El pasillo del edificio estaba sumido en una calma extraña, solo interrumpida por el murmullo de estudiantes que iban y venían a lo lejos. En ese rincón apartado, Soo-min y Céline seguían observando el papel hallado en el escritorio de Mi-yeong.
—Esto no es cualquier garabato —susurró Céline, alisando la hoja con cuidado—. La letra es de alguien que quiere la atencion de Mi-yeong.
Soo-min, más analítica, cruzó los brazos.
—El hecho de que lo escondiera ya lo dice todo. Mi-yeong no confía en nadie para mostrar lo que realmente siente.
En ese instante, pasos suaves resonaron detrás de ellas. Mi-yeong apareció desde el extremo del pasillo, con el cabello suelto y una expresión distraída, como si hubiera estado sumida en pensamientos profundos. Las chicas se tensaron de inmediato, ocultando el papel con un movimiento rápido.
—¿Qué hacen aquí tan calladas? —preguntó Mi-yeong, arqueando una ceja con ligera sospecha.
—Nada importante —respondió Céline con una sonrisa fingida, demasiado rápida para ser convincente.
Mi-yeong inclinó la cabeza. Sus ojos se entrecerraron un instante, como si hubiera notado algo fuera de lugar. Luego reparó en el leve temblor de las manos de Soo-min al esconder algo tras su espalda, pero decidió ignorarlo, un error que más adelante la atormentaría. En lugar de presionar, exhaló con calma y apoyó la espalda en la pared.
Se mordió levemente el labio antes de hablar:
—Últimamente siento que todas me miran como si estuviera ocultando algo —dijo en voz baja, más para sí que para ellas. Luego levantó la vista con seriedad—. Díganme algo… ¿qué entienden ustedes por atracción? ¿O por amor?
El silencio cayó como una losa. Ninguna esperaba esa pregunta.
Céline fue la primera en reaccionar, encogiéndose de hombros.
—La atracción es… cuando no puedes sacar a alguien de tu cabeza. Es como una canción pegajosa que no pediste escuchar, pero ahí está, repitiéndose. El amor… bueno, supongo que es cuando esa canción ya no te molesta, sino que empiezas a cantarla sin darte cuenta.
Mi-yeong bajó la mirada hacia sus dedos entrelazados. Jugaba con ellos nerviosamente, como si buscara algo a lo que aferrarse.
Soo-min la miró de reojo, seria.
—Para mí, la atracción es física, un impulso inevitable. El amor es otra cosa… es compromiso. Es elegir a alguien incluso cuando no es fácil, cuando duele.
Mi-yeong tragó saliva. Sus ojos brillaron apenas por un instante, como si aquellas palabras le hubieran tocado una herida invisible.
Céline, en cambio, soltó una risa breve.
—No le hagas caso, Mi-yeong. También puede ser emocionante. El amor es peligroso, sí… pero en ese peligro está lo divertido.
La sonrisa de Mi-yeong titubeó, congelándose en sus labios. Apretó las manos contra su falda, como si quisiera contener una reacción demasiado evidente.
—Entonces… ¿quiere decir que no siempre es bonito? —preguntó en un murmullo, casi temiendo la respuesta.
—Claro que no lo es —dijo Soo-min con dureza, aunque su voz bajó de tono—. Pero es lo que lo hace real.
El pasillo parecía encogerse a su alrededor. Por un instante, Mi-yeong abrió los labios, como si estuviera a punto de confesar algo. Pero al notar la intensidad de las miradas sobre ella, se contuvo.
Se enderezó, fingiendo calma, y habló con voz tranquila, cuidando cada palabra:
—Solo me lo preguntaba porque… quería entender mejor qué significa para ustedes. A veces parece que hay cosas que yo no comprendo del todo.
Soo-min la observó con una mezcla de inquietud y desconfianza. Ya no era solo intuición: ese papel en forma de avión era la prueba de que Mi-yeong escondía algo importante, quizá incluso peligroso. Céline, por su parte, sonrió de medio lado, aunque en su mirada se notaba que pensaba lo mismo que su amiga.
El papel escondido ardía como un secreto entre sus manos. Y aunque ninguna lo mencionó, tanto Soo-min como Céline sabían que Mi-yeong estaba envuelta en algo que no quería compartir. Algo relacionado con ese mensaje.
El pasillo volvió a quedar en silencio, pero ya nada se sentía igual.
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Editado: 27.09.2025