El demonio que Amé

Capitulo 38: Sombras que desean

Mie-yeong bajaba las escaleras con el corazón en caos.

Cada paso retumbaba en su pecho como si Dae-hyung siguiera rozando su piel.

«Muy pronto llegaremos a nuevos niveles de pasión…»
Sus palabras ardían todavía en su oído.

Se llevó una mano a la cara.
Estaba ardiendo.
Enamorada.
Y con cero autocontrol.

Respiró hondo y se obligó a recuperar su postura firme.

Tenía que hacerlo.
No podía levantar sospechas.

Al llegar al último escalón, su rostro ya estaba neutro… casi frío.

—Oye, Mie-yeong —la llamó Celine desde la mesa—. ¿Llegaste viva de la inspección del desastre prehistórico debajo de tu cama?

Mie-yeong forzó una risa.

—Jajaja… muy graciosa.

—Si necesitas ayuda con la arqueología, me avisas —añadió la otra con tono burlón.

Mie-yeong rodó los ojos mientras se sentaba con las demás cazadoras, disimulando que nada pasaba.

Pero por dentro…

«Dae-hyung… ¿dónde estás ahora?»

Un plano oscuro.
Estructuras flotantes.
Sombras vivas deslizándose como serpientes.

Allí estaba Dae-hyung, recostado sobre una columna desgastada… con una sonrisa pícara, casi lujuriosa.

—Pasión… —susurró mirando a la nada—. Quizás deba enseñarte lo que un demonio puede hacer, cazadora mía…

Se relamió los labios, imaginando la próxima vez que la tendría entre sus brazos.

Pero un demonio de bajo rango apareció temblando delante de él.

—S-Señor Dae-hyung… Gwi-ma… lo solicita… en su sala principal…

—¿Gwi-ma? —chistó la lengua, molesto—. Qué fastidio.

Se puso de pie y estiró el cuello con arrogancia.

—Supongo que tendré que ir… no vaya a ser que se ponga de mal humor —rió con sarcasmo.

Mientras avanzaba, su sonrisa se volvió oscura.

«Algún día… lo destruiré.
Lo juro. No nací para ser mandado por nadie.»

Sus pasos resonaron como un desafío silencioso.

Dae-hyung se inclinó con falsa obediencia frente al enorme demonio que dominaba la sala.

—Mi señor —dijo, actuando con servilismo perfecto.

—Dae-hyung —la voz de Gwi-ma retumbó como un trueno oscuro—. Quiero que me informes cómo algunos demonios han logrado cruzar la barrera de las cazadoras para robar almas.

El demonio alzó la vista y fingió sorpresa.

—Con todo respeto… esa barrera es casi impenetrable.
Solo algunos como yo… podemos encontrar grietas en ella.

Gwi-ma lo observó, sospechando… pero satisfecho por el momento.

—Necesito más alternativas. Quiero expandir nuestro alcance.

—Yo podría… investigar soluciones más efectivas —respondió Dae-hyung con una sonrisa suave pero calculadora.

Gwi-ma asintió.

—Eso esperaba de ti.

Justo cuando Dae-hyung iba a retirarse…

Una voz chillona interrumpió:

—¡No salgas de aquí! ¡Quédate donde estás!

Rok-gan irrumpió agresivo, furioso.

Dae-hyung sonrió… encantado.

—¿Y tú quién eres para decirme qué hacer, insecto? —dijo con tono letal.

Rok-gan apretó los dientes.

—¡Cierra la boca!

—Oh, qué miedo —rió Dae-hyung—. ¿O es que te duele que te recuerde tu lugar?

La rabia de Rok-gan era tan intensa que parecía a punto de explotar.

Pero una presión oscura llenó la sala:

—Silencio —ordenó Gwi-ma.

Ambos se callaron al instante.

—Rok-gan. Explica esta interrupción, o tu castigo será doloroso.

El demonio inferior tragó saliva.

—Uno de mis lacayos… ha desaparecido.
La última vez que me informó… fue en el mundo humano.
No responde a mi llamado. Es imposible que se resista…

Gwi-ma levantó una mano para invocar al lacayo.

Nada ocurrió.

Frunció el ceño.
Eso jamás pasaba.

Hizo la prueba con Rok-gan.
Éste gritó de dolor y cayó al suelo.
Eso confirmaba que su poder estaba intacto.

—Ese demonio osó desafiarme… —la ira de Gwi-ma se volvió volcánica.

—Qué irresponsable de tu parte perder a tus propios sirvientes —comentó Dae-hyung, disfrutando.

Rok-gan se levantó de golpe, furioso.

—¡Estoy seguro de que tú eres el responsable! ¡Por la rabia que me tienes!

—¿Rabia? —Dae-hyung soltó una carcajada elegante—. No pierdo tiempo sintiendo algo por un ser inferior como tú…
Imagínate… ¡menos por un lacayo tuyo! —remató con una sonrisa venenosa.

Rok-gan atacó, tratando de golpearlo.

Dae-hyung simplemente se hizo a un lado.

Rok-gan cayó…
De cara al suelo.

La risa del demonio mayor fue pura humillación.

—Siempre tan torpe.

—¡Basta! —tronó Gwi-ma.

El castigo cayó sobre Rok-gan nuevamente.
Su cuerpo tembló bajo un dolor invisible y brutal.

—Una vez más, y te haré pedazos —le advirtió Gwi-ma.

Dae-hyung no ocultó su risa triunfal.

—No vuelvas a acusar sin pruebas —concluyó Gwi-ma.

—Como ordene, mi señor —respondió rok-gan conteniendo su rabia.

—Pueden retirarse.

Ambos obedecieron.

Ya lejos de Gwi-ma, Dae-hyung recuperó su postura elegante.

Y su mente volvió… a ella.

«Voy a llevarte a nuevos niveles, Mie-yeong… No podrás escapar de mí.»

Pero una mano brusca lo sujetó del hombro.

Rok-gan.

—Lo descubriré —escupió, con rabia fría—. Sé que tuviste que ver con eso. No me importa lo que tengas planeado… te voy a destruir.

Dae-hyung tomó su muñeca…
y la apartó de un tirón que lo obligó a retroceder.

Lo miró a los ojos con una amenaza helada.

—Escucha, basura.
Investiga lo que quieras…
pero recuerda algo…

Se inclinó a su oído con una sonrisa cruel:

—Si buscas pelea conmigo…
no habrá forma de que sigas vivo para contarlo.

Rok-gan sintió un escalofrío letal recorrerle la columna.
Porque lo dijo con un tono tan real… que no cabía duda.

Dae-hyung dio un paso atrás…




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