El aire se sentía más denso de lo normal. Afuera, el sol apenas asomaba entre las nubes, tiñendo de un tono cálido la entrada de la residencia. Dae-hyun sostenía su libreta en una mano y el bolígrafo en la otra, girándolo distraídamente como si de verdad fuera un periodista impaciente por comenzar su nota.
—Entonces… —dijo Mi-yeong, intentando sonar natural, aunque su brazo aún le dolía un poco—, ¿dónde planea hacer la entrevista?
Dae-hyun ladeó la cabeza, su tono amable pero con ese toque burlón tan propio de él.
—Bueno, teniendo en cuenta que tengo informacion de que sigues recuperándote de la herida en tu brazo… pensé que podríamos hacerlo aquí, en tu casa. —Sonrió con aparente inocencia—. Así estarías más cómoda. No quisiera incomodar a una paciente herida, ya sabes.
Mi-yeong lo miró con una mezcla de sospecha y sorpresa.
—¿En mi casa? Qué conveniente —respondió con ironía.
—Solo trato de facilitarte las cosas —replicó él, levantando las manos como si se defendiera—. Además, podría aprovechar para entrevistar también a tus compañeras. Sería una historia más completa.
Desde el pasillo, Celine y Soo-min escucharon la propuesta.
—¿Entrevistarnos a nosotras también? —preguntó Celine, asomándose curiosa—. Mmm… podría ser útil para la imagen del grupo.
—¡Sí! Sería divertido —añadió Soo-min con una sonrisa entusiasta.
Mi-yeong suspiró. Sabía que Dae-hyun lo estaba haciendo a propósito; su mirada tenía ese brillo provocador que la irritaba y descolocaba a la vez.
—No creo que sea buena idea —dijo con firmeza—. La entrevista es sobre mí. No tiene sentido involucrar a las demás.
Dae-hyun dio unos pasos hacia ella, bajando el tono de voz para que solo ella lo oyera.
—¿O es que prefieres tenerme solamente para ti? —susurró con una sonrisa traviesa.
Ella parpadeó, retrocediendo instintivamente.
—No digas tonterías —replicó, algo nerviosa—. Solo pienso que sería mejor hacerla en otro lugar. Más tranquilo.
—¿Más tranquilo? —preguntó él, fingiendo sorpresa—. ¿A solas, quizás?
Ella apretó los labios, cruzándose de brazos.
—Eres insoportable, ¿lo sabías?
—Y aun así, no puedes dejar de hablar conmigo —contestó él, divertido.
Soo-min, que observaba la escena desde la puerta, intervino con curiosidad.
—¿Qué pasa, Mi-yeong? ¿Por qué no quieres que se quede?
—No es eso —respondió ella rápidamente—. Es solo que… distraería el ambiente. Y además… —hizo una pausa, tratando de ordenar sus palabras, pero la lengua se le adelantó al pensamiento—, alguien tan guapo como él podría causar problemas.
El silencio cayó de inmediato.
Celine, sin embargo, frunció el ceño, observando al supuesto periodista con cautela.
—¿Guapo, dices? —repitió, en tono serio—. A mí me parece más… poco confiable. No sé, tiene algo raro.
Mi-yeong abrió los ojos, horrorizada por lo que acababa de decir.
—¡E-es un modo de decir! Quiero decir… ¡que tiene una cara sospechosa! ¡Eso!
Soo-min se dobló de la risa.
—Sí, claro. Sospechosamente guapo.
—¡No distorsionen mis palabras! —protestó Mi-yeong, llevándose una mano a la cara para ocultar el rubor que ya le ardía en las mejillas. Podía sentir el calor subirle hasta las orejas. ¿Por qué dije eso? ¡Idiota!
Dae-hyun, intentando contener una sonrisa, bajó ligeramente la mirada.
—Bueno… gracias por el cumplido —murmuró, con un leve sonrojo que disfrazó tras un tono sereno.
—¡No era un cumplido! —respondió Mi-yeong, cada vez más roja.
—Claro, claro —asintió él, fingiendo escribir algo en su libreta—. “El periodista guapo distrae a la entrevistada”. Lo anotaré.
Celine cruzó los brazos, sin dejar de vigilarlo.
—Ten cuidado, Mi-yeong. No me gusta cómo se comporta ese tipo. Tiene algo… fuera de lugar.
Mi-yeong bajó la mirada.
—Sí… lo sé —respondió en voz baja, más para sí misma que para las otras.
Finalmente, decidieron que la supuesta entrevista se realizaría en otro lugar, lejos de la casa.
—Entonces, lo haremos fuera —concluyó Dae-hyun, con su sonrisa educada.
—Perfecto —respondió ella, intentando sonar tranquila.
Antes de que saliera, Celine se inclinó hacia ella y susurró:
—No bajes la guardia, ¿entendido? —Su voz era firme, casi maternal.
—Descuida —murmuró Mi-yeong, aunque en su interior algo se estremecía—. Lo tengo claro.
Ya fuera de la casa, el ruido del tráfico acompañaba sus pasos. Dae-hyun caminaba a su lado, y en cuanto estuvieron lejos, su tono cambió por completo. Bajó la voz, relajó los hombros y sonrió con auténtica picardía.
—Ah… qué papelazo acabo de dar —dijo, satisfecho—. Admitelo, Mi-yeong, fui un periodista convincente.
Ella lo miró de reojo, sin poder evitar una sonrisa.
—Convincente no. Eres un actor peligroso.
—Gracias, lo tomaré como un cumplido —replicó él con una leve inclinación—. Aunque debo reconocer que estuve brillante. ¿Viste cómo casi se lo creyeron tus amigas?
—Sí… casi —contestó ella, intentando sonar seria, aunque sus labios temblaban por contener la risa—. Si no fuera porque eres insoportable, hasta te daría un premio.
—Vaya, eso casi sonó a halago —bromeó él.
—Ni lo sueñes —replicó ella.
El intercambio se volvió cada vez más ligero. Las risas aparecían entre respuestas ingeniosas y silencios que parecían decir más que las palabras. Caminaban sin rumbo, hablando de todo y nada, hasta que una pareja de ancianos los miró al pasar y comentó en voz alta:
—Qué linda pareja.
Mi-yeong se quedó quieta por un segundo. Iba a negar, pero… no lo hizo.
Pareja…
La palabra resonó dentro de ella más de lo que quería admitir. Y, aunque su mente intentó negarlo, su pecho se sintió cálido.
Dae-hyun la observó de reojo.
—Supongo que no los culpo —murmuró con suavidad—. Tenemos buena química.
Ella lo miró, sorprendida.
—No digas cosas así.
—¿Por qué no? Si es verdad.
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Editado: 18.10.2025