Antes también noté que estaba rara, como si evitara hablar de lo que le pasa. Ahora entiendo por qué me dijiste que lo sospechabas.

Ambas guardaron silencio un momento, escuchando cómo la puerta del cuarto de Mi-yeong se cerraba con un golpe seco. Céline ladeó la cabeza, pensativa.
—Está escondiendo algo. Y no pienso quedarme de brazos cruzados.

En ese instante, escucharon pasos apresurados: Mi-yeong salió de su cuarto, pero lo hizo tan de prisa y con tanta tensión que no se dio cuenta de que dejó la puerta sin cerrar con llave. Pasó junto a ellas fingiendo calma y bajó las escaleras rumbo a la cocina, probablemente para distraerse.

Céline se miró con Soo-min.
—Es nuestra oportunidad.

Soo-min dudó, pero la curiosidad pudo más. Empujaron la puerta despacio y entraron al cuarto. Todo estaba en orden… demasiado en orden. Céline recorrió el lugar con ojos de halcón hasta que notó algo extraño: la esquina de una hoja sobresalía del cajón del escritorio.

La sacó con cuidado: era un avión de papel. Lo desplegó y leyó en voz baja:
“Ven a verme en el lugar donde nos enfrentamos por primera vez.”

El silencio se volvió aún más pesado. Soo-min abrió mucho los ojos, incrédula.
—Esto… ¿esto qué significa?

Céline apretó el papel entre los dedos, pensativa, con un brillo frío en la mirada.
—Significa que no estamos paranoicas. Mi-yeong está metida en algo, y no es poca cosa.

Soo-min tragó saliva.
—¿Crees que tenga que ver con… los demonios?

Céline cerró el avión con precisión, como si fuera una prueba de valor incalculable.
—No lo sé todavía. Pero lo voy a averiguar. Y créeme… haré lo posible para descubrir lo que oculta.

Un crujido de escalera interrumpió la conversación: pasos que subían. Ambas se miraron, tensas. Guardaron el avión de papel en el mismo lugar antes de salir del cuarto, tratando de no dejar huellas.

La puerta volvió a cerrarse justo cuando Mi-yeong regresaba.

Céline sonrió con calma, como si nada hubiera pasado. Pero en su mirada, la decisión ya estaba tomada.

—Ahora sí, Mi-yeong —pensó para sí misma—. No podrás ocultarme lo que escondes.




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