Las cavernas del Inframundo vibraban con murmullos. El eco de rumores se esparcía como fuego en pólvora: Dae-hyun había dejado escapar a una cazadora. No solo eso: había vuelto a verla.
En un pasillo de roca, varios demonios de alto rango lo interceptaron. El primero, de piel ceniza y ojos rojizos, lo encaró con una sonrisa torcida.
—Dicen que te encariñaste con una cazadora, Dae-hyun. Que en vez de acabar con ella, la dejas escapar.
Otro, más corpulento, gruñó entre dientes.
—Eso no es propio de ti. Siempre has sido el más despiadado de todos nosotros. ¿Qué cambió?
Dae-hyun se detuvo en seco, sus ojos brillando con esa mezcla de arrogancia y peligro.
—¿Acaso les debo explicaciones? —su voz era gélida, cortante—. Si sigo con vida, es porque soy mejor que cualquiera de ustedes.
El demonio corpulento chasqueó la lengua.
—No eres mejor. Eres débil si vacilas frente a un humano.
La sonrisa de Dae-hyun se borró en un instante. Antes de que pudiera reaccionar, su puño ya se había estrellado contra la mandíbula del demonio, lanzándolo contra la pared con un estruendo que hizo temblar las rocas. Los demás se quedaron petrificados.
Dae-hyun se pasó la mano por el cabello con calma, aunque sus ojos destilaban furia.
—¿Débil? Atrévanse a repetirlo. —Su voz se volvió grave, tan afilada como una cuchilla—. Yo decido cuándo un juego termina. Y si alguien aquí cree que puede cuestionarme otra vez… será el siguiente en probar el suelo.
Los demás retrocedieron, tensos, sin atreverse a replicar. Dae-hyun rugió con furia contenida:
—¡Soy más poderoso que todos ustedes juntos! No olviden su lugar antes de atreverse a cuestionarme.
El silencio que siguió fue total, solo interrumpido por los quejidos del demonio caído. Nadie más osó hablar.
—Dae-hyun —murmuró uno de los otros, temblando—… Gwi-ma no tolerará esto.
Dae-hyun lo miró con desdén.
—Entonces que venga y me lo diga él mismo.
No pasó mucho antes de que un mensajero apareciera , inclinándose con respeto le dijo.
—Dae-hyun. El maestro Gwi-ma te convoca. Ahora.
Los demonios se apartaron. Nadie intentó detenerlo.
El salón central se alzaba imponente, iluminado por brasas eternas. Gwi-ma lo esperaba con una cara seria . Su sola presencia bastaba para hacer temblar las paredes.
—Dae-hyun —su voz retumbó como un trueno—. Me dicen que golpeaste a uno de tus hermanos.
Dae-hyun sonrió con cinismo.
—Si un perro ladra demasiado alto, alguien tiene que recordarle su lugar.
Los ojos de Gwi-ma se entrecerraron.
—Y también me dicen que juegas con una cazadora en vez de exterminarla. Quiero una respuesta clara: ¿qué significa esta debilidad?
Dae-hyun alzó la barbilla, su tono arrogante intacto.
—No es debilidad. Es diversión. ¿Acaso está prohibido entretenerse antes de matar?
La sala se estremeció cuando el fuego de Gwi-ma se intensifico . Con un accion apenas perceptible, una fuerza invisible se precipitó sobre Dae-hyun, hundiéndolo contra el suelo. El aire se volvió insoportable, como si mil cuchillas le atravesaran las entrañas.
—¡Nghh…! —gruñó, apretando los dientes hasta casi romperlos. Su cuerpo temblaba, pero se negó a gritar.
La voz de Gwi-ma sonó implacable, vibrando en cada rincón del salón:
—Nunca olvides, Dae-hyun, que todos ustedes, incluso tú, me pertenecen. Soy el amo de este reino. El poder que disfrutas, te lo concedí yo. Y si me desafías, puedo arrebatártelo en un solo instante.
El dolor se intensificó. Dae-hyun sintió como si su propio ser ardiera, como si sus huesos se fracturaran bajo un peso invisible. En su mente, las imágenes de Mi-yeong cruzaron como un relámpago. El deseo de seguir ese “juego” era lo único que lo mantenía resistiendo.
Finalmente, con un jadeo sofocado, logró forzar palabras:
—Perdón… maestro. No volveré… a faltarle el respeto.
Gwi-ma bajó la mano, y la presión desapareció de golpe. Dae-hyun cayó de rodillas, respirando entrecortado, con el sudor perlándole la frente. El castigo lo había quebrado físicamente, aunque su orgullo seguía erguido.
—Más te vale —dijo Gwi-ma con un tono glacial—. Si esa cazadora se convierte en una amenaza, no dudaré en destruirla. Y si vuelves a olvidar tu lugar… tú serás el primero en pagar.
Dae-hyun alzó la mirada, aún jadeante, pero con una sonrisa peligrosa que volvía a sus labios.
—Entendido, maestro. No se preocupe. —Sus ojos brillaron con chispa de desafío—. Yo siempre termino lo que empiezo.
Al salir del salón, se apoyó un momento en la pared. El recuerdo del dolor seguía en su cuerpo, quemando cada fibra, pero la sonrisa no se borraba.
—“Acabar contigo… o dejar que me castiguen…” —murmuró entre dientes, una risa ronca escapando de su garganta—. De cualquier modo, esto será divertido.
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Editado: 27.09.2025