El desafío de Hunter [serie Ice Daggers 2]

Capítulo 8

 

Tarah estaba encantada de poder correr, y maravillada de ver al leopardo de Hunter. Era precioso, su cuerpo era robusto y macizo, sus patas eran fuertes, tenía una cola larga y tupida, y una cabeza redondeada, con orejas pequeñas, pómulos anchos y un mentón delicado. Era casi de su tamaño, apenas unos centímetros más grandes y su agilidad para correr era excepcional.

Quiso juguetear con él como una vez lo hizo con su hermano, rozar su pelaje contra el suyo, probar su fuerza. Pero decidió no arriesgarse y arruinar tan lindo momento.

Llegaron a la orilla del lago Saint Jerome, el paisaje era deslumbrante, un enorme espejo de agua clara se mecía suavemente en olas tranquilas, parecía una extensión del mismo cielo. En la orilla se podía ver un sendero artificial que seguía todo el contorno del lago.

El aire frío era una punzada en su piel, su pelaje no era para ese tipo de clima. Pero podía soportarlo. Se sentó cerca del agua y vio su reflejo, esto era en esencia, la libertad más pura que había tenido en años.

Hunter estaba a unos metros detrás de ella, sentado en la hierba mojada, su semblante seguía serio, su mirada aguamarina se encontraba en el horizonte. Ya no lo sentía tan tenso como cuando lo había visto en la cabaña, ahora estaba tranquilo. Había algo oculto en él, una fuerza interna que sabía que estaba resistiendo, y ella quería averiguar qué era.

Con confianza avanzó hacia él en tono juguetón, pero cuando estuvo a punto de rozarlo, Hunter la esquivó, volviéndose a poner de pie y a alejarse. Lejos de disgustarse, Tarah le siguió, intentando atrapar su cola, dando pequeños saltos, tentándole para que se uniese a su juego, él solamente daba pequeños gruñidos y nada más.

Cuando recorrieron la mitad del sendero, se escucharon a lo lejos dos rugidos, Hunter se puso alerta y elevando su cabeza emitió un fuerte y sonoro rugido que la hizo estremecer. Ella no podía rugir de ese modo, solo podía emitir un quejido agudo que poco se parecía a un verdadero rugido.

Cuando Hunter terminó le hizo un gesto con la cabeza y emprendieron el viaje de vuelta. Esta vez mantuvieron un paso de trote relajado, las nubes en el cielo amenazaban traer lluvia, Tarah se centró en lo hermoso de esa tierra, la frescura del aire, la suavidad de la tierra, la variedad de sonidos, aromas y colores que se mezclaban y hacían de ese un hermoso lugar.

De todo eso, Hunter resaltaba, su figura de imponente fuerza, su aroma a madera quemada y tierra húmeda, tan salvaje y sutil, su paso firme sobre el camino como si fuese dueño de todo lo que le rodeaba, seguro de su poder, un depredador que la protegía, un guardián que la mantenía a salvo.

Y ella no podía estar más a gusto con su presencia.

Llegaron a su cabaña, Hunter se puso en dos patas para abrir la puerta, mientras se aseguraba de que nadie extraño estuviese rondando su casa, Tarah entró y se encontró con que habían tres aromas distintos, uno suave y delicado mezcla de miel y flores exóticas, por debajo de este, apenas perceptible había un aroma a tierra mojada y hierba fresca, y otro más fuerte de humo y hojas secas.

Supuso que como Hunter le había dicho que una chica de su clan vendría a dejar sus cosas, no se preocupó. Tomó con su hocico una muda de ropa que le habían dejado en el sillón, y fue a la habitación de Hunter para cambiarse.

Cuando volvió a la sala de estar, lo vio dar vueltas alrededor, la tensión había regresado a su cuerpo. Esperó que ella se sentase para correr a su cuarto, volvió en cuestión de minutos. Más serio que de costumbre, su postura rígida, su respiración anormal.

— ¿Qué sucede? —le preguntó.

—Nada, hay comida en la heladera, si tienes frío puedes encender la chimenea, yo me daré un baño.

Tarah no insistió, pero se quedó con la duda, para matar la curiosidad insidiosa, decidió preparar a ambos un café y tostadas con queso, de la heladera sacó dos pastelillos con crema. Puso la comida en una bandeja y la dejó en la pequeña mesa de la sala de estar, luego encendió un fuego en la chimenea y se quedó cerca para entrar en calor.

Hunter apareció tiempo después, vestido con unos jeans negros, zapatillas del mismo color y una remera blanca, su pelo estaba desordenado y caía de manera salvaje sobre su frente.

—He preparado el desayuno —le dijo cuando vio la bandeja—. Que a juzgar por la hora vendría a ser el almuerzo.

No dijo nada, se limitó a asentir y a sentarse en el sillón grande. Ella hizo lo mismo, ambos comieron en silencio.

—Debo saber —dijo él al terminar su café— ¿Qué es lo que hiciste para ofender a los pumas?

—No lo sé, solamente tuve la desgracia de ser la hermana de mi hermano.

— ¿Quién es tu hermano?

—Jackson Cordell, era mi hermano mayor.

—Oh, lo siento.

—No importa, por su culpa estoy así, él se metió en un lío muy grande y terminó arrastrándome con él.

—Sé que has cometido muchos delitos en tu vida.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.