Los vio bailar y reír abrazados, besarse y murmurar cosas estúpidas, mirarse a los ojos como si fueran diamantes...
Hunter estaba sentado en la rama de un pino viejo con un pack de seis latas de cerveza, él no pensaba asistir a esa fiesta, era como si le quisiesen colgar un cartel de "Rechazado" en el pecho, o unos grandes cuernos como los que tenía ahora.
Kaylee, su amor, su reina, su vida, la mujer que había elegido para ser quien compartiera sus días, lo había engañado en sus narices, y ahora estaba ahí, con todo su clan, festejando al lado de ese puma.
Raspó la rama con sus garras.
"Yo debería estar ahí" se dijo mientras los veía desde la distancia "Yo debería ser quien esté con ella" destapó su quinta cerveza, deseando que el alcohol hiciera algún efecto en su organismo.
A lo lejos, Belle y James bailaban, mientras que Alex, Carter y Connor comían sus postres, Aria se mantenía alejada, reclinada sobre el tronco de un árbol. Los demás bailaban alrededor de la feliz pareja...
—Hipócritas.
—He aquí el ejemplo perfecto de un despechado.
La profunda voz de un hombre le hizo cambiar el rumbo de su mirada anhelante, verla a ella abrazada a otro era un golpe que no podía aguantar de pie, sentía garras clavándose en su corazón cada vez que veía su sonrisa, su mirada, su voz, dirigidas a otro.
—Vete de aquí Liam.
Estaba al borde de estallar, el dolor en su pecho era incontenible, Hunter no estaba de humor para hablar con nadie, ahora mismo era una granada sin seguro que podría estallar al menor contacto.
—No, estás aquí arriba de este árbol pensando vaya saber uno qué, no puedo creer lo bajo que has caído.
—No necesito tus consejos. —Intentó sonar hostil, con una voz apenas animal, cualquier cambiante reconocería la indirecta.
—Y posiblemente estás planeando tu venganza como todo un villano...
Pero Liam no era un cambiante normal...
— ¿Quieres dejarme solo? —Alzó la voz, el felino alerta en su mente, al acecho, debatiéndose entre huir o atacar a un amigo, a un compañero de clan.
— ¿Y dejar que te coma la envidia? Ya debes superarlo, madura de una buena vez, ustedes dos no estaban destinados a estar juntos.
Hunter saltó desde su rama.
El hombre de intensos ojos verdes se quedó en su lugar a pesar de la furia que controlaba su cuerpo. Hunter estaba a punto de perder los estribos, enfrentarse al hombre más fuerte del clan no era una buena idea, pero la lógica ya no actuaba sobre su cerebro.
— ¿Y tú qué diablos sabes sobre el destino?
Liam frunció el ceño y dio un sorbo a su botella. Tenso, se plantó frente a él, Hunter gruñó.
—No escupas tu veneno sobre mí, estás cegado por los celos, admite que has perdido y continúa con tu vida.
Como si fuera tan fácil seguir adelante cuando lo habían engañado de la forma más cruel posible.
Liam no tenía idea de lo que estaba sufriendo Hunter.
Él estuvo ahí desde el comienzo, la recordaba como una joven niña debilitada por no cambiar en meses, una niña que se volvió mujer frente a sus ojos, que aceptó ser su pareja y atravesó el infierno junto a él cuando el clan fue emboscado. Y ahora lo engañaba.
—Ella me engañó —dijo entre dientes—. Yo lo único que hice fue intentar hacerla feliz. —Volteó a ver donde estaba Kaylee en los brazos de otro y eso avivó su rabia— ¡Es ella la que debería admitir su falla!
Pero el lugarteniente frente a él no entendía, no, Liam no sabía nada sobre relaciones, jamás había tenido una pareja que durara más de tres días. El hombre caminaba solo, y probablemente lo estaría siempre.
—Deja de decir estupideces —Liam avanzó, el dominio en su mirada lo incitó a someterse, pero el odio y el dolor se lo impidieron, Hunter no retrocedió ni evadió su mirada—. No supiste cuidar a tu pareja, ella no tiene la culpa.
Hunter se acercó y lo enfrentó, tenía rabia en su interior, un puñado de hielo en donde alguna vez hubo un corazón.
—No vengas a hablarme de relaciones, cuando tú ahora, no tienes nada.
Se transformó y corrió, hasta llegar exhausto a la cascada. Estaba congelada, finas y delgadas lanzas de hielo en una caída de tres metros que en esta época del año no tenía fin, la laguna en la base estaba convertida en hielo. Hunter se acercó y miró su reflejo.
"¿Qué tiene él que no tengo yo?" se preguntó, el reflejo no le dio la respuesta que ansiaba con desesperación, de pronto el aire se cargó de un sutil aroma dulce, lo reconoció al instante, Hunter giró su vista hacia unos arbustos de donde provenía el aroma de Riley.
Quería rugir, asustarla, descargar sobre ella todo el dolor que sentía por dentro, pero de nada le serviría hacerle daño, no podría, no a Riley.
Aunque estaba enojado con ella por el hecho de que siempre supo que Kaylee estaba enamorada de otro, su amistad era más fuerte, era lo único que le permitía dejar que ella se acercara.