Se había escondido detrás de unos árboles, fuera de la vista del guardián, no contaba con que estuvieran acompañados, la idea era raptarlos a los dos, aunque fuese difícil controlar al macho joven.
Pero la chica y él estaban junto a tres jóvenes, dos mujeres y un hombre, no sería prudente intentar una captura forzada, correría un mayor riesgo y eso no podía permitírselo. Nadie podía verlo.
Michael debía permanecer fuera de su vista lo máximo posible mientras averiguaba los nombres de los leopardos. Era la primera vez en veintidós años que encontraba un clan de leopardos de las nieves, eran escasos y difíciles de tratar.
Uno de ellos debía ser su hijo.
La brisa cambió de dirección y supo que debía moverse, pero tardó mucho y su aroma fue reconocido por el guardián quien se puso en alerta, pero no lo reconoció gracias al abrigo de la noche.
Los vio marcharse en el auto y desaparecer por la calle. Ahora debía tener cuidado, más que nunca, un solo movimiento podría poner en peligro no sólo su búsqueda sino también su vida.
—Beta uno esperamos instrucciones, cambio.
—Aquí beta uno objetivo inalcanzable preparense para una retirada, reagrupación mañana a las cero seiscientas horas, cambio.
Se dirigió a la multitud de gente que iba y venía por la vereda de aquel cine, el reloj daba las nueve y media, debía inyectarse en media hora.
No sabía cuál era la peor parte de lo que estaba haciendo, si traicionar a su raza o traicionar a su jefe. Michael sabía cómo era el juego de la lealtad, lo había jugado por seis largos años, esperando un movimiento que le permitirse ganar la partida, él podía parecer un asesino, un depredador insensible fácil de manejar, aunque el Amonium no le hiciese efecto, sólo para poder utilizar en secreto la enorme base de datos de Curtis Lane.
Fue gracias a sus negocios sucios y a la chica que quería como mascota que llego a esta pista.
La anticipación de su cacería sobrepasó a la repulsión que sentía por tener que inyectarse ese líquido amarillo en sus venas.
Su leopardo vibró ante la promesa de sangre, una promesa que había esperado cumplir desde el día en que fue contratado por Curtis, desde el día en que se dio cuenta del verdadero rostro de aquel humano.
Cuánto se había aterrado al ver a esos inocentes encerrados, drogados, torturados. El peor ejemplo de la esclavitud que tanto había oído de niño, estaba ante sus ojos. Por esa maldita droga, su raza podría convertirse en los sirvientes de los humanos.
Michael prometió liberar a sus compañeros, cuando encontrara a su hijo, y el momento indicado, dejaría que la bestia en su interior saciara su sed de sangre.
Por ahora, seguiría fingiendo, mientras iba tras la pista de aquel que llevaba su sangre.
Por fin estaba cerca.