Hunter esperó con ansia la salida de Aria, por regla no podía quedarse cerca del alcance auditivo en una reunión tan seria. La seguridad de Tarah dependía del juicio de su Alfa, pero no podía hacer nada si ella decidía expulsarla del territorio, haciéndola regresar al territorio de los pumas.
El cielo estaba cubierto por nubes blancas, el viento helado había bajado su intensidad desde hacía una hora, la brisa, sin embargo, persistía, la temperatura rondaba los nueve grados bajo cero. El frío era parte de su naturaleza, podía tolerar temperaturas de hasta veinte grados bajo cero. Por eso no le importaba estar medio escondido en el bosque, atento a cualquier movimiento en la cabaña.
Había pedido hablar con Aria y con Sean sobre lo que había descubierto, dejando a Tarah bajo la vigilancia de Alexei y Liam, se reunió con los Alfas en el medio del bosque. Después de explicarle todos los errores que los pumas habían cometido con ella, el Alfa puma decidió hacer un paso al costado si Aria se encargaba de averiguar si ella era o no una amenaza.
Por esa razón estaba esperando ahí.
Tarah salió por la puerta y se detuvo en el porche, luego salió su Alfa transformada y corrió a su encuentro, era un poco más grande que él en su forma animal, apenas unos centímetros. Aria llegó a su lado y miro a la guepardo.
— ¿Qué has decidido?
Ella emitió un gruñido bajo, marcó su pierna con su mejilla y se alejó trotando.
La había aceptado dentro del clan, Hunter respiró aliviado. Pero no podía bajar la guardia, alguien estaba dándole caza y él no permitiría que la atraparan.
—Te has enfrentado a Aria Ashburn y has sobrevivido ¡Felicitaciones! —le dijo cuando se encontraron en el camino.
—No es tan mala como parece — dijo ella sonriente.
—Nunca subestimes a nadie de mi clan —replicó—. Un leopardo de las nieves siempre tiene un lado oculto.
— ¿Incluso tú?
—Incluso yo.
Caminaron en silencio dirigiéndose de vuelta a su cabaña.
—Cuando estaba adentro conocí a Ryan, es muy simpático.
—Creo que tienes muy buena química con los sumisos.
—Aria también me lo dijo, lo que no puedo entender es por qué confían en mi.
—Es parte de su naturaleza seguir a un dominante que creen fuerte, los hace sentir seguros, ellos dan su confianza pero tú tienes que mantenerla, ese es el verdadero trabajo.
— ¡Vaya! Eso no era lo que yo investigué.
—La teoría de los rangos, ni ninguno de los otros escritos científicos puede explicarte el funcionamiento de un clan, ni la verdadera naturaleza de un cambiante, eso solo se puede saber cuando vives en uno.
Al llegar a la cabaña, Riley, Hailey, Aiden y Ryan los esperaban afuera.
— ¿Es que mi casa se ha convertido en un refugio para sumisos? —bromeó Hunter.
—Tú nos adoras, lo sé —dijo Riley—. Pero no hemos venido a verte, hay fiesta en el lago esta noche y vinimos a darles la invitación.
—No cuenten conmigo.
Hailey arqueó una ceja y puso sus manos en sus caderas.
—Oh no, no podrás escaparte esta vez, ustedes dos van a venir.
—Pero Hailey...
—Sin pero, comenzamos a las nueve y media, los veremos allí.
Los cuatro se despidieron y se fueron. Tarah rió por lo bajo.
— ¿Qué es tan gracioso?
—Son irresistibles, es como si fueses su juguete.
Hunter se dirigió hacia ella, hasta estar tan cerca que podía oír su pulso, ver como su pecho se movía con cada respiración. Ella se convirtió en su mayor tentación.
—Pues este juguete no está de humor para juegos.
— ¿Ni siquiera por mí?
—No será una fiesta de discoteca, ni ninguna fiesta en donde bailan y toman hasta enloquecer. No creo que sea de tu agrado.
— ¿Por qué no dejas que yo juzgue eso? —se mordió el labio inferior con picardía, esperando para ver si podía derretirlo.
—Está bien, pero sólo por una hora, la temperatura desciende rápido por la noche, no podrás aguantar mucho.
Tarah sonrió y caminó hacia el interior de la cabaña, su paso era firme y seguro, sus caderas se movían en un suave vaivén que lo seducía, provocaba, lo tentaba a seguir mirando. Hunter desvió la mirada, no podía romper su promesa, aunque ella fuera la mujer más intrigante que había conocido en su vida. Fue hacia su garaje con la esperanza de que un poco de trabajo duro fuera suficiente para enfriar sus pensamientos.
El cielo se había despejado por primera vez en una semana, la luna estaba en cuarto menguante por lo que apenas iluminaba el bosque. Hacía frío, mucho. Hunter vio el esfuerzo que ponía ella en no temblar a pesar del grueso abrigo que le había prestado.
«Esta gata es obstinada» pensó cuando llegaron al lago, a lo lejos brillaba una fogata, se oía una música suave, decenas de aromas dulces y salados se mezclaban con el olor a humo.
—Te presentaré a los que aún no conoces —le dijo cuando llegaron hasta donde estaban todos—. Ella es Isabelle, pero le decimos Belle.