El demonio que Amé

Capitulo 14: El enemigo que no debería salvarme

El salón de ensayo vibraba con la música. Las cazadoras movían sus cuerpos con precisión, cada paso sincronizado como si ya estuvieran sobre el escenario frente a miles de fans.

—¡Uno, dos, tres… más fuerte, Mi-yeong! —marcó Céline, sudando pero sin perder firmeza.
—¡Ya voy! ¡No soy un robot! —bufó Mi-yeong, pero ajustó su ritmo.

Ni Soo-Ming rió mientras giraba con gracia.
—Si nos equivocamos, los fans lo notarán enseguida. Y créeme, ¡nadie quiere convertirse en un meme viral!

Las tres soltaron una carcajada breve, relajando la tensión.

—¿Te imaginas a todos coreando nuestro nombre al unísono? —preguntó Céline con los ojos brillando.
—Sí… —susurró Mi-yeong, con una sonrisa tímida—. Esa es la verdadera magia, ¿no? Ellos nos hacen sentir invencibles.

Un golpe seco en la puerta interrumpió el momento. La maestra entró con el rostro desencajado.

—¡Chicas, no hay tiempo! ¡Una grieta enorme se abrió en la barrera! ¡Los demonios han entrado!

La música murió. Las tres intercambiaron miradas serias. De inmediato, tomaron sus armas.

—Del escenario… al campo de batalla —murmuró Mi-yeong, ajustándose el cinturón.

El aire estaba impregnado de humo y rugidos demoníacos. Sus pasos resonaban como tambores de guerra mientras cargaban contra las criaturas.

—¡Céline, cúbrete! —gritó Ni Soo-Ming, girando para derribar a un enemigo.
—¡Mi-yeong, detrás de ti!

La cacería parecía un baile sangriento: sus movimientos tenían la misma precisión que en un concierto, pero ahora cada error podía costarles la vida.

—¡Ni una sola bestia más cruza esta línea! —vociferó Céline.

Pese a sus esfuerzos, varios demonios escaparon.

—¡Se dispersan! —advirtió Ni Soo-Ming.
—Debemos dividirnos —dijo Mi-yeong con determinación—. Si dejamos que huyan, será peor.

Las tres asintieron y corrieron en direcciones distintas.

Mi-yeong persiguió a un grupo, jadeando. Se lanzó de lleno contra ellos, cortando el aire con su arma pesada.

De pronto, una voz suave la llamó.
—Mi-yeong…

Su corazón dio un vuelco. Giró con esperanza, creyendo que era Céline o Ni Soo-Ming. Pero no. Un demonio la miraba con una sonrisa torcida.

—¿Qué… cómo sabes mi nombre? —preguntó, paralizada.

Ese instante de duda fue suficiente: otro demonio se abalanzó y su garra desgarró su brazo derecho. El dolor fue brutal, arrancándole un grito.

—¡AAAHH!

Su arma cayó casi de sus manos. Intentó sostenerla con la izquierda, pero era inútil: estaba hecha para dos manos.

—¡No puedo… no puedo controlarla!

Los demonios rieron.
—¿Esto es una cazadora? ¡Una niña con juguetes!
—Hasta sus fans pelearían mejor que ella.

Las palabras la hirieron más que la garra.

Soy débil… no debería estar aquí. No puedo proteger a nadie.

Los demonios se acercaban, rodeándola. Ella temblaba, lista para su final.

De pronto, sombras veloces desgarraron el aire. Los demonios cayeron uno tras otro con una rapidez imposible.

Mi-yeong quedó paralizada. Un encapuchado se movía con elegancia letal, cada golpe tan preciso que parecía bailar entre la muerte.

¿Quién… quién es?

El último demonio se desplomó. El encapuchado se giró hacia ella y, con un gesto despreocupado, bajó un poco la capucha.

La sonrisa ladina la golpeó como un rayo.

—¿Dae-hyun? —murmuró con incredulidad.

Él guiñó un ojo.
—Esperaba encontrar cazadoras… no principiantes.

Mi-yeong apretó los dientes.
—¡No necesito tu ayuda!
—Claro que sí —replicó él con voz burlona, inclinándose hacia ella—. Si no, ahora mismo serías un recuerdo bonito en la memoria de tus fans.

Ella quiso gritarle, pero se quedó muda cuando sus ojos se encontraron. Había algo ahí… algo que no encajaba con la imagen de un demonio cruel.

—Tu herida… —dijo Dae-hyun, con un tono más suave por un instante—. Te dolerá, pero sobrevivirás.

El corazón de Mi-yeong se desbocó.

¿Qué es esto? ¿Por qué se preocupa? ¡No debería!

—¡Esto también es culpa tuya! —susurró con rabia.
—¿Qué? —preguntó él, fingiendo no escuchar.

Ella, ruborizada, bajó la mirada.
—…Gracias por salvarme.

Dae-hyun sonrió aún más.
—¿Perdón? No te oí.
—¡Dije gracias! —gritó ella, furiosa y avergonzada.

Él soltó una carcajada profunda.
—Una cazadora agradeciendo a un demonio… ¡esto sí que merece ser contado!

—Eres insoportable… —murmuró Mi-yeong, con el rostro ardiendo.

Él se inclinó un poco más, lo suficiente para que sus alientos casi se mezclaran.
—Y aun así… no puedes apartar los ojos de mí.

Ella contuvo la respiración, con el corazón martilleándole en los oídos.

Las voces de sus compañeras rompieron la tensión.
—¡Mi-yeong! ¿Dónde estás?

Ella reaccionó de inmediato.
—¡Aquí!

Dae-hyun retrocedió un paso, su sonrisa intacta.
—Nos veremos pronto, cazadora. Y… —hizo una pausa dramática— no tardes demasiado en admitirlo.

Desapareció como sombra entre las ruinas.

Céline y Ni Soo-Ming llegaron corriendo, horrorizadas al ver su herida.
—¡Santo cielo, estás sangrando! —exclamó Céline.
—Rápido, déjame vendarte antes de que se desmaye —dijo Ni Soo-Ming, con el ceño fruncido.

Mientras ellas la sostenían, Mi-yeong no dejaba de pensar en la sonrisa burlona de Dae-hyun y le vino un pensamiento .

Me salvó… y eso me confunde. Si todo lo que me dijeron sobre los demonios fuera cierto… ¿por qué siento que él rompe esas reglas?

El dolor en su brazo era real, pero el nudo en su corazón dolía mucho más.




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