El grito de Mie-yeong todavía resonaba en el aire cuando ella se incorporó sobresaltada. Su respiración era agitada y sus manos temblaban. Había sudor frío en su frente, y el rastro de lágrimas aún marcaba su rostro.
—Otra vez… —murmuró.
Recordaba algo más que antes:
El llanto desgarrador de una niña… llamando a su mamá.
Solo ese sonido le apretaba el pecho como si estuviera a punto de romperse.
Miró la ventana, tratando de encontrar calma en la tenue luz de la madrugada.
“¿Quién eres? ¿Y por qué tu llanto… duele tanto?”, pensó con angustia.
Pero entonces escuchó una voz muy cercana:
—Oye… Mie-yeong. ¡Mie-yeong!
Ella se giró hacia la puerta… pero lo que encontró fue a Dae-hyung en medio de su habitación, con postura de combate, mirada seria, músculos tensos y aura activa.
—¿D-Dae-hyung? —preguntó confundida—. ¿Qué estás haciendo aquí así?
Él frunció el ceño, visiblemente irritado.
—¿Qué estoy haciendo? ¡Tú gritaste como si algo estuviera matándote! Me pusiste en alerta. Y… —desvió la mirada un segundo— vine a disfrutar de la reacción de mi cazadora favorita al darle un beso sorpresa. Pero tu cara me quitó las ganas de bromear.
Mie-yeong se cubrió el rostro con una mano.
—¿Vienes… solo para molestarme?
Él se encogió de hombros con una sonrisa arrogante.
—¿Qué esperabas? Soy un demonio. Las bromas vienen incluidas en el paquete.
Ella suspiró… y luego, sin poder evitarlo, sonrió un poco.
Así es el demonio del que me enamoré, pensó.
Dae-hyung al verla sonreír arqueó una ceja, complacido.
—Eso está mejor. Esa expresión sí me gusta.
Se acercó sin aviso y le dio un beso corto pero cálido. Luego habló con un tono diferente, más bajo y preocupado:
—¿Qué te pasa? Esa cara… no es la de siempre. Y no me gusta.
Mie-yeong dudó.
—No lo entenderías… eres un demonio, yo soy humana…
—Inténtalo —la interrumpió con firmeza. Sus ojos mostraban algo que ella no esperaba ver en un demonio: inquietud real.
Así que le contó sobre la pesadilla, el llanto, el dolor inexplicable.
Dae-hyung escuchó en silencio, sin interrumpir.
Cuando terminó, él desvió la mirada un momento.
—No soy bueno con esto. Los demonios no soñamos. Pero si viene de tu mente… entonces no es real. Solo piensa en otras cosas y desaparecerá.
Mie-yeong frunció el ceño y lo empujó un poco.
—¡Eso no ayuda para nada!
—Lo sé —respondió rápido—. Perdón.
La abrazó con torpeza, casi como si no supiera cómo hacerlo correctamente.
—Soy un demonio, no entiendo estas cosas… pero quiero entenderte. Aunque me frustre.
El enojo de Mie-yeong se deshizo. Ella apoyó su frente en su pecho.
—Lo sé… solo me molestó un poco, ya.
Él sonrió con esa arrogancia suya que, aún así, la hacía sentir segura.
—Igual te gusto así, ¿verdad?
Ella le dio un golpecito en el brazo, sonrojada.
—Quizá… un poco.
—Mucho —la corrigió él con satisfacción.
Entonces, como si recordara algo importante, Dae-hyung tomó aire.
—Cuando leí la letra de tu canción… sentí algo raro en el pecho. Una presión… como si doliera.
Los ojos de Mie-yeong se abrieron de par en par. Ella se apartó ligeramente.
—¿Leíste mi letra? ¡¿Por qué siempre revisas mis cosas?!
Él alzó las manos.
—Estaba ahí, ¡y me dio curiosidad! Además… nunca me había pasado eso. Ni una sola vez en toda mi existencia.
Mie-yeong se quedó pensativa.
¿Un demonio sintiendo dolor en el pecho? ¿Emoción?
Eso contradecía todo lo enseñado por la maestra.
Dae-hyung al verla tan perdida sonrió con picardía, recuperando su actitud habitual.
—Por cierto… ¿siempre duermes así… con esa pijama tan… adorable?
Ella se volvió roja como un tomate.
—¡N-no la mires!
—¿Por qué? Me encanta —respondió acercándose por detrás. La sujetó suavemente por la cintura, inclinándose a su oído—. Te ves demasiado linda con ella… me será difícil dejarte ir hoy.
El corazón de Mie-yeong dio un salto… pero luego él la tomó del mentón y la besó.
Esta vez el beso fue diferente.
Caliente, sí… pero también suave.
No había desesperación ni fuego caótico:
solo una conexión profunda que ella sintió hasta el alma.
Cuando se separaron, Mie-yeong estaba sin aliento.
—Tengo que… ir a cambiarme. Si bajo así, Celine y Soo-min subirán preocupadas.
—Mm… qué fastidio —refunfuñó él con dramatismo—. Quédate conmigo todo el día mejor.
—Sabes que no puedo —respondió con ternura.
Él ladeó la cabeza.
—¿Y si veo cómo te cambias? Para mí sería… un regalo.
—¡Controlate dae-hyung ! —le reprendió—. Apenas llevamos unas semanas… ¡no aceleres las cosas dios mio!
Dae-hyung suspiró como si le quitaran un tesoro.
—Está bien… por ahora. Pero pronto no tendrás escapatoria.
Mie-yeong le lanzó una mirada amenazante, pero no pudo evitar sonreír.
—Vete ya.
Él obedeció… aunque antes dejó un último comentario burlón:
—Entonces me voy… pero sé que me extrañarás.
Cuando desapareció entre sombras, Mie-yeong posó una mano sobre su pecho.
—Eres molesto… y odiosamente perfecto —susurró con el rostro rojo.
Miró la letra en su escritorio, respiró hondo… y concluyó para sí:
—Pero aun con todo eso… te amo más de lo que pensé que podía amar a alguien.
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Editado: 29.11.2025