El demonio que Amé

Capitulo 12: Entre lo prohibido y lo inevitable”

La pregunta sobre el amor aún resonaba en la mente de Mi-yeong. Las respuestas de Soo-min y Céline la habían dejado inquieta; hablaban con tanta seguridad, como si ya hubieran entendido algo que para ella era solo un torbellino confuso. Caminó sola por los pasillos, con el eco de sus propios pasos como única compañía.

Cuando llegó a su cuarto, intentó leer, distraerse, pero no pudo. La hoja de papel que sus amigas habían escondido seguía presente en su mente, como si ardiera en algún rincón invisible.

"¿Qué es lo que realmente siento?" pensó, recostándose contra la pared. Su respiración se volvió más pesada cuando, sin darse cuenta, la imagen de Dae-hyun apareció en su mente. Su sonrisa arrogante, la intensidad de sus ojos, la seguridad con la que se movía.

Mi-yeong se descubrió pensando en lo atractivo que era… y enseguida se llevó la mano a la cabeza, arrepintiéndose.
—¡¿Qué demonios me pasa?! —murmuró, apretando los labios.

—Exacto, demonios —susurró una voz grave justo detrás de ella.

Mi-yeong se giró bruscamente, con el corazón a punto de saltarle del pecho. Dae-hyun estaba ahí, demasiado cerca, con esa sonrisa ladina que parecía leerle cada pensamiento.

—¡¿Qué haces aquí?! —exclamó con enojo, aunque su voz temblaba.

—Lo curioso —respondió él, inclinándose apenas—, es que vine porque sentí que me estabas llamando.

—¡No digas estupideces! —replicó ella, cruzándose de brazos, aunque sus mejillas ardían.

Él soltó una risa baja.
—¿Estupideces? Entonces explícame por qué tu mirada se ilumina cuando me ves.

—¡Eso no es cierto! —protestó, clavando la vista al suelo.

—Claro que lo es —contestó él, dando un paso más, acorralándola contra la pared—. Tu boca me niega, pero tu corazón late como si gritara mi nombre.

Mi-yeong apretó los puños, conteniendo la respuesta. Una parte de ella quería gritarle, otra quería huir, pero sus piernas no reaccionaban.

—Eres insoportable… —susurró al fin, apenas audible.

—Y tú eres fascinante cuando te contradices. —Dae-hyun inclinó la cabeza, estudiando cada gesto—. ¿Por qué sigues luchando contra algo que ya es obvio?

Ella desvió la mirada, sus labios temblando.
—Yo no… no siento nada por ti.

Dae-hyun arqueó una ceja, saboreando la mentira.
—Tus ojos dicen lo contrario.

El silencio se volvió insoportable. El aire entre los dos estaba cargado, tan tenso que el ruido de unos golpes en la puerta la hizo dar un salto.

—¿Mi-yeong? —la voz de Céline llegó nítida desde afuera—. ¿Estás bien ahí dentro? Te escuché hablar… ¿con alguien?

El corazón de Mi-yeong se disparó. “¡No, no, no! Si entra ahora lo descubrirá. No puede ver a Dae-hyun aquí, no puedo explicarlo…” Sus pensamientos se atropellaban, mientras sus manos sudaban y la respiración se le agitaba.

Dae-hyun lo notó enseguida. Su sonrisa se ensanchó con malicia.
—Parece que alguien no quiere que te descubran conmigo. Qué interesante…

—¡Cállate! —susurró Mi-yeong, desesperada.

—Tranquila, cazadora. Yo me encargo. —Con un chasquido de dedos, el aire se distorsionó. Mi-yeong sintió un calor repentino y un tirón en el estómago, como si el mundo se doblara sobre sí mismo.

Cuando abrió los ojos, estaban en una esquina oscura de un pasadizo donde nadie podía verlos. Desde allí se alcanzaban a ver las luces de la calle principal, lejanas y seguras.

Mientras tanto, Céline abrió la puerta despacio. El cuarto estaba vacío. Miró alrededor, confundida.
—Juro que escuché su voz… y la de un chico. —Frunció el ceño, luego suspiró—. Tal vez me estoy volviendo loca. —Cerró la puerta, aunque la duda seguía en sus ojos.

En el pasillo, Mi-yeong apartó bruscamente la mano de Dae-hyun.
—¡¿Por qué hiciste eso?! ¿Quién te dio derecho a arrastrarme contigo?

Él se encogió de hombros, su expresión satisfecha.
—Podía dejar que tu amiguita entrara y descubriera todo, pero algo me dice que no quieres eso. Te salvé.

—¡Yo no te pedí que me salvaras! —replicó, furiosa.

—Y aun así lo hice. —Dae-hyun dio un paso hacia ella, su voz baja y peligrosa, pero cargada de ese magnetismo imposible de ignorar—. Empieza a admitirlo, Mi-yeong: me odias… pero no puedes alejarte.

El viento sopló fuerte entre los dos, agitando su cabello y sus emociones. Mi-yeong lo miró con el corazón desbocado, atrapada entre lo que quería y lo que temía.

Y Dae-hyun sonrió, como si esa tensión fuera la victoria más dulce.

"Este secreto no tardará en destruirme… o en liberarme." pensó ella, incapaz de apartar la mira




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