El demonio que Amé

Capitulo 32: Aquello que no debía saberse

El silencio aún flotaba en el aire cuando Mie-yeong sintió que Dae-hyung apretaba su mano con más fuerza de lo normal.
Su respiración se volvió tensa. Él nunca lo hacía. Nunca.

—Dae-hyung… —susurró, mirándolo con cautela—, ¿por qué estás así?

Él no respondió de inmediato. Su mirada, normalmente calmada, estaba fija en un punto más allá de la oscuridad. Los músculos de su mandíbula se tensaban.
—Alguien nos está observando —dijo finalmente, con una voz tan grave que le heló la sangre—. Puedo sentirlo… su energía es demoníaca.

Mie-yeong frunció el ceño y miró en todas direcciones.
—No veo nada —replicó, intentando convencerse de que solo era una falsa alarma.

Pero cuando afinó la vista, notó algo moverse entre las sombras: una silueta distorsionada, acechante. Su instinto reaccionó antes que su razón. En un solo movimiento, materializó su guadaña, poniéndose a la defensiva.

—¡Sal de ahí! —gritó Dae-hyung con voz firme, su aura oscureciéndose—. ¡Deja de esconderte y da la cara!

Una risa grave resonó desde la penumbra antes de que una figura emergiera.
Tenía ojos rojos y una sonrisa altanera.
—Vaya… esto sí que es interesante —murmuró el intruso, observándolos con desdén—. Un demonio y una cazadora… juntos. ¿Qué clase de chiste es este?

Mie-yeong apretó los dientes, pero fue Dae-hyung quien dio un paso al frente, soltando su mano. Su mirada era tan fría que el aire pareció volverse más denso.
—¿Y tú quién eres para cuestionarlo? —le espetó, su tono cargado de amenaza—. No tienes derecho a opinar sobre lo que no entiendes… ni idea de con quién te estás metiendo.

El aura que emanó en ese instante hizo que la sombra retrocediera un paso.
Sin embargo, el demonio sonrió con insolencia.
—Oh, sé perfectamente quién eres. Dae-hyung, el demonio más reconocido de los escuadrones de Gwi-ma. El favorito, el número uno, la “mano derecha”. Mi capitán siempre hablaba de ti…

—¿Tu capitán? —interrumpió Dae-hyung, con el ceño fruncido.

El otro dio un paso adelante, alzando el mentón.
—Rok-gan. Él siempre te ha envidiado. Dice que te crees el mejor… pero no lo eres.

Mie-yeong observaba en silencio, sintiendo el peso de la tensión. Las palabras “Gwi-ma”, “capitán”, “número uno” retumbaban en su mente. Finalmente, no pudo contenerse.
—¿Qué significa eso, Dae-hyung? ¿Quiénes son ellos? Nunca me hablaste de “capitanes”…

Él la miró por encima del hombro. Su voz volvió al tono sereno, aunque se notaba la contención en sus ojos.
—El infierno también tiene jerarquías, Mie-yeong. Yo… soy el primero entre ellos. Y eso atrae celos. Rok-gan siempre ha querido mi lugar. Pero mientras yo esté aquí, puedo frenar los ataques cuando quiera.

Las piezas comenzaron a encajar en la mente de Mie-yeong.
Por eso los últimos meses habían sido tan tranquilos…
El mundo de los demonios era tan humano como el suyo: poder, ambición, traición.

Pero la reflexión se quebró cuando el intruso bufó con sarcasmo.
—¿Van a seguir susurrando? Qué falta de respeto…

La expresión de Dae-hyung se endureció. Dio un paso adelante y su voz sonó como un trueno contenido.
—Te atreves a interrumpirme otra vez…

—Oh, tranquilo —replicó el demonio Glen, levantando las manos—. Ahora no puedes hacerme nada. Ya vi suficiente. Mi capitán se alegrará de saber que su rival se entretiene con una cazadora. Esto será mi ascenso.

Y, con una sonrisa torcida, giró sobre sus talones y corrió hacia el final del callejón.

—¡No! —exclamó Mie-yeong, preparando su guadaña.

Pero Dae-hyung la detuvo, sujetándola con firmeza por el brazo.
—Déjalo.

Ella forcejeó, su voz temblando de frustración.
—¿Cómo puedes decir eso? ¡Va a contarle todo! ¿No te importa que te descubran? ¿O que te cacen? ¡¿Qué pasa contigo?!

El rostro de Dae-hyung se ensombreció. Cuando habló, su tono fue tan serio que ella sintió un estremecimiento.
—Son asuntos del infierno, Mie-yeong. Déjamelo a mí.

Ella se quedó en silencio, sorprendida por esa dureza que nunca había escuchado en él. Pero aun así replicó con un hilo de voz:
—No puedes ir solo…

Dae-hyung la giró suavemente para mirarla de frente. Su mirada era intensa, casi dolida.
—Quédate aquí. Si vienes, verás algo que no quieres ver. Y puede que después… ya no me mires igual.

Esa sinceridad la desarmó. En sus ojos no había mentira.
Mie-yeong bajó la vista y asintió en silencio.

Cuando quiso decir algo más, Dae-hyung ya no estaba. Solo un rastro de energía oscura flotaba en el aire.

El pasadizo estaba cubierto por un manto de sombras. Dae-hyung avanzaba sin vacilar, el eco de sus pasos resonando en su mente junto con un pensamiento que lo atormentaba:
“No debí decirle eso…”

Pero cuando divisó la figura de Glen, a punto de cruzar el portal hacia el mundo demoníaco, toda duda se disolvió en furia.
El aire se estremeció cuando lo alcanzó de golpe, arrojándolo al suelo con fuerza. Ambos cruzaron al otro lado del umbral en una explosión de energía.

El demonio Glen se arrastró, intentando ponerse de pie, pero Dae-hyung ya estaba sobre él. Su mirada ardía como fuego líquido.
Cada paso que daba retumbaba, emanando una presencia tan aplastante que incluso el suelo parecía temblar.

—Cometiste el peor error de tu vida —dijo con voz baja, mortal—. Pensar que podías burlarte de mí.

Glen intentó hablar, pero su garganta se cerró cuando Dae-hyung lo tomó del cuello, levantándolo con una sola mano. La presión lo inmovilizó por completo.
—¿Crees que sabes quién soy? —susurró, con una sonrisa helada—. Entonces sabrás lo que pasa con los que me desafían.

Un rugido sordo resonó, seguido de una ráfaga de energía.
Y después… silencio.
Nada quedó del demonio Glen.

Tiempo después, Mie-yeong sintió el aire vibrar y lo vio aparecer.
Dae-hyung caminaba hacia ella, su aura todavía intensa, salvaje.
Por un instante, esa fuerza oscura lo hacía ver irresistible; la forma en que su mirada se mezclaba entre lo peligroso y lo atractivo le aceleró el pulso.




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