La cabaña era pequeña en comparación con la de Hunter, la decoración era austera y sencilla. Tarah estaba sentada en un sillón gris individual, en la sala de estar había otro sillón grande y otro pequeño del mismo color, cojines y almohadones dispersos por el suelo. Era reconfortante a pesar de la escasez de espacio. Casi todo hecho en madera en un estilo rústico.
Reconoció que, la madera era un elemento que primaba por sobre todos los demás materiales con los que estaban construidas sus cabañas.
Hunter le había traído ahí para hablar con su Alfa, le tomó por sorpresa la confianza, ella tenía entendido que los guardianes protegían a los Alfas con recelo ante los desconocidos.
—Hola, tú debes ser Tarah. —Un joven alto, de piel blanca y ojos marrones apareció de otra habitación—. Soy Ryan —le extendió su mano, ella la tomó insegura si era lo correcto.
El joven sonrió y se arregló su cabello despeinado, de un color castaño claro.
—Gusto en conocerte —añadió ella.
—El gusto es mío ¿Eres la protegida de Hunter?
—Sí.
Su sonrisa se amplificó, Tarah se sintió a gusto con él, su presencia le traía calidez, seguridad.
—Eres toda una curiosidad en el clan —le dijo con una voz de seda.
— ¿De verdad? —ella creía que era un secreto.
—Claro que sí, por eso me he infiltrado aquí para comprobar si eres una devoradora de corazones o una dulce cambiante.
— ¿Cuál es tu conclusión?
—Pues a juzgar de que estoy vivo, no eres lo primero y por tu postura y tu lenguaje corporal tampoco eres dulce, no al estilo de un sumiso, eres... Cómo decirlo... Dominante.
—Qué gran análisis —añadió de manera sarcástica.
Ryan, rió, en un sonido fuerte y agradable.
—Me agradas, espero que cuando termine lo que estés haciendo aquí te quedes un tiempo.
—Gracias, eres muy amable.
—De nada —su sonrisa se desvaneció cuando escuchó un ruido proveniente de afuera—. Debo irme, adiós.
Ryan desapareció justo antes de que la puerta se abriera, Tarah se puso de pie de inmediato. Entró una mujer, pequeña de cabello negro corto hasta la nuca, debía ser varios años mayor que ella, era la misma que había visto en el álbum de fotos. Caminó con paso firme, todo su cuerpo gritaba confianza, se sentó en un sillón individual.
Tarah no sabía que hacer «¿Ella es el alfa?»
—Señorita Cordell —le dijo con una voz serena—. Tome asiento.
Su guepardo estaba inquieto por su orden, analizando las posibilidades de enfrentarse a un depredador como ella, si Hunter la superaba en tamaño, ella debía de ser aún más grande y peligrosa.
—Gracias —le contestó de manera amable.
—Soy Aria Ashburn, alfa del clan Ice Daggers. —Alzó la vista revelando sus ojos azules, su mirada era tan fría que la congeló en su lugar, su guepardo por instinto se replegó—. Hunter y Sean Wells me han hablado de ti.
—Espero que hayas escuchado cosas positivas.
—No apruebo una historia hasta que no oigo las dos versiones. Desde mi punto de vista, representas un peligro para el bienestar de mi clan por el hecho de que hay alguien siguiendo tus pasos.
—Eso es lo que traté de explicarle a Hunter. —Bajó la mirada por vergüenza—. Debería estar lejos de ustedes, en prisión.
La mujer alfa la observó con atención, como el cazador que analiza su presa, Tarah no entendía de rangos, ni siquiera podía formar un clan ¿Por qué el poder de esa mujer le afectaba tanto?
—Hunter me ha pedido hacerte parte temporal de mi clan, tus antecedentes me dicen que no eres de fiar, pero por lo que has hecho por él puedo darte una oportunidad.
Tarah la miró confundida, no sabía de lo que hablaba, ni de lo que le había hecho a Hunter.
— ¿Qué le he hecho?
—Lo mantienes cuerdo. —Aria se acercó a ella—. Mi clan es pequeño, pero fuerte, si les haces daño te destrozaré, si no, te aseguro que te defenderán hasta la muerte, sólo necesitan que les demuestres que vale la pena luchar por ti.
—Lealtad —dijo en un hilo de voz—. Debo ganarme tu lealtad.
—Ellos son mi vida, apoyaré a cualquiera que los ayude, los defienda y proteja, pero tampoco dudaré en matar a quien se atreva a lastimarlos.
—Por esa razón no puedo quedarme aquí, tengo pintada una diana en mi espalda, los que me persiguen no dudarán en aplastarlos para llegar a mí. Ustedes son la familia de Hunter, no me perdonaría si algo les sucede por mi culpa.
Aria ladeó su cabeza en un movimiento felino.
— ¿Por qué le importa tanto a un guepardo el guardián que le mantiene cautivo?
Tarah no comprendió a dónde quería llegar con su pregunta, claro que a ella le importaba Hunter, ella se preocupaba por las personas que se preocupaban por ella.