El desafío de Hunter [serie Ice Daggers 2]

Capítulo 9

 

Hunter encendió un aparato dispensador de perfume con la excusa de eliminar el humo en el interior, pero en realidad quería deshacerse del olor de Kaylee, y del olor del puma que había traído consigo.

Era increíble para él lo rápido que había pasado de amarla a odiarla, de tal forma que no podía soportar tener su aroma cerca, o el aroma del puma que ella tendría como una segunda capa.

La repulsión y la ira se habían adueñado de sus sentidos cuando entró a su casa, pero por Tarah él evitó dejarse llevar por la cólera del leopardo y destruir el lugar. Ella no tenía la culpa de su desdicha, así que para calmar su temperamento se dio un baño de agua helada.

La había visto como una sombra difuminada cerca del fuego, el resplandor la hacía ver poderosa, su largo cabello castaño caía en suaves ondas hasta la mitad de su espalda, su complexión era fuerte y atlética, su tamaño era casi igual al suyo, Tarah era esbelta y delicada en cualquiera de sus formas.

Le había preparado un desayuno - almuerzo, y para no ofenderla la acompañó, no tenía hambre, pero igual comió, aprovechó el momento para averiguar más sobre ella, le sorprendió saber que ella estaba sola, que no tenía lealtad ni vínculos hacia ninguna persona, que desde pequeña había huido de su hogar para jamás regresar, le desconcertó la naturalidad con la que podía hablar de su hermano muerto, sin ningún rastro de tristeza o angustia.

Tarah era diferente, independiente y extraordinaria, inmune a la necesidad de encontrar un guía, de hallar el apoyo de un clan, de una familia.

Hunter no podía estar más de dos meses alejado de los suyos.

Ahora él había agotado la carga del dispositivo, la presencia del intruso estaba borrada. Tarah leía un libro mientras que en su reproductor sonaba una canción de una banda que no conocía. La tarde había transcurrido en una calma armoniosa, como si ambos estuviesen juntos desde siempre, cómodos ante la presencia del otro.

"Your lips feels warm to touch... You can bring me back to life... On the outside you're ablaze and alive... But you're dead inside!"

La voz del cantante era melodiosa y sufrida, un lamento que provocaba en él un sentimiento agridulce, eso, mezclado con un ritmo pegadizo de una batería fuerte, un bajo suave, y una guitarra apenas perceptible, la hacía una canción hermosa para su oído.

— ¿De quién es esa canción? —le preguntó cuando guardó el dispensador.

—Muse —le respondió sin levantar la vista de su libro—. Una banda de rock británica de la década del 2010.

—Más de doscientos años.

—Es lo que la mayoría de la gente me dice —esbozó una sonrisa—. Tengo música que data de 1990, son clásicos, reliquias que hoy ya no se encuentran fácilmente.

—Tienes un gusto musical muy extraño —Tarah frunció el ceño—. Pero me gusta esa canción.

Ella sonrió, envolviendo su ser en un cálido abrigo, abarcando cada parte de su cuerpo en un abrazo invisible. Hunter no podía permitirse caer en la tentación, aunque Tarah fuera la tentación más intrigante que había conocido nunca.

«Jugué una vez al amor, y me quemé en el intento» No volvería a cometer ese error.

Echando más leña al fuego, Hunter arrojó las últimas fotografías de Kaylee, la aflicción hizo presión en su pecho mientras las veía ser devoradas por el fuego, reduciéndose a cenizas, aún si se deshacía de todas sus cosas, no podía deshacerse de sus recuerdos, la herida de su corazón no sanaría jamás si ella permanecía en su mente.

Tarah subió a su habitación cuando terminó de leer su libro, el reloj daba las diez de la noche. Hunter lo tomó de la mesa y leyó su título Caricias de hielo se veía viejo y desgastado, los bordes roídos y las páginas amarillentas. Tenía la imagen del rostro de un hombre humano, de cabello negro y ojos azules.

Dejó con cuidado el maltrecho libro en su lugar, apagó todas las luces, activó la alarma y se fue a dormir escuchando una lluvia suave que supo que se convertiría en otra feroz tormenta.

La niebla densa y fría envolvía su cuerpo, debilitando su vista, haciéndole vulnerable, estaba en lo que parecía un bosque. De pronto entre las fantasmales figuras de los árboles, un par de ojos se iluminaron, el bosque se tornó silencioso, la soledad lo embargó en ese sombrío paisaje, y aquellos ojos lo inmovilizaron, eran tan aterradores como hermosos, y eso le provocaba un escalofrío en su espalda. Hunter sudaba frío mientras una pequeña figura se acercaba, dueña de esos ojos que resplandecían con un gris apagado, parecían muertos entre la niebla. Al avanzar y quedar al descubierto, su corazón se congeló, era ella.

Lo miraba con una sonrisa malvada en su rostro, con un amor extraño, la repulsión y el asco invadieron su cuerpo cuando ella lo tocó, su piel era fría, y cuando con horror pudo ver al puma en su interior, ella estaba ya muerta, la niebla no era más que humo, y los árboles eran esqueletos retorcidos y calcinados por un incendio.




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