Habían pasado solo unos días desde aquella noche, pero para Mi-yeong, el recuerdo seguía tan vivo como una llama.
Podía estar ensayando, comiendo o incluso dormitando entre horarios… y bastaba cerrar los ojos para volver a sentir la cercanía de Dae-hyun, su voz susurrándole aquella estrofa, su aliento tan cerca del suyo.
Era frustrante.
Y aun así, cada vez que su mente la traicionaba, notaba algo distinto: ya no le parecía tan descabellada la idea de sentir algo por él.
Sabía que era peligroso, que un demonio no debía estar tan cerca de una cazadora idol… pero su corazón, testarudo, empezaba a ignorar las reglas.
—¡Una vez más desde el inicio! —gritó Céline, mientras el beat electrónico llenaba la sala de ensayo.
El cuerpo de Mi-yeong seguía el ritmo casi de forma automática; sus movimientos eran precisos, fuertes, pero su mente estaba lejos.
A su alrededor, Soo-min y las demás bromeaban entre cada pausa.
—¿Listas para el concierto de esta noche? —preguntó Soo-min, sonriendo—. El público va a enloquecer con la nueva canción.
—Mientras Mi-yeong no se escape a mitad de coreografía, todo saldrá bien —añadió Céline con tono travieso.
Mi-yeong bufó, rodando los ojos.
—No pienso huir, tranquila. Solo… espero no olvidar los pasos.
—¿Olvidarlos tú? —replicó Soo-min, riendo—. Si alguien debería preocuparse soy yo. Tú siempre fuiste la más sincronizada, incluso medio dormida.
Todas rieron, y por un momento el ambiente se sintió ligero.
Pero dentro de ella, Mi-yeong seguía sintiendo esa extraña presión en el pecho.
Durante un descanso, se sentó junto a la ventana, con la botella de agua entre las manos. Soo-min la observó en silencio.
—Últimamente estás demasiado seria —comentó con voz baja—. ¿Pasa algo?
—No, nada —respondió Mi-yeong, sin mirarla.
—Mentira —dijo Soo-min, dándole un leve codazo—. Tú siempre hablas cuando algo te preocupa.
Mi-yeong forzó una sonrisa. —De verdad, solo estoy cansada.
Soo-min suspiró. —Si lo dices tú… pero prométeme que no vas a desmayarte en medio del escenario otra vez.
—Prometido. —Mi-yeong sonrió débilmente.
Cuando la práctica terminó, subió a su habitación para cambiarse y prepararse para el show.
El sol ya caía, tiñendo la ciudad de tonos naranjas y rosados.
Empujó la puerta… y su corazón casi se detuvo.
Dae-hyun estaba allí.
Sentado en el borde de su cama, con las manos entrelazadas y una expresión tranquila, como si nada fuera fuera de lugar.
—¿Tienes idea del susto que me acabas de dar? —susurró ella, cerrando la puerta rápidamente—. Si alguien sube y te ve aquí, se acabó todo.
—Lo sé —respondió él con calma, levantando la mirada hacia ella—. Pero no podía irme sin verte antes del concierto.
Mi-yeong frunció el ceño.
—¿Ahora también das visitas de buena suerte?
—Llámalo curiosidad. —Una sonrisa ladeada se dibujó en sus labios—. Además, tengo una sorpresa para ti esta noche.
Ella parpadeó.
—¿Sorpresa? ¿Qué clase de sorpresa?
—Si te lo dijera, no sería sorpresa —contestó con voz baja, levantándose lentamente—. Pero prométeme algo: no dejes de mirar al público cuando cantes.
Mi-yeong sintió un ligero escalofrío.
—Dae-hyun… ¿qué estás planeando?
—Nada que no te haga sonreír —replicó, dando un paso más cerca. Su mirada era intensa, y durante un instante, el mundo pareció reducirse a esa habitación.
Ella retrocedió un poco, pero él siguió avanzando, lento, estudiándola con esa mirada que quemaba más que cualquier fuego infernal.
—Esa canción que vas a cantar —dijo él en un susurro—. ¿Sabes lo que en realidad dice?
—Claro que lo sé —respondió, aunque su voz tembló un poco.
—Entonces entiendes que no habla de luz… sino de lucha —murmuró él—. De alguien que se atreve a desafiar su destino.
Mi-yeong sintió su pulso acelerarse.
—No me confundas, Dae-hyun.
Él sonrió con un toque de burla.
—¿Confundirte? —dio un paso más, inclinándose apenas hacia ella—. No haría falta si no estuvieras intentando convencerte de que no me piensas.
El aire se volvió más denso.
Por un momento, creyó que él se atrevería a tocarla, pero solo levantó una mano y le apartó un mechón de cabello del rostro, sin llegar a rozarla del todo.
El simple gesto bastó para que ella contuviera la respiración.
—Tú me estás metiendo en problemas —susurró Mi-yeong.
—Y tú me estás enseñando lo que es sentirlos —contestó él, sin apartar la mirada.
Entonces, la voz de Soo-min rompió el hechizo:
—¡Mi-yeong! ¿Estás lista? ¡El auto nos espera!
Ella respondió rápido:
—¡Ya bajo! —Y cuando volvió a mirar hacia él, Dae-hyun ya no estaba.
Solo quedaba el leve rastro de su presencia en el aire, como humo disipándose entre la penumbra.
Mi-yeong suspiró, llevándose una mano al pecho.
—¿Qué demonios vas a hacer ahora…?
Durante el trayecto hacia el recinto, no podía dejar de pensar en sus palabras.
"No dejes de mirar al público."
Esa simple frase bastó para que su ansiedad creciera con cada kilómetro.
Sus manos jugaban nerviosas con el borde de su chaqueta, sus piernas se movían inquietas.
El corazón le golpeaba tan fuerte que apenas podía escuchar lo que decían las demás.
—Oye, ¿Mi-yeong? —preguntó Soo-min, tocándole el hombro—. ¿Estás bien?
Ella no respondió.
Céline frunció el ceño y la movió suavemente por el brazo.
—¡Eh! Tierra llamando a Mi-yeong. ¿Qué pasa contigo?
La cazadora idol pestañeó, sobresaltada.
—¿Ah? Sí, sí… estoy bien. Solo… nerviosa, supongo.
—¿Nerviosa tú? —rió Soo-min—. Eso sí que es nuevo.
Céline se unió a las risas.
—Vamos, siempre has sido la más segura en el escenario. Si alguien va a brillar esta noche, eres tú.
Mi-yeong forzó una sonrisa, tratando de ocultar la verdadera razón de su inquietud.
No podía decirles que lo que la preocupaba no era el público, sino quién estaría entre él.
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Editado: 18.10.2025