El sol ya se había ocultado cuando Mi-yeong cruzó la puerta de la casa. Tenía una sonrisa suave, casi involuntaria, y un leve rubor en sus mejillas que trataba de disimular.
—¡Mira quién volvió! —exclamó Soo-min desde el sofá—. ¿Por qué vienes tan sonriente, eh? ¿Te fue bien en la entrevista?
Mi-yeong titubeó, quitándose el abrigo.
—Sí… salió todo bien —respondió con una voz más aguda de lo normal.
Céline la observó detenidamente, cruzando los brazos.
—Demasiado bien, diría yo. Llevas esa expresión que pones cuando intentas ocultar algo.
—No oculto nada —replicó Mi-yeong, algo nerviosa—. Fue solo una entrevista. El periodista era… amable, eso es todo.
Soo-min rió.
—¿Amable o interesante?
Mi-yeong bufó, desviando la mirada.
—No empieces.
Céline negó con la cabeza.
—Recuerda que no tenemos tiempo para distracciones, Mi-yeong. Los demonios no van a esperar a que termines tus charlas con periodistas encantadores.
—Lo sé. No tienes que recordármelo cada cinco minutos.
Soo-min intervino, intentando aliviar la tensión.
—Bueno, bueno, ya. Dejemos a nuestra heroína tranquila. Mejor pensemos cómo mejorar nuestras estrategias para el próximo entrenamiento, ¿no?
Mi-yeong alzó una ceja.
—¿Entrenamiento? Si sigo en recuperación.
—Exacto —dijo Céline—. Pero podemos preparar teoría. Coordinación de señales, ataques combinados… todo eso se puede planificar sin mover un músculo.
—Sí, ¡como un simulacro mental! —añadió Soo-min, animada—. Podríamos usar gestos cortos o sonidos para coordinarnos cuando haya ruido.
Mi-yeong sonrió levemente.
—Un movimiento de cabeza para señal de avance, y una palmada para cambio de posición.
—O podríamos usar palabras clave —propuso Céline—. “Luna” para cubrir, “Sombra” para ataque.
—Me gusta eso —respondió Mi-yeong—. Pero Céline, no digas “Sombra” con ese tono tan dramático o todos sabrán que atacas tú.
Soo-min soltó una carcajada.
—¡Totalmente! Céline no sabe decir nada sin parecer una heroína de película.
—Muy graciosa —replicó Céline, conteniendo una sonrisa—. Pero si no fuera por mi “tono dramático”, ustedes ya habrían sido descubiertas más de una vez.
La conversación siguió entre risas y bromas, hasta que el ambiente se fue relajando. Nadie notó que Mi-yeong, aunque participaba, tenía la mirada un poco perdida.
Cada tanto, su mente regresaba a ese instante…
Ese beso fugaz en la mejilla.
“Concéntrate, Mi-yeong”, se repetía, forzándose a sonreír.
Por fuera parecía tranquila, pero por dentro… su pecho no dejaba de temblar.
Esa noche, el cansancio finalmente la venció. Soñó que estaba con su familia… o al menos eso creyó al principio. Pero luego, en el reflejo del espejo, se vio a sí misma: más adulta, con una serenidad que nunca había sentido.
A su lado había un hombre —alto, de voz cálida— y una niña que reía mientras corría entre ambos.
Intentó ver sus rostros, pero la imagen se desvaneció en la bruma. Solo quedó una sensación de calidez… y la voz masculina que la llamaba con ternura.
Despertó de golpe.
Las 4:03 a.m.
—Qué sueño tan raro… —susurró.
Sin poder volver a dormir, se levantó y salió al campo de entrenamiento. El aire nocturno era frío, pero refrescante. Caminaba sin rumbo fijo, cuando unas manos suaves cubrieron sus ojos.
—Adivina quién soy —susurró una voz cerca de su oído.
El corazón de Mi-yeong dio un salto.
Se soltó de golpe, girando con reflejos de cazadora y la daga casi lista.
—¡¿Dae-hyun?! —exclamó al verlo frente a ella.
El demonio levantó las manos con una sonrisa ladeada.
—Tranquila, cazadora. Solo era un juego.
—¿Un juego? —repitió, con el ceño fruncido—. ¿Intentas que te atraviese el pecho?
—Depende… ¿sería con cariño? —dijo él, burlón.
Ella rodó los ojos, tratando de no sonreír.
—No sé qué haces aquí a esta hora.
—Podría preguntarte lo mismo —replicó él, dando un paso hacia adelante—. ¿No deberías estar descansando?
—No podía dormir.
—Soñabas. —Su voz bajó un tono, más suave—. Lo vi en tus ojos.
Mi-yeong lo miró desconfiada.
—¿Me estabas observando mientras dormía?
Dae-hyun rio bajo.
—No exactamente. Digamos que sentí tu energía inquieta. No suelo ignorar algo así.
—No necesito que me “vigiles”.
—No lo hago por ti. —Se inclinó un poco—. Lo hago porque cuando tú te alteras… todo alrededor también lo hace.
Mi-yeong abrió la boca para responder, pero se quedó sin palabras. Había algo distinto en su tono: no era sarcasmo, era algo más profundo.
—¿Por qué hablas así? —preguntó finalmente, en voz baja.
Dae-hyun la observó un momento, los ojos brillando con un tono casi humano.
—Porque empiezo a olvidar por qué debería verte como mi enemiga.
El silencio que siguió fue tan denso que hasta el viento pareció contenerse.
Mi-yeong retrocedió un paso.
—No digas eso… —susurró, más como una súplica que como advertencia.
—¿Y si es la verdad? —dijo él, acercándose un poco más—. Quizá tú tampoco lo haces.
Ella bajó la mirada, su respiración acelerada.
—No sabes lo que dices.
—¿No? —Sonrió suavemente—. Entonces, dime… ¿por qué no puedes mirarme a los ojos ahora?
Mi-yeong apretó los labios, buscando alguna respuesta lógica. No la encontró.
Solo pudo dar media vuelta y murmurar:
—Vete antes de que alguien te vea.
Dae-hyun sonrió, satisfecho.
—Como quieras, cazadora. Pero recuerda… cuando el corazón empieza a confundirse, ni las armas ni los muros sirven de nada.
Se desvaneció entre las sombras, dejando atrás solo el eco de su voz y el palpitar acelerado de Mi-yeong.
Mi-yeong se llevó una mano al pecho, intentando calmar su respiración.
No entendía lo que estaba pasando… o quizá sí, pero no quería admitirlo.
Cada palabra, cada gesto de Dae-hyun quedaba grabado en su mente como una chispa difícil de apagar.
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Editado: 18.10.2025