El demonio que Amé

Capitulo 36: A un respiro del pecado

Dae-hyung quedó congelado por un segundo en el agarre de Mie-yeong. Sus brazos, aún dormida, lo rodeaban con firmeza por el cuello, obligándolo a inclinarse sobre ella. Sus respiraciones chocaban. Sus labios a nada de tocarse.

El corazón del demonio estaba como loco.

—¿Me estás secuestrando, cazadora…? —susurró con una sonrisa torcida, sus ojos brillando de travesura—. Mira nada más la posición en la que me tienes… ¿Estás segura de que quieres provocarme así?

Mie-yeong no respondió, por supuesto. Dormía. Pero su agarre se apretó más, como si lo reclamara para sí.

Eso fue suficiente.

Dae-hyung se arrodilló en la cama, hundiendo un poco el colchón. Bajó aún más su rostro. Sus labios ya rozaban los de ella. La tentación era un grito en su cabeza.

—Si me das el pase libre… yo juego hasta el final —murmuró, dejando escapar una risa suave.

Y justo cuando iba a besarla…

Los ojos de Mie-yeong se abrieron.

Se encontraron a centímetros. Él con una expresión traviesa. Ella… confundida. Atónita. Y con el corazón explotándole.

Él no se movió.

—Buenos tardes cazadora —sonrió con arrogancia demoníaca.

Ella se sonrojó mucho.

Y, por un instante, inclinó un poco su rostro, aceptando el beso que venía…

Pero una idea apareció.

Momento perfecto para vengarme por todo lo que me hace.

Justo cuando los labios iban a unirse, Mie-yeong le puso la mano sobre la boca.

Plaf.

Dae-hyung parpadeó. Lento.

—¿…Qué estás haciendo? —murmuró con la boca aplastada contra su mano.

—Evitar que me beses, obviamente —respondió con falsa seriedad.

—Tú empezaste —refutó él con un suspiro dramático—. Me agarraste del cuello. Me acercaste. Tus labios acá… —rozó su boca contra la palma de ella—. Es una invitación clara como el agua.

—¡Mentira! Yo no haría eso.

—Lo estás haciendo ahora.

—Eso fue mientras dormía.

—Y yo solo estoy… —sus ojos descendieron señalando la situación— siguiendo las señales que me diste.

Mie-yeong bajó la mirada.

Ella seguía abrazando a Dae-hyung del cuello. Muy cerca. Peligrosamente cerca.

Lo solto de inmediato. Y lo empujó suavemente para recuperar distancia.

—¡Ya! Fuera… no tengo ganas de… eso —dijo cruzándose de brazos… sin poder mirarlo a los ojos.

Él la observó fijamente. Algo se encendió en su expresión. Una sonrisa lenta… peligrosa.

—No tienes ganas… —repitió acercándose apenas— pero tu cuerpo dice otra cosa.

—¡Te dije que no!

—Pues yo no escucho “no” —susurró—. Yo escucho “no me hagas admitirlo”.

Y desapareció.

—¿Eh? —Mie-yeong miró alrededor—. ¡Dae-hyu—!

Cuando volteó, él ya estaba acostado a su lado, rodeándola con un abrazo firme y posesivo.

La cazadora se quedó inmóvil.

—Muy tarde para escapar —ronroneó él cerca de su cuello.

—Yo… no estoy… atrapada… —intentó decir, queriendo soltarse.

Pero sus brazos no la obedecieron.

Su subconsciente la estaba traicionando.

Poco a poco, sin darse cuenta, se fue acomodando contra él. Un abrazo típico de esposos en cama: ella de espaldas a su pecho, piernas entrelazadas sin querer… respiraciones sincronizadas.

Y Dae-hyung sonrió satisfecho.

Acercó sus labios a su oreja.

—Te pones temblorosa cuando estoy así contigo… —susurró—. ¿Cuánto más te harás negar lo que quieres?

Mie-yeong contuvo la respiración.

Su voz… ¿por qué mi cuerpo se derrite así?

Dae-hyung continuó:

—Solo dime que pare… y paro. Pero mírame a los ojos cuando lo digas.

Ella no lo hizo.

No podía.

Su cuerpo se relajó totalmente… y él lo sintió.

—Eso pensé —él sonrió aún más.

Pero justo cuando ella estaba cediendo…

Mie-yeong recuperó una chispa de voluntad.

—N-No te saldrás con la tuya —balbuceó temblorosa.

—Mmm… Te estás resistiendo. Me encanta —dijo en voz baja— pero sabes que vas a perder.

Ella apretó fuerte los labios. Si él seguía… se rendiría completamente.

Y él lo sabía.

—Pues si estás tan segura… —Dae-hyung bajó lentamente sus manos a la cintura de ella— probemos tu resistencia.

Antes de que procesara lo que pasaba, sintió sus labios en su cuello. Luego en la oreja. Su piel ardió.

—Ah— —el pequeño gemido se le escapó sin permiso.

Eso fue todo lo que él necesitó.

Ella se giró de inmediato para quedar frente a él, respirando agitada.

—Así me gusta —se burló él, riéndose contra sus labios—. No puedes mentirle a tu subconsciente, Mie-yeong.

Ella se cubrió el rostro, enrojecida como nunca.

—¡Cállate!

—¿Y por qué? Si la verdad es adorable —alzó una ceja, provocador.

Ella le dio pequeños golpes en el pecho.

—¡No te burles!

Él solo rió más.

—Tus golpecitos… son como caricias de gatito.

—¡Ya para! —ella lo miró más avergonzada que molesta.

Su expresión cambió. Los dedos de Dae-hyung se posaron delicadamente bajo su mentón.

—Lo siento… —susurró.

Y la besó.

Esta vez sin juegos. Sin pausas. Sin duda.

Cuando se separaron, ella fue quien lo sujetó del rostro para besarlo de regreso. Más fuerte. Más intenso. Un beso que quemaba todo.

Sus manos se colaron bajo la camisa de él, explorando su pecho cálido y firme.

Él jadeó suavemente.

—Oye… si quieres, puedo quitarme la camiseta —bromeó con picardía.

—¡Cállate y cállate! —ella lo empujó pero sin dejar de besarlo.

Él la atrajo más, disfrutando cómo ella se entregaba finalmente.

Hasta que…

crack

Dae-hyung abrió los ojos en alerta.

Un sonido. Afuera. Alguien acercándose.

Mie-yeong no lo notó; estaba muy ocupada besando su cuello ahora.

—Mie-yeong… —él intentó apartarse.

—No. No vas a huir ahora —lo abrazó con más fuerza, hundiéndose en él.

—Yo causé esto… —pensó él con una mezcla de culpa y diversión.




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