El desafío de Hunter [serie Ice Daggers 2]

Capítulo 10

 

Tarah preparó el desayuno a la mañana siguiente, calentó agua para el café, hizo tostadas y sacó dos porciones de tarta de chocolate de la heladera mientras sonaba una de sus canciones favoritas en el reproductor de música.

"'Cause I want you now... I want it now... Give me your heart and your soul... And I'm breaking down… I'm breaking out... Last chance to lose control..."

Estaba cortando las tostadas cuando escuchó unos golpes en la puerta, fue a abrir pero Hunter ya estaba ahí y con una mirada le indicó que se mantuviera lejos.

Él miró por el ojal, y suspiró, luego abrió la puerta y dejó entrar a dos mujeres, una de ellas era Riley.

— ¡Hola Hunter! —lo saludó con un beso en la mejilla.

Detrás de ella entró una joven de rizos negros, piel morena y ojos oscuros, debía ser de la edad de Riley.

— ¿Cómo estás Hunter? Hace más de dos semanas que no nos vemos.

—Estoy bien, em... Tarah ella es Hailey Mckenzie, Hailey ella es Tarah Cordell.

La chica le dio un tímido saludo y se puso detrás de Hunter.

—Hola —saludó Tarah con una sonrisa amable, la joven se relajó y siguió a Riley.

—He traído comida —dijo Riley camino al comedor.

—No era necesario.

—Oh claro que sí, he notado que tienes un sentido del gusto bastante insípido últimamente, así que te traje alguna de las delicias de la panadería StoneAge.

Hunter la miro como si le dijera "lo siento" y se dirigió hacia donde estaban las chicas, Tarah volvió a la cocina y preparó cuatro tazas de café.

— ¿Les gusta el café? —les preguntó cuando depositó sobre la mesa la bandeja con las tazas.

—Sí, gracias —respondieron ellas al unísono.

Tarah se sentó al lado de Hunter, la mesa era grande y de madera cortada de forma rústica, una capa de barniz la hacía suave y tenía espacio para ocho personas, pero ella quería estar cerca de él.

Riley sacó de las bolsas, pastelillos de diferentes sabores, porciones de tartas, y muchos croissants.

— ¿Puedo preguntarte algo? —le dijo una vez se sentó.

—Adelante.

— ¿De qué vive tu clan?

—Tenemos una constructora en Lake Saint Jerome, también hacemos carpintería y artesanía en madera.

— ¿Eres artesano?

— ¿Hunter? ¿Artesano? —Riley se echó a reír.

—Tiene menos paciencia que un conductor de fórmula uno — añadió Hailey.

—Yo hago trabajos de precisión y uso común —corrigió Hunter—. Mesas, sillas, vigas, soportes, contrachapado, cosas así.

—Él solía hacer desastres en la carpintería —Hailey tomó un croissant de queso.

—Afortunadamente fue ascendido a guardián —añadió Riley.

—Ustedes dos están muy risueñas el día de hoy ¿Qué les sucede?

— ¿Acaso no sabes que evento hay hoy?

—No.

Riley le arrojó un pedazo de tarta que Hunter esquivó.

—Mi cumpleaños idiota, prometiste llevarme a algún sitio de Lake Saint Jerome.

—Oh, lo lamento ¡Feliz cumpleaños Riley!

— ¡Diecinueve años nene! —Dijo Hailey con emoción— ¿A dónde iremos?

—Al cine.

—Pero llueve a cántaros afuera, además no sé si tienen el permiso de Aria.

—Excusas, excusas, tú tienes un todo terreno que puede andar por cualquier parte, además hemos hablado con Aria y ella nos dio permiso solamente porque le dijimos que tú irías con nosotros.

Tarah miró de reojo a Hunter, su seriedad estaba pintada por una pizca de diversión, podía verlo en sus ojos.

—Veo que ustedes dos, par de pillas, me han cerrado las opciones ¿A qué hora?

—Estaremos aquí los tres a las seis en punto.

— ¿Los tres?

—Sí, Aiden irá con nosotras.

Tarah sonrió mientras veía cómo las dos mujeres sacaban el lado amable de Hunter. Le parecía una tierna escena, verlas sonreír y hablar con él. Dos sumisas actuando con total naturalidad ante un dominante, Tarah comprendió lo que era la lealtad, el apoyo, la protección, cosas que ella no creía posible entre dos personas, pero que era claramente visible en la forma en como se trataban entre ellos. Estaba segura de que Hunter no dudaría en matar por ellas, y que ellas a su vez, no dudarían en ayudarlo.

— ¿Cómo está tu herida Tarah? —le preguntó Riley.

De pronto Hunter y Tarah se miraron por un segundo, eran incapaces de decir nada, habían olvidado desinfectar la herida. Tarah rió bajo por su error, y también por la mirada de Riley.

—No sé cómo pude confiar en que harías esa tarea —le dijo con indignación a Hunter.

—Estoy bien, sólo me dolió el cuello por un par de horas, creo que no había necesidad de desinfectarla.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.