El silencio de la habitación parecía pesar más que nunca.
Mi-yeong se quedó quieta, con el corazón todavía desbocado, mirando el espacio vacío donde Dae-hyung había estado segundos antes.
El aire parecía arder en su piel.
Aún podía sentirlo…
Los labios de él sobre los suyos, su aliento mezclado con el suyo, el roce de su mano en su cintura.
—¿Qué… acabo de hacer? —susurró, llevándose una mano temblorosa a los labios.
El pulso no bajaba. Sentía una corriente eléctrica recorriéndole el cuerpo. Intentó respirar, pero cada inhalación era un recordatorio vivo de lo que había pasado.
Así que decidió hacer lo más racional posible: ducharse. Quizá el agua fría borraría ese fuego interno.
El reloj marcaba las once.
El edificio entero dormía, excepto ella.
Encendió la ducha, dejó que el vapor llenara el baño y se metió bajo el agua.
Pero apenas el agua tocó su piel, supo que nada iba a calmarla.
El agua recorría su cuello, sus hombros, su espalda, pero el calor no se iba; más bien, crecía.
Sus pensamientos volvían una y otra vez a la sensación de sus labios uniéndose con los de Dae-hyung.
Recordó su voz ronca, el modo en que su mirada la había desarmado.
Sin querer, se pasó los dedos por los labios, cerrando los ojos.
“Todavía… puedo sentirlo.”
El corazón le golpeaba el pecho.
Trató de reírse de sí misma, pero lo único que logró fue sentir que lo necesitaba de nuevo.
El agua no le quitó la adrenalina.
Solo la hizo más consciente de cuánto lo deseaba.
Y ese pensamiento la asustó.
La emocionó.
La hizo sentir viva.
Cuando salió de la ducha, con el cabello mojado y el rostro todavía encendido, apenas prestó atención al pasillo oscuro.
Estaba tan perdida en su cabeza que no vio venir la silueta frente a ella.
—¡Ah! —exclamó al chocar con alguien.
—¿Mi-yeong? —La voz de Celine sonó adormecida, pero alerta—. ¿Qué haces despierta a estas horas?
Mi-yeong se tensó, sosteniendo la toalla contra su cuerpo.
—Yo… necesitaba una ducha. No podía dormir —respondió rápido, evitando su mirada.
Celine alzó una ceja.
—¿Una ducha a las once de la noche? Eso es nuevo. Y además… —la observó con detenimiento—. Estás roja como un tomate. ¿Te sientes bien?
—¡Sí! —soltó casi gritando, luego bajó la voz—. Quiero decir… el agua estaba muy caliente, eso es todo.
La otra entrecerró los ojos, desconfiada.
Mi-yeong tragó saliva, intentando parecer relajada.
—He estado entrenando mucho, ¿sabes? Me dolían los músculos —improvisó, intentando sonar convincente.
Celine la observó un momento más antes de suspirar.
—Bueno, pero ten cuidado. No quiero que resbales o te enfermes, ¿sí?
—Claro, lo haré —dijo Mi-yeong con una sonrisa algo tensa.
Celine se giró para volver a su habitación, y Mi-yeong soltó el aire que había estado conteniendo.
Cuando cerró la puerta de su cuarto, apoyó la espalda contra ella, riéndose entre nerviosa y aliviada.
—Por poco… —murmuró.
Se dejó caer en la cama, pero dormir fue imposible.
La imagen de Dae-hyung no dejaba su mente.
Su voz, su sonrisa, la forma en que la miraba como si solo existiera ella.
Cada vez que cerraba los ojos, lo veía acercarse de nuevo.
Y lo peor era que quería que lo hiciera.
Quería sentirlo otra vez.
“Estoy… perdida,” pensó, cubriéndose el rostro con las manos.
Pero entonces, el aire del cuarto cambió.
Esa sensación familiar la envolvió: una presencia cálida, intensa.
Bajó lentamente las manos.
—¿Pensando en mí otra vez? —susurró una voz junto a su oído.
—¡Dae-hyung! —exclamó, girándose sobresaltada. Él estaba recostado a su lado, con su sonrisa ladeada y esa mirada que parecía leerle la mente.
—Si sigues llamándome así, vas a despertar a tus amigas —dijo él en voz baja, con un toque de burla.
Ella lo miró, tratando de parecer molesta, aunque el brillo en sus ojos la delataba.
—Tú… tú no puedes aparecerte así de repente.
—¿Ah, no? —preguntó él, inclinándose un poco más cerca—. Pero pareces bastante contenta de verme.
—¡No lo estoy! —replicó, dándole un golpecito en el pecho.
Él soltó una risa baja.
—Eso fue adorablemente débil, ¿lo sabías?
Mi-yeong infló las mejillas, cruzándose de brazos.
—No te burles de mí.
—Es imposible no hacerlo —respondió con un tono entre provocador y dulce—. Te pones linda cuando intentas parecer enojada.
Ella desvió la mirada, intentando ocultar su sonrisa.
—¿Siempre tienes que ser así?
—¿Encantador? —ironizó él con una media sonrisa.
—Irritante —corrigió ella, y ambos se miraron unos segundos que se sintieron eternos.
El aire entre ellos estaba cargado.
Un silencio denso, vibrante, que decía más que las palabras.
Dae-hyung la observó con detenimiento, bajando la voz.
—¿Sabes? Cuando te sonrojas así… me cuesta no acercarme más.
Mi-yeong lo empujó apenas, nerviosa.
—Cállate…
Él soltó una risa suave, pero antes de poder decir algo más, un ruido fuerte cortó el momento.
Un golpe seco.
Mi-yeong se sobresaltó y giró bruscamente hacia la puerta.
—¿Escuchaste eso? —susurró alarmada.
—Tranquila —dijo él con calma, aunque en su rostro se dibujó una sonrisa divertida—. No es nada.
—¡Nos van a descubrir! —dijo ella en pánico, mirando a todos lados—. ¡No debiste venir!
Dae-hyung la observó, apoyando un codo en la cama, con expresión de fastidio divertido.
—Por los cielos, Mi-yeong… si te pones así cada vez que escuchas un golpe, morirás antes que yo.
—¡Esto no es gracioso! —susurró, frustrada.
—Claro que lo es —replicó con una sonrisa traviesa—. La cazadora valiente asustada por un ruido. Qué ironía.
—Dae-hyung… —gruñó, girándose hacia él.
Pero cuando él notó la verdadera ansiedad en su mirada, la sonrisa se le suavizó.
Sin decir nada, se acercó y tomó su rostro con ambas manos, acariciando suavemente sus mejillas.
—Mírame —dijo con voz baja.
#139 en Fanfic
#77 en Ciencia ficción
drama, romance enemiestolove rivalesamantes, cazadoras y demonios
Editado: 07.11.2025