El demonio que Amé

Capitulo 33:El eco de un llanto olvidado

El sonido del viento aún susurraba entre los muros cuando Mie-yeong cerró la puerta de su casa. Su mente seguía atrapada en lo ocurrido con Dae-hyung. Sentía la mano de él todavía sobre la suya, su mirada intensa, y aquel último beso que la había dejado sin aliento.

No se dio cuenta de que Celine y Soo-min estaban en la sala hasta que ambas la observaron con atención.

—¿Mie-yeong? —preguntó Celine, alzando una ceja—. ¿Por qué tienes esa cara? Pareces… no sé, como si hubieras visto un fantasma.

—¿O un demonio? —añadió Soo-min medio en broma, pero al notar la expresión de su amiga, su sonrisa se desvaneció—. Espera… ¿qué pasó?

Mie-yeong, todavía distraída, respondió casi por reflejo:
—Me encontré con un demonio.

El silencio que siguió fue tan pesado que pudo oír el latido de su propio corazón.
Celine se levantó de inmediato, con el rostro pálido.
—¿¡Qué!? ¿Dónde? ¿Estás bien? ¿Te hirió? ¿Hubo víctimas?

Soo-min también se acercó alarmada, buscándole heridas con las manos temblorosas.
—¡Dímelo ya, Mie-yeong!

Mie-yeong parpadeó, como si recién despertara de un trance.
—¿Chicas… por qué están así?

—Porque acabas de decir que te encontraste con un demonio —respondieron casi al unísono, aunque Celine lo dijo con una mezcla de susto y rabia contenida.

La cazadora los observó a ambas y, al darse cuenta de lo que acababa de decir, se maldijo internamente.
“Genial, Mie-yeong… ni cinco minutos en casa y ya abriste la boca sin pensar.”

—Tranquilas —dijo enseguida, intentando sonar convincente—. No fue nada serio, de verdad. Apareció, pero lo neutralicé rápido. Ni siquiera tuve que luchar mucho. Seguramente era uno débil, perdido por la zona.

Celine cruzó los brazos, mirándola con desconfianza.
—¿Estás segura? Porque no es normal que llegues con esa cara si fue “nada serio”.

—Sí, lo estoy —mintió, con una sonrisa débil—. Todo está bajo control.

Durante un momento, el ambiente se calmó, aunque no del todo. Celine seguía con esa expresión analítica suya, la que usaba cuando sentía que algo no encajaba.

—Entonces… —dijo al fin, con un tono más serio—, cuéntanos. ¿Cómo fue exactamente? ¿Dónde lo encontraste? ¿Qué hiciste con él?

Mie-yeong tragó saliva. Había esperado esa pregunta.
“No puedo mencionarlo. Si digo que Dae-hyung estuvo allí… todo se vendrá abajo.”

Así que inventó una historia rápida, con detalles creíbles: que había sentido una presencia demoníaca mientras regresaba, que lo había enfrentado y lo hizo huir. Añadió un poco de dramatismo, lo suficiente para que sonara real, pero no tanto como para levantar sospechas.

Celine la observó en silencio durante unos segundos que parecieron eternos. Luego asintió, convencida.
—Bien… si vuelve a aparecer, avísanos.

—Claro —respondió Mie-yeong con una sonrisa leve.

Después de cocinar y cenar juntas, cada una se retiró a su habitación.

Cuando Mie-yeong cerró la puerta de la suya, el peso del día cayó sobre sus hombros. Se tumbó en la cama e intentó dormir, pero su mente no la dejaba.
Las imágenes de Dae-hyung enfrentando al demonio, la oscuridad que lo envolvía, y esa mirada implacable se repetían una y otra vez.

“¿Qué hizo realmente? ¿Hasta dónde llegó… por mí?”

Se movió entre las sábanas, inquieta. No podía dejar de pensar en lo que él le había dicho: “No quiero que me veas así.”
Esa frase la perseguía.

Pasó una hora. Luego dos. Finalmente, el cansancio la venció.
Pero el descanso no trajo paz.

Una pesadilla la atrapó sin aviso.
Oscuridad. Voces distantes.
Y el llanto.
Un llanto desgarrador, infantil, de una niña que lloraba sin consuelo.
Mie-yeong intentó acercarse, pero cuanto más lo hacía, más se alejaba el sonido.

Despertó de golpe, jadeando. Estaba empapada en sudor, el corazón latiendo con fuerza. Las lágrimas marcaban su rostro.

Miró a su alrededor, confundida.
—¿Qué… qué fue eso?

Intentó recordar el sueño, pero solo quedaba el eco de ese llanto. No podía ver el rostro de la niña, solo sentir la tristeza que la envolvía. Una tristeza que no era suya, pero que le oprimía el pecho.

“¿Por qué me duele tanto… si ni siquiera sé quién era?” pensó, llevándose la mano al corazón.
Sentía un nudo en la garganta, una mezcla de pena y algo más profundo, como si esa voz hubiese despertado algo enterrado en su interior.

Se sentó al borde de la cama y tomó su celular. Eran las 4:07 a.m.
Suspiró.
—No tiene sentido intentar dormir ahora…

Se acostó otra vez, pero cada vez que cerraba los ojos, ese llanto volvía. La angustia también.
Finalmente se levantó, encendió la lámpara de su escritorio y se sentó.

Tomó una hoja y empezó a escribir, dejando fluir lo que sentía.
Versos sueltos, confusos, mezclando miedo, culpa y tristeza:
una canción sobre las dudas, el llanto, y el peso de lo que no puede olvidar.

La canción que escribió fue:

No sé qué hiciste… y temo saberlo,
tu sombra aún mancha mis pensamientos.
¿Cuánta sangre costó mi verdad?
¿A quién silenciaste por amar?

En mis sueños una niña llora,
su voz me rompe, su pena implora.
Quiero abrazarla, pero no llego,
y el miedo arde como fuego.

¿Fue tu culpa… o fue mi destino?
¿Por qué me duele si no es mi camino?
Si cierro los ojos, vuelve a sonar,
su llanto eterno… no me deja en paz.

Mientras tarareaba suavemente lo que había escrito, sus párpados se fueron cerrando poco a poco.
Antes de darse cuenta, se había quedado dormida sobre el escritorio.

El amanecer apenas despuntaba cuando una figura apareció silenciosamente en su habitación.
Dae-hyung cruzó el umbral con su habitual aire seguro y una sonrisa traviesa.
—Veamos cómo reacciona esta vez… —murmuró con tono juguetón.




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