El demonio que Amé

Capitulo 31: Silencio en el callejón

El aire fresco de la mañana entraba por la ventana abierta.
Mi-yeong se puso de pie, aún con una pequeña sonrisa al recordar las palabras de Dae-hyung. Se estiró y respiró hondo antes de salir de su cuarto.

Apenas abrió la puerta, se encontró con Celine y Soo-ming, que también estaban saliendo de sus habitaciones.
—¡Buenos días! —saludó Celine, aún con el cabello despeinado.
—Buenos días… —respondió Mi-yeong, algo adormecida.
—Buenos días —repitió Soo-ming con voz alegre, cerrando la puerta tras ella—. ¿Listas para otro día infernal de entrenamiento?

Las tres comenzaron a bajar las escaleras juntas.
—Infernal lo dices tú —rió Celine—, ayer casi me caigo con esa nueva coreografía.
—Por eso hay que practicar más —añadió Soo-ming, levantando un dedo como si fuera su instructora—. Además, el ritmo de la nueva canción es mucho más rápido.
—Sí, y los movimientos del final… son demasiado bruscos —dijo Mi-yeong, tocándose la pierna con una mueca—. A este paso nos van a confundir con demonios de lo mucho que nos exigimos.
—Bueno, si logramos exterminarlos bailando, sería eficiente —bromeó Soo-ming.

Las tres rieron. Pero cuando el tema derivó a los demonios, la sonrisa de Mi-yeong se desvaneció apenas.
—Aunque… hablando de eso —continuó Celine—, la maestra quiere que practiquemos nuevas estrategias para los exterminios. Dicen que algunos demonios se están volviendo más difíciles de rastrear.
—Sí —añadió Soo-ming—. Estuve revisando los informes y hay patrones extraños… incluso algunos parecen moverse en zonas donde nunca antes aparecían.

Mi-yeong se tensó. Bajó la mirada, sin querer imaginar que uno de esos demonios pudiera ser él.
Intentó mantener el rostro neutro, pero sus dedos se entrelazaron con nerviosismo.

Soo-ming, que era más observadora de lo que parecía, ladeó la cabeza.
—¿Mi-yeong? ¿Por qué esa cara?
Celine también la miró con curiosidad.
—Sí, parece que viste un fantasma.

Mi-yeong parpadeó rápido, buscando una excusa.
—Ah… no es nada —dijo, llevándose una mano al abdomen y fingiendo una mueca—. Es solo que creo que me va a venir mi periodo… y me está empezando a doler el estómago.

Celine y Soo-ming se quedaron en silencio por un segundo, hasta que soltaron un pequeño grito de empatía.
—¡¿En serio?! ¡Ay no, pobrecita! —exclamó Celine, llevándose las manos a la cabeza.
—¿Desde cuándo? —preguntó Soo-ming, casi alarmada—. ¿Tienes medicinas? ¿Quieres que te prepare algo caliente?
—Estoy bien, de verdad —dijo Mi-yeong, esforzándose por mantener el papel—. Solo… duele un poco.

Ambas se acercaron enseguida.
—¡Ay, eso explica cara que tienes! —dijo Celine—. ¿Quieres que te haga una infusion para ayudarte a calmar esos dolores?
—No, no hace falta —insistió Mi-yeong con una sonrisa forzada—. Solo necesito distraerme.
—Bueno… —murmuró Soo-ming con tono comprensivo—. Aun así, si te duele mucho, nos avisas.

Mi-yeong asintió, sintiéndose ligeramente culpable por mentirles.
Más tarde, ya vestida con su ropa de entrenamiento, decidió que era hora de volver a practicar. Había estado dejando de hacerlo más seguido de lo que debía, tentada por las horas que pasaba con Dae-hyung.

Cuando llegó al salón, varias compañeras ya estaban allí. Al verla entrar, una de ellas alzó la voz:
—¿Vas a entrenar hoy, Mi-yeong? Pero… ¿no estabas con tu periodo?
Mi-yeong casi se atraganta con el aire.
—Ah, sí… pero no me va a impedir moverme —respondió, intentando sonar natural.
Soo-ming soltó una risa suave.
—Entonces hazlo con cuidado, ¿sí? No queremos una tragedia roja en el piso.
Mi-yeong la fulminó con la mirada mientras Celine soltaba una carcajada.
—¡Soo-ming! —rió Celine—. No digas eso. Pero en serio, Mi-yeong, si pasa algo más grave me avisas. Te llevo al hospital si hace falta.
Mi-yeong sonrió con un suspiro.
—Gracias… pero es muy poco probable que pase.

Despues un par de horas entrenando y concentrándose en cada movimiento para despejar la mente.
Cuando por fin terminó, decidió salir a caminar.
En la puerta, Celine y Soo-ming la detuvieron.
—¿A dónde vas? —preguntó Celine.
—A pasear un rato. Necesito aire.
—Entonces con cuidado —dijo Soo-ming—. Y si pasa algo…
—Lo sé, lo sé —la interrumpió Mi-yeong, sonriendo—. Les aviso enseguida.
—¿Y llevas pañitos húmedos? —añadió Celine.
Mi-yeong se quedó en silencio unos segundos, recordando su mentira.
—Sí… los llevo.

Mientras caminaba, suspiró.
“¿Por qué tuve que decir eso…?” pensó, rodando los ojos.

El sol de la tarde acariciaba las calles. Se perdió entre los árboles y el murmullo de la ciudad hasta que una voz familiar la hizo detenerse.
—Mi-yeong.

Se giró, confundida.
—¿Eh? —miró alrededor, creyendo que era su imaginación.
—Aquí. —La voz volvió a sonar, más clara esta vez.

Cuando lo vio, se quedó sin palabras.
Dae-hyung, con apariencia humana. Sin las marcas demoníacas, sin el brillo carmesí en sus ojos.
—¿D-Dae-hyung? —murmuró, sorprendida—. otra vez esta con esa apareciencia tiempo que no te veia asi …

Él sonrió con cierta diversión.
—Supongo que necesitaba pasar desapercibido. ¿No te gusta esta versión?
Mi-yeong lo observó un segundo, evaluándolo en silencio interiormente se dijo Es… realmente atractivo. Pero negó rápido, sonrojada.
—No es eso. Solomante que … prefiero la otra.
—¿La otra? —repitió él, inclinándose con picardía—. ¿Mi forma demoníaca?
Ella desvió la mirada, ruborizada.
—N-no le pongas ese tono. Es solo que… te ves más tú.

Él rió bajo.
—Entonces… ¿quieres que la muestre? -desahaciendo poco a poco el hechizo de camuflaje
—No aquí —susurró ella, acercándose evitando asi que anule el hechizo de camuflaje—. Vamos a un pasadizo oscuro.
Dae-hyung arqueó una ceja, divertido.
—Vaya, cazadora, no sabía que te gustaban los lugares así.
—¡C-cállate! —reprochó ella, dándole un empujón leve.




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