La noche había caído como un manto silencioso sobre la casa de las cazadoras.
Mie-yeong subía las escaleras lentamente, tocando la baranda con los dedos mientras una sonrisa tonta se le escapaba.
La cena había sido la más tranquila en días.
Sin mentiras.
Sin sospechas.
Sin demonios escondidos en su cuarto…
Bueno… casi.
«¿Estará pensando en mí…?
¿De verdad cumplirá lo que dijo?»
Recordar sus palabras le calentó la piel en segundos.
Sus mejillas eran un incendio, y su corazón un tambor inquieto. Se mordió el labio sin darse cuenta, recordando su mirada… esa mirada que parecía desvestirla sin tocarla.
Mientras tanto…
En un callejón oscuro, humo negro se condensó hasta tomar forma.
—Por fin… —resopló Dae-hyung, molesto—. Perdí demasiado tiempo escuchando amenazas inútiles.
Sus ojos brillaban rojos todavía, la furia latente… hasta que miró hacia la ventana del cuarto de Mie-yeong.
Entonces su expresión cambió.
Traviesa. Salvaje.
Ansiosa.
—Ahora sí… diversión real.
Apareció dentro de la habitación sin hacer ruido.
Todo estaba oscuro… perfecto.
—Hmm… una sorpresa sería… interesante —susurró con una sonrisa peligrosa que prometía caos.
Se deslizó directo bajo las sábanas, acomodándose como un depredador listo para atacar… apretando la tela entre los dedos con anticipación.
Podía sentir el aroma de ella en las almohadas. Y eso solo lo hacía perder paciencia.
—Apúrate, cazadora —susurró para sí mismo.
…
Mie-yeong abrió la puerta y encendió la luz sin pensar en nada más que en su cama.
Ni siquiera notó el bulto sospechoso entre las sábanas.
Suspiró y comenzó a quitarse el polo que habia estado usando durante todo el dia y tambien en el entrenameinto que habia tenido.
Se lo levantó hasta la mitad…
Y entonces…
Brazos fuertes rodearon su cintura por detrás.
Un cuerpo pegado al suyo.
Un aliento cálido rozó su oreja.
—Hola… mi cazadora favorita.
¿Me extrañaste? —susurró con su voz juguetona y tentadora.
El polo quedó atrapado en las manos de Dae-hyung, sin dejarla terminar de quitárselo. Sus dedos rozaron su piel sin querer… o quizá muy queriendo.
Mie-yeong soltó un pequeño grito y levantó el puño lista para golpear—hasta que esa voz resonó por completo en su mente.
Se quedó inmóvil.
Roja.
Temblando de sorpresa… y de algo más.
Se volteó tan rápido como pudo, quedando con el rostro a centímetros del suyo.
—¿¡Qué haces saliendo así de la nada!? —balbuceó tapándose con las manos— ¡¡Casi te golpeo!!
Dae-hyung arqueó una ceja, divertido.
—Te estaba esperando…
¿No es obvio?
Él la observaba como si fuese un tesoro que solo él podía tocar. Esa mirada la dejó sin aire.
—Esperar no es meterte a escondidas en mi cama como un psicópata —lo regañó, muy roja.
—Oh, pero funcionó… —su sonrisa se amplió como si hubiera ganado un premio—. Mírate… estás adorablemente sonrojada.
Mie-yeong retrocedió un paso, pero él atrapó su muñeca con delicadeza, jalándola de nuevo hacia él. Como si no soportara la distancia.
—Dijiste que… ibas a… —ella no pudo terminar la frase de lo avergonzada que estaba.
Él inclinó la cabeza, acercándose más. Su nariz rozó la suya. La temperatura subió un grado en un segundo.
—¿…Elevar nuestra pasión?
Claro que lo dije.
Sus miradas se atraparon.
El corazón de ella golpeaba como un tambor a punto de romperse.
Dae-hyung bajó la voz, profunda y peligrosa:
—Pensé en ti todo el tiempo…
No tienes idea de cuánto quería volver.
Ella parpadeó, sorprendida y enternecida a la vez.
—¿De… verdad?
—¿Crees que iría con gusto a hablar con idiotas si pudiera estar contigo?
Yo siempre elijo estar a tu lado.
La cazadora sintió un vuelco en el alma. Esa confesión la desarmó más que cualquier ataque.
Él deslizó su mano por su espalda baja, quemando la piel que tocaba.
—Tu cuerpo está caliente… ¿estabas pensando en mí?
—¡No!… o sí… ¡No sé! —ella tapó su cara, desesperada y ardiendo.
Él soltó una carcajada suave, pero con una ternura que casi lastimaba.
—Eres mía, Mie-yeong.
Y cada vez que lo recuerdas… yo lo siento.
Ella bajó las manos y lo miró desafiante, tratando de recuperar el control.
—No soy un objeto.
Él sonrió, más serio esta vez. Más real.
—No.
Eres la única… que me importa.
El silencio se volvió eléctrico entre los dos.
Dae-hyung levantó suavemente su barbilla con dos dedos, obligándola a verlo a los ojos. Sus pupilas brillaban con deseo… pero también con una devoción que ella aún no entendía.
—Prometí llevarte a nuevos niveles…
Y no rompo promesas.
Ella tragó saliva.
—Entonces… ¿qué vas a hacer?
Él acercó su frente a la de ella. Casi respiraban el mismo aire.
—Lo descubrirás…
muy pronto.
Su pulgar acarició su labio inferior por un instante eterno.
Mie-yeong no supo si temer… o desear con locura lo que estaba por venir.
Pero una cosa era segura:
Ya no tenía escapatoria.
Porque en esa habitación, en esa noche…
El demonio más peligroso del inframundo…
solo quería a ella.
Y no iba a soltarla.
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Editado: 29.11.2025