El demonio que Amé

Capitulo 41: El latido que no debería escucharse

Dae-hyun todavía tenía los labios pegados a los de Mi-yeong cuando, con un movimiento suave pero decidido, la tomó por la cintura y la echó sobre la cama.

Ella soltó un pequeño jadeo de sorpresa, roja hasta las orejas.

—Vaya, cazadora… —murmuró él, inclinándose sobre ella con una sonrisa peligrosa—
tu cama es más suave de lo que imaginé.

—¡D-Dae-hyun! —Mi-yeong apretó la sábana, avergonzada—
No digas esas cosas…

Él soltó una risa baja, encantado.

—¿Por qué? ¿Porque te pones así? —rozó su nariz con la de ella—
Me encanta verte roja.

Mi-yeong lo empujó suavemente del pecho, pero sin intención real de apartarlo.

—Tú… tú eres imposible.

—Y tú eres mía —susurró, antes de volver a besarla.

El beso fue más profundo que el anterior. Más hambriento.
Las manos de él recorrieron su cintura, su espalda, su rostro, como si quisiera memorizarla entera.
Ella, casi sin pensar, respondió con la misma pasión. Sus dedos se enredaron en su cuello, atrayéndolo aún más.

Besaron hasta que ambos quedaron sin aire.

Separaron los labios apenas un segundo, respirando agitados.

Dae-hyun se tumbó a su lado, todavía con un brazo rodeándola por la cadera.

Por un momento solo se miraron, las respiraciones mezclándose.

—No puedo creer que esto esté pasando… —murmuró Mi-yeong, con la voz temblorosa de emoción.

—Pues créelo. —Él llevó sus dedos a su mejilla—
No pienso alejarme de ti… no después de lo que dijiste.

Ella escondió la cara en su cuello, ardiendo.

—No lo repitas… me da vergüenza…

—Me encanta que te dé vergüenza —contestó él, riéndose suave—
Tu corazón late tan fuerte que puedo sentirlo desde aquí.

Mi-yeong quiso protestar, pero la mano de él volvió a acariciar su cintura…
y su cuerpo reaccionó antes que su mente.

—Dae-hyun… —susurró, ya muy caliente.

—¿Hm? —él sonrió, sabiendo exactamente lo que provocaba.

Su mano subió lentamente por la curva de su espalda.
Mi-yeong tembló… y en un impulso, cambió de posición, quedando sobre él.

Los ojos del demonio se abrieron, sorprendido—
y encantado.

—¿Vas a atacarme, cazadora? —bromeó con voz ronca.

—Cállate… —ella escondió la cara en su pecho, muerta de vergüenza.

Él la tomó por la cintura, guiándola con cuidado.
Las caricias siguieron… suaves al inicio, luego más intensas.
Los dedos de Mi-yeong bajaron por su abdomen, sintiendo cada músculo tensarse bajo su tacto.
Él soltó un suspiro bajo, entrecortado.

La pasión escalaba rápido.
Demasiado rápido.

Mi-yeong sintió su propio cuerpo responder como nunca antes.
Y antes de pensarlo, sus labios buscaron nuevamente los de él.

El beso se volvió urgente.
Ella lo agarró por la camisa, acercándolo más, queriendo más, sintiendo más—

Y justo cuando su cuerpo estaba a punto de cruzar un límite…

Dae-hyun la detuvo.

No bruscamente.
Pero sí con firmeza.

Él tomó sus manos, entrelazándolas para frenarla.

—Mi-yeong, espera… —su voz era baja, densa… y cargada de deseo contenido.

Ella se quedó quieta, confundida y muy avergonzada.

—¿Pasa… algo? —preguntó, sintiendo cómo la vergüenza le subía hasta el cuello—
Yo… yo solo…

Él sonrió suavemente, acariciando su mejilla.

—No es eso, preciosa. —Su tono era cálido, casi tierno—
Solo… si seguimos ahora…
no voy a poder detenerme.

Mi-yeong se quedó muda.
Roja.
Completamente roja.

—¿Entonces… me estás rechazando? —preguntó con un hilo de voz.

Dae-hyun soltó una risa suave.

—¿Rechazarte? —presas sus manos a su pecho—
Cazadora… si supieras lo que me haces…
te daría vergüenza hasta respirar.

Ella lo golpeó en el hombro, totalmente roja.

—¡Dae-hyun!

Él la giró para dejarla a su lado nuevamente, mirándola con una sonrisa demasiado llena de amor.

—Quise detenerte porque… —sus ojos bajaron a sus labios—
tengo una sorpresa para ti.

Mi-yeong parpadeó.

—¿Una… qué?

—Una sorpresa —repitió él, complacido por su reacción.
La punta de su dedo tocó su nariz—
Y te va a acelerar el corazón como nunca.

Mi-yeong quedó tan roja que él tuvo que contener otra risa.

—¿Q-qué clase… de sorpresa? —preguntó ella, escondiéndose bajo las sábanas.

Él se rió abiertamente.

—Ay, Mi-yeong… me vas a matar con esto.
Pero no te preocupes… —sus labios rozaron los de ella una última vez—
no tendrás que esperar mucho.

Se inclinó, dándole un beso lento, profundo, que la dejó sin aliento otra vez.

Luego se levantó.

Ella lo siguió con la mirada, aún aturdida.

Dae-hyun se acercó a la ventana, abrió apenas una sombra del portal oscuro, y justo antes de cruzarlo, murmuró algo en un susurro que ella no alcanzó a oír:

—Quiero ver tu cara cuando me veas mañana… cariño.

Y desapareció.

Mi-yeong se dejó caer sobre la almohada, el corazón desbocado.

¿Qué sorpresa podría hacerme a mí…?
Pensó tanto… que se quedó dormida sin darse cuenta.

A la mañana siguiente…

Despertó sobresaltada.

¿Otra vez…?

Tocó su pecho.

No había soñado nada.
Ni con demonios. Ni con luz. Ni con él.

Ese vacío onírico la inquietó más de lo que quería admitir.

Bajó a la cocina.

Céline ya preparaba café. Soo-ming estaba tostando pan.

—Buenos días —saludó Mi-yeong, intentando sonar normal.

—¡Por fin despiertas, dormilona! —rió Soo-ming—
¿Estabas agotada o qué?

Mi-yeong casi se atragantó con su propia saliva.

—N-no, solo… cansada.

Céline la miró de reojo.

—¿Tuviste pesadillas otra vez?

—No… —murmuró Mi-yeong, sirviéndose agua—
Eso es lo raro. No soñé nada.

—¿Nada? —preguntó Soo-ming—
¿Ni siquiera esa luz rara que me contaste?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.